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Chávez ganó, pero...
por Leandro Area
miércoles, 18 febrero 2009


El Presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías acaba de obtener una dudosa victoria política en las elecciones celebradas el domingo 15 de febrero. En ella se preguntaba al electorado si aprobaba o no la propuesta presidencial de reformar la Constitución Nacional y así dar el visto bueno a su ambición de perpetuarse indefinidamente en el poder y ser ejecutor personal de su proyecto de implantación del “Socialismo del Siglo XXI” para Venezuela y América Latina también si usted escucha atentamente.

Con un porcentaje del 54.36 sobre el 45.63 y un 32.95 por ciento de abstención sobre un electorado tota de 16 millones (aproximadamente), 11.043.676 ciudadanos decidieron expresar su opinión sobre este tema que fue sacado de la manga presidencial, vale la pena recordarlo, luego de su derrota anterior el 23 de noviembre de 2008 en la que los venezolanos eligieron a sus autoridades regionales.

Así pues el perfil participativo del votante venezolano se expresó de manera contundente y creciente en relación a eventos electorales anteriores. También hay que destacar la relativa pero apreciable normalidad en la gestión del Consejo Nacional Electoral que entregó los resultados en tiempo récord (tres horas más tarde de cerradas las mesas).

Inmediatamente después de conocido el resultado, Chávez en cadena nacional de radio y televisión, desde el “Balcón del Pueblo” salió a vitorear y celebrar con sus seguidores y afirmar que desde ya sería precandidato para las elecciones presidenciales de 2012. Fidel Castro, por supuesto, fue el primero en felicitarlo, y entre gritos y aplausos, el líder de la Revolución Bolivariana celebró su victoria encendido de rojo.

Pero este triunfo momentáneo deja al desnudo algunas debilidades de Chávez que los mismos números arrojan. Por ejemplo, Chávez ganó el 15 de febrero con el 54.36 por ciento de los votos, pero perdió comparativamente en relación a los resultados porcentuales que arrojan las elecciones de 1998 (56.20 por ciento); de 2000 (59.76 por ciento); de 2006 (62.80 por ciento). Por su parte la oposición democrática ha venido creciendo aunque irregularmente. Veamos: 39.97 por ciento en 1998; 37.52 por ciento en 2000; 36.90 por ciento en 2006; y un elevado 45.63 por ciento en 2009. Así pues, en lo que se refiere a diferencias entre la opción Chávez y la opción democrática, vemos que se éstas se reducen. En 1998 era del 16.23 por ciento; en 2000 de 22.24 por ciento; en 2006 de 25.94 por ciento; y en ahora en 2009, de tan solo 8.73 por ciento. En suma, Chávez ganó pero bajando. La opción democrática perdió pero subiendo.

Además de la evidencia estadística existen otros elementos que ayudan a la lectura de las elecciones venezolanas. El primero es el del abuso del poder, de los recursos públicos con fines electorales. Lo prohibido en cualquier sistema democrático se conciente en Venezuela a falta de instituciones decentes e independientes. Segundo, la explosión del sistema de corrupción a través de mecanismos visibles e invisibles para lograr, mantener y controlar las evidencias de sumisión al líder y el apoyo político correspondiente, a cambio de prebendas económicas, institucionales y simbólicas. Tercero, el uso de la coerción física o psicológica ejercida a través del discurso presidencial y de los fieles seguidores que administración la supuestas contradicciones de clases, de culturas, de religiones, especies de mini-cruzados pagados por el gobierno que andan en las calles o en las instituciones del Estado haciendo de lo suyo, con el respaldo o la vista gorda de la Fuerza Armada y de ciertos cuerpos policiales.

En el otro país, en el de enfrente está la oposición. En una nación recién dividida en dos por cuenta el caudillo, oposición sin estructura, pulverizada por las luchas intestinas, que grita pero no convence definitivamente, que no cuenta con medios suficientes, y que enseña o trata de esconder su proceso de gradual decadencia y falta de recuperación. Los resultados electorales del 15 de febrero no son evidencia de que los partidos políticos se estén fortaleciendo.

Mientras esto ocurre, la juventud se va convirtiendo en eje central y creíble, sangre fresca de una oposición que no se asienta en líderes ni en partidos políticos. Movimiento éste que no tiene dirección conocida, ni ruta de viaje definida, que no sea la de luchar por la libertad y contra la tiranía.

En suma, dos países y varias lecturas frente a unos resultados electorales que exhiben, por un lado, un voto clientelar de maquinaria y robotizado, y otro emotivo, consiente de conciencia. Resultados que arrojan luz sobre un país que nada y sobrevive en el viscoso petróleo, en el cual está sembrado y cuyo precio pone nervioso a más de uno. Mientras tanto Chávez tiembla en su delirio y a todas éstas, la vida continúa y la política sigue más viva que nunca.


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