Venezuela
2008. Una oposición alejada de las realidades nacionales y
un gobierno que forja su propia “realidad comunista”. Los
primeros todavía creen que se ganan votos prometiendo
servicios eficientes, bienestar y abundancia. Los segundos
apuestan a las necesidades y penurias para convertir el
gobierno en el único dispensador de comida y servicios.
Contrariamente a la costumbre democrática donde el
descontento popular se expresa a través del voto-castigo y
cada político está forzado –si quiere ser reelecto- de velar
por el bienestar de los ciudadanos, en los regímenes como el
que instaura Chávez, mientras menos comida, servicios y
vivienda recibe el ciudadano, más dependencia y obediencia
logra asegurarse el gobierno. Se trata, por cierto, de un
sistema muy bien estudiado, que Chávez aplica al pie de la
letra porque es el que permitió a todos los regímenes
comunistas – que estuviesen en China, Rusia o Cuba-,
instaurar la dictadura vitalicia. La meta es que la comida,
vivienda y servicios estén en manos del líder todopoderoso,
único capacitado de dar o quitar lo que cada ciudadano
necesita para vivir. Se debe llegar a un punto de escasez
tal, que la vida misma de cada ciudadano, dependa del favor
del amo del país. El plan de la escasez viene acompañado de
unas milicias que impiden la rebeldía. Venezuela no es que
“va a eso”, sino que ya está en eso.
Creer
que lo grueso del pueblo venezolano no se da cuenta de lo
huecas y desfasadas que son las promesas de los candidatos
de la oposición, sería pecar de ciego. Y creer que la brutal
imposición gubernamental no da frutos, es ignorar que la
necesidad inmediata presiona más, que las promesas de un
inconsistente candidato opositor.
La campaña oficialista
La
campaña que emprendieron los candidatos oficialistas está
clara en sus lineamientos. Basta observar que no hay
promesas y que el discurso es de amenazas.
¿Quiénes están en la campaña del gobierno, además de los
boliburgueses que cuidan sus millones? Los “patrulleros” que
trabajan para el jefe y son recompensados con pequeñas
dádivas. En los mitines están los empleados públicos, porque
de ello depende el sueldo del que comen sus familias (con
las estatizaciones, a medida que desaparece la empresa
privada, crece el número de quienes ya son “empleados
públicos”).
Los más
interesantes son los grupos de gente desesperada que surgen
diariamente en todo el país con manifestaciones de protesta.
Jamás se les ve invocar el poder del voto-castigo o
mencionar a algún candidato opositor. La gente sabe, que el
voto-castigo ya no tiene curso con el gobierno. Conocedores
de la situación real, organizan protestas de calle y dirigen
a gritos sus peticiones “a Chávez”, o al ministro, o al
funcionario de turno. Este, a su vez, puede imponer sus
condiciones, puesto que a él se dirigen las peticiones. Si
en alguna de esas manifestaciones apareciera un candidato de
la oposición, se le vería como un estorbo, porque “la cosa”
es con el gobierno. La gente está clara que el candidato
opositor no le arregla su problema. Si por lo menos
apareciera un opositor que fuera a la fuente de todos los
problemas, pero hasta ahora, ninguno fue capaz de hacerlo
sin “desinflarse” en el camino.
La
debilidad del candidato de la oposición es reforzada por
unas leyes, especies de patentes de Corso que no cambian la
situación real vivida en los últimos tiempos, pero brindan
ahora una seudo “legalización”a los consuetudinarios abusos
oficiales. Mientras los juristas analizan las leyes y
observan que un gobernador o alcalde elegido, si es de la
oposición tendrá por encima de él a un funcionario nombrado
por el presidente, la gente hace tiempo sabe por experiencia
que una patrulla de guardias nacionales puede más que una
policía municipal.
Las campañas opositoras
¿A
quiénes piensa engañar el candidato de la oposición cuando
centra su campaña, como si se tratara de una democracia, en
promesas de vialidad, servicios, de todo lo que brinda a un
ciudadano una vida tranquila y placentera, cuando todos
saben que no hay vida tranquila posible?
Las
campañas políticas de los candidatos opositores, con sus
“acuerdos previos” entre partidos y el reñido reparto de
botellas vacías, transmiten dos mensajes: que los candidatos
viven en un pasado caduco y que subestiman a los votantes.
Claro que la gente quiere saber cómo les van a reparar la
carretera comunal o poner una luz en los escalones que
llevan al barrio, pero mucho más quieren saber cómo es que
se saca a todo el país del embrollo que llevó a que todas
las carreteras fuesen abandonadas y la luz se corta en la
mitad del país. Mientras las campañas políticas de los
candidatos de la oposición se limitan a olvidar la raíz de
los problemas, sus discursos carecerán de credibilidad.
Los inhabilitados
El
sistema de inhabilitar artificialmente al candidato opositor
para ganar elecciones, fue advertido y analizado en estas
mismas páginas cuando todavía nadie hablaba de ello. Al
igual que el sistema comunista que crea la escasez para
gobernar, las inhabilitaciones han sido aplicadas
institucionalmente en diversas dictaduras a lo largo de la
última década, con el fin de aparentar victorias electorales
que en realidad no lo fueron.
No se
constituyó a tiempo en Venezuela un frente común de todos
los demócratas con el fin – no de combatir, sino de evitar –
las inhabilitaciones. Al inhabilitado candidato Leopoldo
López, se le dejó combatir solo. Al seguro candidato a
gobernador del casi capitalino estado Miranda, Enrique
Mendoza, se le engañó hasta el último momento con promesas
de quitarle la inhabilitación y así neutralizaron la lucha
que hubiese podido librar. El estado Táchira, el municipio
Chacao, El Hatillo, la Alcaldía mayor de Caracas, están
dando aparatosas exhibiciones de partiduchos que en diez
años, nada aprendieron, nada olvidaron. ¿Qué pensarán los
vecinos que votan en estos lugares? Han de concluir que
están en presencia de fósiles políticos, a pesar de que los
dos partidos que mayor ceguera muestran, son los dos más
jóvenes según la fecha de su respectiva fundación.
Dos fósiles enfrentados
En
conclusión, también cosas de fósiles parecen ser las
campañas electorales de gobierno y oposición en la Venezuela
del 2008. Por parte del oficialismo, hay consciencia que el
país es otro y actúan en consecuencia, pero no se han dado
cuenta que el muro de Berlín cayó hace dos décadas. Olvidan
que son muchos los chavistas, que preferirían tener libertad
sin que se les encierre detrás de un muro.
Por
parte de la oposición, no entendieron que ya se encuentran
en un sistema comunista y tampoco parecen haber comprendido
que los muros de Berlín caen cuando hay el propósito y la
unidad para tumbarlos. No se les ve el propósito, menos la
unidad y sobre todo, es posible que ellos, en su ceguera, no
ven el muro que cada día recibe una nueva hilera de
ladrillos, y a medida que sube más alto, será más duro de
tumbar.
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Artículo
publicado originalmente en el semanario Zeta |