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El pulpo mímico
por Leandro Area
sábado, 2 agosto 2008


kafka inicia su cuento "La Metamorfosis" así: "Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto".

Esta sorpresa existencial no molesta la placidez del pulpo mímico (Thaumoctopus mimicus) descubierto recién en 1998 en Indonesia. El caso es que este tipo de pulpo tiene la particularidad no solamente de cambiar de formas, colores y texturas, sino que además, es capaz de imitar perfectamente el aspecto del peor enemigo de aquel que aspira depredarlo, haciendo que este último huya despavorido.

Forma ésta de sobrevivir, la mutación, que ha sido según Darwin, el origen y la clave para comprender la preservación y conservación de las especies: cambiar, mutar, imitar, adaptarse para sobrevivir. Pero a lo que en verdad quiero referirme es a cierto estado del espíritu contemporáneo, a una "crisis de identidad" individual y colectiva, que permite a quien la padece, trastocarse en casi cualquier cosa para lograr reconocimiento y sentirse cómodo consigo mismo al evadir la disonancia que puede surgir entre el ser y el deber ser. Aquí la conciencia no es anterior sino a posteriori; en todo caso, simulada. La razón de hoy es una razón cómoda, irresponsable si usted gusta hablar desde la lejanía de un púlpito que ya no existe.

Porque hoy primero son las conductas y luego teatralizamos actitudes y después, lejos, muy lejos, inventamos las creencias y los valores en los cuales supuestamente se cimientan los comportamientos.

Hay quienes afirman que este problema tiene su origen dentro del individuo. Ciertas patologías hablan de la existencia real del sujeto que fue reportado por primera vez como caso clínico y así divulgado a la comunidad científica internacional por la doctora Giovanina Conchiglia, en la Clínica Villa Camaldoli en Nápoles, Italia, en el año 2007. Antes ya, en 1983, Woody Allen había recreado este tipo de conductas en el personaje central de su película Zelig, en la que se muestra a un individuo camaleónico que es capaz de convertirse en cualquier otro, hasta en su propio psiquiatra. Por otra parte están los que privilegian la importancia de las condiciones sociales que según ellos están dadas para que se produzcan estos estados pragmáticos del ser. Por ejemplo, Lipovetsky. Gilles dice en La era del vacío: "la sociedad posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto histórico movilizador, estamos ya regidos por el vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni apocalipsis".

Así las cosas me pregunto con Víctor Hugo: "¿Qué es, entonces, el pulpo? Es la ventosa". Estamos succionados por esta tendencia que es universal, la de ser todos absorbidos por el "ningunismo" que es la solución evasiva al dilema entre ser y no ser. No ser nadie, globalizados, que es supuestamente el reino de todos. Sin identidad o soberanía. La utopía de nadie, como la cucaracha debajo de la bota de Gregorio Samsa.

leandro.area@gmail.com


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