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Pajaritos en grama
por Jurate Rosales
viernes, 28 marzo 2008


     En la misma medida en que el gobierno de Hugo Chávez se derrumba internamente arrastrado por el peso de sus propios errores, resalta con mayor claridad la inercia de la oposición para capitalizar el debilitamiento gubernamental.

      Chávez no tiene problemas con la oposición. La rebeldía que debe enfrentar está en el chavismo. La formalización de gravísimas acusaciones de corrupción en la familia inmediata del presidente salió de las filas del chavismo. Los partidos Podemos o la agrupación Bandera Roja, ambos ex chavistas, son ahora la fuerza que fracciona internamente el Partido Socialista Unido y dificultó incluso la conformación de ese partido de Chávez, para Chávez y por Chávez. La pésima calidad del equipo gobernante se traduce en escasez de alimentos y vaticina un período de crecientes dificultades económicas.

    Externamente, el inminente informe de la INTERPOL sobre el contenido de las computadoras de las FARC, ha de preocupar a Hugo Chávez, quien nunca escondió sus simpatías por la guerrilla. Frente a ello, el juicio en Miami sobre los 800.000 dólares ilegalmente introducido en Argentina, es menudencia en comparación con el problema mayor, como lo sería la protección a las FARC en territorio venezolano.

     En estas circunstancias, una opción sería la de posponer la celebración de las elecciones regionales venezolanas previstas para noviembre. Sin entrar en adivinanzas, lo único comprobable, es que Chávez no se lanza en unas elecciones sino cuando está seguro de ganar. No sería la primera vez que Chávez, enfrentado a vientos contrarios, desconoce la Constitución para fijar su propio calendario electoral, tal como ya lo hizo cuando demoró la celebración del Referendo Revocatorio en el 2004.

    El último recurso podría ser un autogolpe si la presión internacional post FARC no le deja a Chávez otra alternativa para sobrevivir. De ser así, cualquier elección quedaría pospuesta sine die. Esta “solución del desespero” es poco probable, pero hay indicios de que la barajearon en Miraflores el pasado 2 de diciembre y aparentemente quedó descartada por el alto mando militar.  

Quiénes son “la oposición”

     Mientras los acontecimientos avanzan a vertiginosa velocidad y amenazan cambiar la agenda electoral, la oposición se perfila dividida en varios grupos.

      Los ex chavistas, - cuya voz más estridente es el líder de Podemos, Ismael García, el rostro más atractivo es Marisabel Rodríguez, ex de Chávez, y cuyo gallo tapado sería el General Raul Isaías Baduel-, parecen trabajar a plena conciencia de las realidades. Más que lanzar candidaturas para unas problemáticas elecciones regionales, ellos apuntan a posicionarse para el momento de los cambios que podrían  ocurrir por la fuerza de las circunstancias. Dicho en criollo: apuestan a ahorcar la cochina cuando la partida habrá llegado al punto de melcocha.

     Un grupo distinto está conformado por la principal fuerza que derrotó a Chávez en las elecciones del 2 de diciembre: los estudiantes. Acaban de perder en su dirección a tres líderes fundamentales, que por graduarse, dejaron de ser “estudiantes”. En los Andes, las dos ganadoras de las elecciones estudiantiles demostraron tener capacidad política, pero carecen del know how de calle que tuvo Nixon Moreno, curtido en las violencias del estudiantado merideño. En la UCV, al graduarse Stalin González, hijo de un fundador de Bandera Roja, cede el lugar a Ricardo Sánchez, quien no ha podido todavía perfilarse como líder extra muros, frenado como está por una desbocada dicción que le impide convencer a todo público. Yon Goicoechea, líder madurado desde niño por la desgracia familiar de un padre encarcelado, cede el puesto de Presidente del Movimiento Estudiantil a quien le suceda. Los reemplazos de tres personalidades con la fuerza de Nixon, Stalin y Yon, todavía deben probar su capacidad de vigilar unas elecciones nacionales con la misma eficiencia de la oleada estudiantil anterior a ellos.

       El tercer grupo opositor a Chávez, que llamaríamos “la oposición tradicional”, es un hormiguero de precandidatos autistas, ajenos a la magnitud de los eventos internos y externos. Las zancadillas inter-candidatos parecen haber olvidado que por la vía de la inhabilitación, el gobierno de Chávez ya ha amarrado desde hace meses el resultado electoral a su favor y entonces, la candidaturitis aguda de la oposición sería tan inútil, como lo fue hace años la “unidad” en la Coordinadora Democrática. 

Las inhabilitaciones

    Inhabilitar a decenas o centenares de candidatos opositores con la mayor opción de voto, es la última fórmula de las dictaduras que utilizan elecciones para eternizarse en el poder. La receta de las “inhabilitaciones” formó parte de la estrategia del dictador beloruso, Alexander Lukasenko, en las elecciones post-URSS de septiembre 2001 (repetidas posteriormente) y en las recientes elecciones de Irán, donde el presidente Mahmoud Ajmadineyad hizo “inhabilitar” previamente, a 1.700 candidatos que amenazaban su mayoría regional y parlamentaria. De ese número, 700 eran de su propia gente, pero los sospechaban de ser reformistas y también ellos fueron inhabilitados por “no reunir las condiciones”.

     El calendario estratégico que utilizó Lukasenko y que Chávez sigue al pie de la letra, merece estudio a parte. Caída la URSS, Lukasenko, dictador comunista, sabía que perderá las elecciones de su país, previstas para septiembre del 2001. Desde enero del 2000, empezó a celebrar juicios contra los más promisorios candidatos y cada condena era seguida de una inhabilitación política. Así, el 14 de enero 2000, la Corte Suprema Belorusa condenó e inhabilitó al popular ex Ministro de Agricultura, Vasily Leonor; el 17 de marzo, el empresario Andrei Klimov, fue detenido y apareció ante el juez con señas de una severa golpiza, descalzo, su vestimenta rasgada, para ser condenado “por fraude” e inhabilitado. El 19 de mayo, condenaron e inhabilitaron al ex Primer Ministro, Mikhail Chyguir, y el 19 de junio, los secretarios generales de los dos partidos opositores de mayor arraigo, Valery Shchukin  y Nikolai Statkevich (socialdemócrata) fueron inhabilitados por organizar una marcha “violatoria del orden público”.  El día de las elecciones, según Human Rights Watch, fueron cortadas las comunicaciones de celulares e Internet, los estudiantes fueron cercados militarmente en sus casas de estudios, Lukasenko ganó las elecciones y los observadores europeos informaron que “no habían observado irregularidades en el conteo de votos”.

    En Venezuela, la oposición ni siquiera parece haberse dado cuenta de que está en marcha la “operación inhabilitación”. La aceptan con la misma mansedumbre con la que aceptaron en 2004 la re-firma del Revocatorio, dando tiempo a Chávez de crear las Misiones y comprar las captahuellas. En aquella fecha, cada partido opositor creyó fortalecerse mientras otorgaban a Chávez el tiempo necesario para fichar a quienes estamparon su firma. También ahora, cada inhabilitación de un candidato fuerte, es saludada como “un chance de ponerme yo y mi partido” en su lugar.

    Las conclusiones objetivas ante ese panorama son que en primer lugar, por razones internas del chavismo y externas de las acusaciones internacionales, es cada vez más probable la demora, o una temporal cancelación de las elecciones regionales de noviembre 2008. En segundo lugar, de efectuarse las elecciones en el marco que ya ha sido trazado por el gobierno, Hugo Chávez utilizará las inhabilitaciones para ganar unos comicios que a primera vista, ya tenía perdidos.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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