En
la misma medida en que el gobierno de Hugo Chávez se
derrumba internamente arrastrado por el peso de sus propios
errores, resalta con mayor claridad la inercia de la
oposición para capitalizar el debilitamiento gubernamental.
Chávez no
tiene problemas con la oposición. La rebeldía que debe
enfrentar está en el chavismo. La formalización de
gravísimas acusaciones de corrupción en la familia inmediata
del presidente salió de las filas del chavismo. Los partidos
Podemos o la agrupación Bandera Roja, ambos ex chavistas,
son ahora la fuerza que fracciona internamente el Partido
Socialista Unido y dificultó incluso la conformación de ese
partido de Chávez, para Chávez y por Chávez. La pésima
calidad del equipo gobernante se traduce en escasez de
alimentos y vaticina un período de crecientes dificultades
económicas.
Externamente, el inminente informe de la INTERPOL sobre el
contenido de las computadoras de las FARC, ha de preocupar a
Hugo Chávez, quien nunca escondió sus simpatías por la
guerrilla. Frente a ello, el juicio en Miami sobre los
800.000 dólares ilegalmente introducido en Argentina, es
menudencia en comparación con el problema mayor, como lo
sería la protección a las FARC en territorio venezolano.
En estas
circunstancias, una opción sería la de posponer la
celebración de las elecciones regionales venezolanas
previstas para noviembre. Sin entrar en adivinanzas, lo
único comprobable, es que Chávez no se lanza en unas
elecciones sino cuando está seguro de ganar. No sería la
primera vez que Chávez, enfrentado a vientos contrarios,
desconoce la Constitución para fijar su propio calendario
electoral, tal como ya lo hizo cuando demoró la celebración
del Referendo Revocatorio en el 2004.
El último
recurso podría ser un autogolpe si la presión internacional
post FARC no le deja a Chávez otra alternativa para
sobrevivir. De ser así, cualquier elección quedaría
pospuesta sine die. Esta “solución del desespero” es
poco probable, pero hay indicios de que la barajearon en
Miraflores el pasado 2 de diciembre y aparentemente quedó
descartada por el alto mando militar.
Quiénes son “la
oposición”
Mientras
los acontecimientos avanzan a vertiginosa velocidad y
amenazan cambiar la agenda electoral, la oposición se
perfila dividida en varios grupos.
Los ex
chavistas, - cuya voz más estridente es el líder de Podemos,
Ismael García, el rostro más atractivo es Marisabel
Rodríguez, ex de Chávez, y cuyo gallo tapado sería el
General Raul Isaías Baduel-, parecen trabajar a plena
conciencia de las realidades. Más que lanzar candidaturas
para unas problemáticas elecciones regionales, ellos apuntan
a posicionarse para el momento de los cambios que podrían
ocurrir por la fuerza de las circunstancias. Dicho en
criollo: apuestan a ahorcar la cochina cuando la partida
habrá llegado al punto de melcocha.
Un grupo
distinto está conformado por la principal fuerza que derrotó
a Chávez en las elecciones del 2 de diciembre: los
estudiantes. Acaban de perder en su dirección a tres líderes
fundamentales, que por graduarse, dejaron de ser
“estudiantes”. En los Andes, las dos ganadoras de las
elecciones estudiantiles demostraron tener capacidad
política, pero carecen del know how de calle que tuvo Nixon
Moreno, curtido en las violencias del estudiantado merideño.
En la UCV, al graduarse Stalin González, hijo de un fundador
de Bandera Roja, cede el lugar a Ricardo Sánchez, quien no
ha podido todavía perfilarse como líder extra muros, frenado
como está por una desbocada dicción que le impide convencer
a todo público. Yon Goicoechea, líder madurado desde niño
por la desgracia familiar de un padre encarcelado, cede el
puesto de Presidente del Movimiento Estudiantil a quien le
suceda. Los reemplazos de tres personalidades con la fuerza
de Nixon, Stalin y Yon, todavía deben probar su capacidad de
vigilar unas elecciones nacionales con la misma eficiencia
de la oleada estudiantil anterior a ellos.
