Lo del lunes
en el CNE ha sido la puesta en escena más genuina y grotesca
de la ranchificación del país con fines electrocráticos; la
utilización sin rubor del sancocho revolucionario con patas
de gallo y plumas de avestruz; la exaltación de lo
chabacano, del atraso, cochambre, y para colmo cancelado con
fondos de la Res Pública. No hay nada más triste que seguir
siendo pobre en el socialismo del siglo tuentiuan como un
ciego en La Alhambra. Aquello fue de pirámides de Egipto en
tierras de Tarzán; Ave César desplegado en neón, carroza y
pétalos de rosa para eludir la silla eléctrica cual también
Nerón del Caroní, Reina del carnaval en ambulancia. ¡Aquí
es, aquí es! ¡Dignidad, dignidad, buen gusto por lo menos,
dónde se esconden!
Cargado y
acunado en brazos de calor familiar y demás almohadones
domésticos, rueda a tiro hacia la pila bautismal donde será
bendecido-bendito de candidato, cuántas las veces ya, rey de
la Selva Nostra de todos los días, casi que quinceañero. Es
anunciado por aulladores enfucados de oficio y paga,
vestidos de guayabera clavellina. Flota en el ambiente el
nervio que transpira tanto el que llega iluminado y convexo
como los que lo reciben preocupados y cóncavos. En aderezo
institucional y filigrana, se llenan fórmulas, papeles, se
elevan alabanzas, pontifican respetos y méritos ladinos.
Intercambian miradas. Flash, flash, flash. Se queja,
gesticula, ante un Rector y éste responde. La cámara los
poncha.
Ahora Nerón
invadiente, al que no le falta la lira, se empina sobre un
seis por derecho acatarrado y se asoma al balcón con
esguince parrandero y juguetón de vacío que no pudo llenar
ni de cofrades, gente, autobuses, reses, campesinos,
sindicatos obrero-proletarios, funcionarios a juro, su gula
tan siquiera. Nada fue suficiente a pesar de la partida de
diezmos y majaretes que lo acompañan. Nadie mejor que él
para saberlo, que los tiene allí para que repartan el erario
y después, si conviene o resbalan, acusarlos de peculado o
darles Embajada.
Ya en etapa
procesal y recibidas copias fieles de la solicitud de
lanzamiento del “Spútnik” criollo, se lanza a la palestra un
predicador oficiante a hilvanar una alabanza inmortal en la
que lo sustancia y adjetiva de “el verdadero” y lo remacha
hasta la saciedad para dar fuelle al rimbombante que con
rostro de ternero familiar se levanta de su sarcófago
mediático, sabrá Dios, para resucitar en pantalla gigante.
Suda ahora la
soledad del poder, enseña la bisutería, escurre el
maquillaje, se repite, ite, ite, perdida la novedad de
otrora que le valió tanta desmesura colectiva. De final
fastidioso huye cada quien con su botija o cotillón y queda
un reguero bolivarianísimo. De toma final queda algún
bombillo relampagueando cubano sobre el borrachito de
costumbre que amaneciendo en la Plaza Miranda del Silencio,
cuchichea: “¡Ay mi General Bolívar, tamos cundíos de
rastrojo!” Capriles, digo yo, por favor sea Presidente.