Mi
abuelo, Don Luis de Oteyza, primer y único embajador de la
segunda República Española, que acabó luego en una cruenta
Guerra Civil, deberá dar vueltas con sus huesos en la tumba
al oír tamaña expresión de un nieto republicano y
democratacristiano, copeyano en situación de
“disponibilidad”, que esto escribe. Pero es que aclamar a
Juan Carlos de Borbón y Borbón, es hoy para un criollo –hijo
de guayanés y madrileña- una consecuencia a la razón, la
honestidad, la sindéresis y a la hidalguía. Veamos: en la
monarquía española, como en todas las otras, a los infantes,
príncipes y luego soberanos los entrenan en las artes
militares para concederles grados mayores y superiores en
esas artes de valor y sacrificio. Eso no los hace mejores
que los que han optado voluntariamente a la carrera de las
armas, pero les asegura un sitial de respeto y camaradería
en la Institución Militar Española, madre de nuestras viejas
FAN. No se puede ser Rey sin ser igual a sus caballeros, que
estarán al frente de los que irán a batallas por el Honor y
la Defensa de la Nación Española. No se puede ser Rey sin
ser soldado, y por eso los conoce muy bien en sus valores y
flaquezas, sus méritos y deshonores.
Pues
bien, además de ser nieto de ese “señorito español”, liberal
y republicano, también tuve por padre un gran venezolano,
egresado de la entonces Escuela Militar, para ser preso en
1919 y torturado salvajemente por un mal militar que atrasó
a Venezuela hasta 1936, y por ello me resiento cuando veo al
mandamás de mi País, otro mal militar, porque nuestra
Academia Militar no pasó por él, ir a pedir perdón al Rey
Señor por su mala educación; y no me refiero sólo al
espectáculo de Chile, donde fue puesto en su sitio, sino a
todas sus expresiones groseras contra el Rey de España que
se dedicó a escupir cuando le pasó el susto por la orden
acatada de callarse; no escatimó, el mandón de Sabaneta
escenario para escocerse del bofetón merecido y amenazar,
cobardemente en ausencia de su oportuno corrector, con su
venganza por venir. Pero para bendición de Venezuela, el 1°
de marzo de este año de Dios, el presidente Uribe y sus
fuerzas militares dieron con las computadoras del bandido
Raúl Reyes, cobijado por el alcahueta Correa, y allí
aparecieron noticias de la relación de Chávez y sus secuaces
con las FARC y su complicidad con el terrorismo tropical e
islámico, el narcotráfico y la trata de rehenes; en fin, un
cúmulo de delitos que nos avergüenzan pero que pronto serán
cobrados, dentro y fuera de Venezuela. Esto fue suficiente
para que los cubanos castristas le ordenaran ir a intentar
mejorar su prontuario humillándose en la casa de descanso de
Juan Carlos Rey por su perdón. Los venezolanos no tenemos ya
la culpa de Chávez en la presidencia de Venezuela; la
tuvimos, pero la hemos lavado con sangre en nuestras calles
y universidades, y eso lo entiende el Rey de España cuando
graciosamente recibió a quien mal nos representa y no quiso
sumar más vergüenza en nuestros corazones con un desaire
plebeyo. Por ello, en agradecimiento, honor a quien honor
merece: ¡Viva el Rey!