El tercer
grupo opositor a Chávez, que llamaríamos “la oposición
tradicional”, es un hormiguero de precandidatos autistas,
ajenos a la magnitud de los eventos internos y externos. Las
zancadillas inter-candidatos parecen haber olvidado que por
la vía de la inhabilitación, el gobierno de Chávez ya ha
amarrado desde hace meses el resultado electoral a su favor
y entonces, la candidaturitis aguda de la oposición sería
tan inútil, como lo fue hace años la “unidad” en la
Coordinadora Democrática.
Las
inhabilitaciones
Inhabilitar
a decenas o centenares de candidatos opositores con la mayor
opción de voto, es la última fórmula de las dictaduras que
utilizan elecciones para eternizarse en el poder. La receta
de las “inhabilitaciones” formó parte de la estrategia del
dictador beloruso, Alexander Lukasenko, en las elecciones
post-URSS de septiembre 2001 (repetidas posteriormente) y en
las recientes elecciones de Irán, donde el presidente
Mahmoud Ajmadineyad hizo “inhabilitar” previamente, a 1.700
candidatos que amenazaban su mayoría regional y
parlamentaria. De ese número, 700 eran de su propia gente,
pero los sospechaban de ser reformistas y también ellos
fueron inhabilitados por “no reunir las condiciones”.
El
calendario estratégico que utilizó Lukasenko y que Chávez
sigue al pie de la letra, merece estudio a parte. Caída la
URSS, Lukasenko, dictador comunista, sabía que perderá las
elecciones de su país, previstas para septiembre del 2001.
Desde enero del 2000, empezó a celebrar juicios contra los
más promisorios candidatos y cada condena era seguida de una
inhabilitación política. Así, el
14 de enero 2000,
la Corte Suprema
Belorusa condenó e inhabilitó al popular ex Ministro de
Agricultura, Vasily Leonor; el 17 de marzo, el empresario
Andrei Klimov, fue detenido y apareció ante el juez con
señas de una severa golpiza, descalzo, su vestimenta
rasgada, para ser condenado “por fraude” e inhabilitado. El
19 de mayo, condenaron e inhabilitaron al ex Primer
Ministro, Mikhail Chyguir, y el 19 de junio, los secretarios
generales de los dos partidos opositores de mayor arraigo,
Valery Shchukin y Nikolai
Statkevich (socialdemócrata) fueron inhabilitados por
organizar una marcha “violatoria del orden público”. El día
de las elecciones, según Human Rights Watch, fueron cortadas
las comunicaciones de celulares e Internet, los estudiantes
fueron cercados militarmente en sus casas de estudios,
Lukasenko ganó las elecciones y los observadores europeos
informaron que “no habían observado irregularidades en el
conteo de votos”.
En
Venezuela, la oposición ni siquiera parece haberse dado
cuenta de que está en marcha la “operación inhabilitación”.
La aceptan con la misma mansedumbre con la que aceptaron en
2004 la re-firma del Revocatorio, dando tiempo a Chávez de
crear las Misiones y comprar las captahuellas. En aquella
fecha, cada partido opositor creyó fortalecerse mientras
otorgaban a Chávez el tiempo necesario para fichar a quienes
estamparon su firma. También ahora, cada inhabilitación de
un candidato fuerte, es saludada como “un chance de ponerme
yo y mi partido” en su lugar.
Las conclusiones objetivas
ante ese panorama son que en primer lugar, por razones
internas del chavismo y externas de las acusaciones
internacionales, es cada vez más probable la demora, o una
temporal cancelación de las elecciones regionales de
noviembre 2008. En segundo lugar, de efectuarse las
elecciones en el marco que ya ha sido trazado por el
gobierno, Hugo Chávez utilizará las inhabilitaciones para
ganar unos comicios que a primera vista, ya tenía perdidos.
* |
Artículo
publicado originalmente en el semanario Zeta |