El
Presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías acaba de obtener
una dudosa victoria política en las elecciones celebradas el
domingo 15 de febrero. En ella se preguntaba al electorado
si aprobaba o no la propuesta presidencial de reformar la
Constitución Nacional y así dar el visto bueno a su ambición
de perpetuarse indefinidamente en el poder y ser ejecutor
personal de su proyecto de implantación del “Socialismo del
Siglo XXI” para Venezuela y América Latina también si usted
escucha atentamente.
Con un porcentaje del 54.36 sobre el 45.63 y un 32.95 por
ciento de abstención sobre un electorado tota de 16 millones
(aproximadamente), 11.043.676 ciudadanos decidieron expresar
su opinión sobre este tema que fue sacado de la manga
presidencial, vale la pena recordarlo, luego de su derrota
anterior el 23 de noviembre de 2008 en la que los
venezolanos eligieron a sus autoridades regionales.
Así pues el perfil participativo del votante venezolano se
expresó de manera contundente y creciente en relación a
eventos electorales anteriores. También hay que destacar la
relativa pero apreciable normalidad en la gestión del
Consejo Nacional Electoral que entregó los resultados en
tiempo récord (tres horas más tarde de cerradas las mesas).
Inmediatamente después de conocido el resultado, Chávez en
cadena nacional de radio y televisión, desde el “Balcón del
Pueblo” salió a vitorear y celebrar con sus seguidores y
afirmar que desde ya sería precandidato para las elecciones
presidenciales de 2012. Fidel Castro, por supuesto, fue el
primero en felicitarlo, y entre gritos y aplausos, el líder
de la Revolución Bolivariana celebró su victoria encendido
de rojo.
Pero este triunfo momentáneo deja al desnudo algunas
debilidades de Chávez que los mismos números arrojan. Por
ejemplo, Chávez ganó el 15 de febrero con el 54.36 por
ciento de los votos, pero perdió comparativamente en
relación a los resultados porcentuales que arrojan las
elecciones de 1998 (56.20 por ciento); de 2000 (59.76 por
ciento); de 2006 (62.80 por ciento). Por su parte la
oposición democrática ha venido creciendo aunque
irregularmente. Veamos: 39.97 por ciento en 1998; 37.52 por
ciento en 2000; 36.90 por ciento en 2006; y un elevado 45.63
por ciento en 2009. Así pues, en lo que se refiere a
diferencias entre la opción Chávez y la opción democrática,
vemos que se éstas se reducen. En 1998 era del 16.23 por
ciento; en 2000 de 22.24 por ciento; en 2006 de 25.94 por
ciento; y en ahora en 2009, de tan solo 8.73 por ciento. En
suma, Chávez ganó pero bajando. La opción democrática perdió
pero subiendo.
Además de la evidencia estadística existen otros elementos
que ayudan a la lectura de las elecciones venezolanas. El
primero es el del abuso del poder, de los recursos públicos
con fines electorales. Lo prohibido en cualquier sistema
democrático se conciente en Venezuela a falta de
instituciones decentes e independientes. Segundo, la
explosión del sistema de corrupción a través de mecanismos
visibles e invisibles para lograr, mantener y controlar las
evidencias de sumisión al líder y el apoyo político
correspondiente, a cambio de prebendas económicas,
institucionales y simbólicas. Tercero, el uso de la coerción
física o psicológica ejercida a través del discurso
presidencial y de los fieles seguidores que administración
la supuestas contradicciones de clases, de culturas, de
religiones, especies de mini-cruzados pagados por el
gobierno que andan en las calles o en las instituciones del
Estado haciendo de lo suyo, con el respaldo o la vista gorda
de la Fuerza Armada y de ciertos cuerpos policiales.
En el otro país, en el de enfrente está la oposición. En una
nación recién dividida en dos por cuenta el caudillo,
oposición sin estructura, pulverizada por las luchas
intestinas, que grita pero no convence definitivamente, que
no cuenta con medios suficientes, y que enseña o trata de
esconder su proceso de gradual decadencia y falta de
recuperación. Los resultados electorales del 15 de febrero
no son evidencia de que los partidos políticos se estén
fortaleciendo.
Mientras esto ocurre, la juventud se va convirtiendo en eje
central y creíble, sangre fresca de una oposición que no se
asienta en líderes ni en partidos políticos. Movimiento éste
que no tiene dirección conocida, ni ruta de viaje definida,
que no sea la de luchar por la libertad y contra la tiranía.
En suma, dos países y varias lecturas frente a unos
resultados electorales que exhiben, por un lado, un voto
clientelar de maquinaria y robotizado, y otro emotivo,
consiente de conciencia. Resultados que arrojan luz sobre un
país que nada y sobrevive en el viscoso petróleo, en el cual
está sembrado y cuyo precio pone nervioso a más de uno.
Mientras tanto Chávez tiembla en su delirio y a todas éstas,
la vida continúa y la política sigue más viva que nunca.