Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Del Sha a los Ayatolás: más de lo mismo
por Luis Beltrán Petrosini
jueves, 25 junio 2009


Eso que comenzó como un movimiento democrático en contra de un régimen autoritario y represivo, como lo fue en Irán el del Sha Mohammad Reza Pahlevi, ya muestra todos los indicios de haber degenerado en tiranía de los ayatolás en sustitución de la del Sha.

En efecto, lo que calificara Ryszard Kapuscinski como “la última gran revolución de masas del siglo XX” y que concluyera con el derrocamiento del Sha y le proyectara al mundo un esperanzador horizonte de democracia y libertad, devino en un régimen totalitario más, común y corriente, que ya asesta el zarpazo definitivo para liquidar de una vez por todas cualquier vestigio de disidencia y oposición. La simple proclamación de los resultados de las elecciones que se llevaron a cabo la semana pasada, donde se adjudica la victoria al actual mandatario, ha desatado una ola de protestas y manifestaciones como no se habían visto en el país en los últimos treinta años. Pese a la prohibición oficial, centenares de miles de iraníes se lanzaron a la calle el pasado lunes, en abierto desafío a la represión gubernamental. Para algunos observadores, la situación actual en Irán es similar a la de la revolución de 1979, e incluso, como lo destaca un periodista iraní en declaraciones ofrecidas a la BBC de Londres, “las consignas que se escuchan en las calles reclamando libertad y justicia recuerdan el clamor de aquellos días.” De acuerdo con las informaciones que han trascendido, el núcleo opositor más importante al régimen de Ahmadineyad está constituido por las generaciones más jóvenes y por las mujeres. Estos grupos parecen no estar satisfechos con la revolución que hicieron sus padres y claman por su propia revolución. Ya parecieran estar hartos de un debate que los ayatolás intentan mantener vigente después de 1.800 años: si el poder emana de Dios o del pueblo, cuando todo ello les importa poco y lo que buscan es alcanzar la modernidad y una vida libre y digna. Pero en realidad, lo que está en juego en el tablero político iraní es la disputa por el poder entre los ayatolás.

La división más profunda se presenta entre el líder supremo, el ayatolá Jamenei, y el segundo hombre más importante de Irán, el ayatolá Rafsanyaní, quien apoyó abiertamente la candidatura de Musaví, el candidato perdedor según los resultados oficiales emitidos por el llamado Consejo de Guardianes. En realidad, no puede hablarse de Musaví como un revolucionario que cambiaría radicalmente la conducción del Estado. No se trata de que las diferencias entre los ayatolás supongan transformaciones profundas según sea una u otra la tendencia que domine el escenario político. Es una lucha más por el poder, de esas que se libran cotidianamente en todos los rincones del planeta, pero en ésta existe un ingrediente que los líderes no van a poder ignorar: los iraníes están en la calle y, por los hechos ocurridos hasta ahora, estimo que van a seguir en ella hasta alcanzar sus objetivos de justicia y libertad. Para el momento de escribir esta nota, siete personas han muerto en medio de la represión ejercida contra las manifestaciones, pero continúan en las calles, y ya no sólo de la capital sino también en el interior del país. Los seguidores de Ahmadineyad, a su vez, también se han desplegado a manifestar su apoyo al régimen, por lo que la situación se hace cada vez más tensa. Los opositores son reprimidos por la policía y por las llamadas fuerzas Basij, una suerte de milicia de “voluntarios” que respaldan al presidente y que patrullan la capital en motos, armados con palos y pistolas, agrediendo abiertamente a todo aquél que manifieste algún rasgo de disidencia.

Curioso comportamiento, pero, ciertamente, ya común en regímenes con características similares. Pero independientemente del veredicto final que dicte en los próximos días el Consejo de Guardianes, el que, seguramente, como cualquier consejo electoral que se respete, favorecerá al régimen, la semilla de la rebeldía está sembrada en suelo iraní y a la larga nadie podrá impedir que germine. El señor Ahmadineyad podrá hacer uso de todo el poder represivo que tiene a su disposición, pero esa misma represión aumentará el caudal de las fuerzas opositoras y terminará como la historia enseña que los tiranuelos terminan siempre. Esa división, aparentemente irreconciliable, que ha provocado en el país, terminará por hacerle sucumbir. Tarde o temprano, pero así ocurrirá. Y pensar que todavía en el mundo hay quienes no aprenden las lecciones que la historia proporciona.


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.