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El abismo
por Jurate Rosales
viernes, 18 enero 2008


Después de asumir Hugo Chávez el poder en febrero de 1999, hubo dos artículos publicados por la revista Zeta, que ahora son clave para explicar la actitud de Hugo Chávez en su relación con las FARC.

En uno de ellos, la revista publicaba el documento, fechado de agosto 1999, con la firma del entonces enlace de Chávez con la guerrilla y posteriormente Ministro del Interior, Ramón Rodríguez Chacín. Allí se enumeraban los puntos de entendimiento con la guerrilla colombiana. De inmediato, el para entonces novel gobierno de Chávez negó públicamente la existencia de dicho documento. (´Zeta Nr. 1434)

La segunda noticia, fue la llegada a Caracas del alto mando militar colombiano, encabezado por el General Fernando Tapia, Comandante de las Fuerzas Militares Colombianas. Venían en viaje de rutina, para renovar la firma de la colaboración de las fuerzas armadas de Colombia y Venezuela en materia de guerrilla. El homólogo venezolano de Tapia era el general Luis Amaya quien debía recibir a la delegación, pero irrumpió el presidente Chávez vistiendo uniforme militar e informó a los colombianos que el “Plan Operativo Vigente” no se volverá a firmar. (Zeta Nr.1316)

Cuando ahora, en el año 2008, Hugo Chávez pide al mundo quitar a las FARC su clasificación de “terroristas”, su solicitud parece estar consecuente con un plan de su presidencia elaborado desde 1999.

Por qué lo hace

Buscando una explicación a una actitud que se identifica públicamente con el terrorismo, los asesinatos y la tortura, que a todas luces no absorbe el significado de las evidencias y las pruebas, valdría la pena observar, (¿en consonancia con Rafael Poleo?), que en el caso de Hugo Chávez existe un peligroso fondo casi infantil en una cabeza que burbujea ajena a la vida real. Basta recordar una infinidad de frases presidenciales, desde sus “sueños en la casa azul” (Escuela Militar), hasta su entusiasmo por “el mar de la felicidad” y sus relatos de como anheló ser guerrillero para emular al Ché Guevara. También están los relatos de cómo fue monaguillo y soñó ser cura, o pelotero, o cantante, o pintor – lo que da la medida de la fertilidad imaginativa del personaje y su verborrea para contarlo.

En un plano más político que imaginativo, dos hombres hoy fallecidos, argentinos ambos, han hablado, cada uno en otros ámbitos y por otras razones, de la colaboración real que desde 1994 estableció Chávez con la guerrilla..

Norberto Ceresole, creador de esta teoría, acompañó a Chávez en 1994 a Caracas y Colombia, donde se reunieron con representantes de la hoy desaparecida guerrilla M-19. Creo recordar el relato de que Chávez y el grupo durmieron en catres de una sola habitación, alquilada en una pensión de Bogotá y pasaron la noche hablando de cómo cambiarán al mundo. Ceresole les explicaba que la meta sería crear un mundo multipolar, en contraste con la entonces existente interpretación de un mundo “unipolar” norteamericano.

Alberto Garrido, por su parte, siempre insistió que el plan de una revolución continental fue trazado mucho antes de que Chávez presentara su primera candidatura presidencial, la cual, según Garrido, recibió en 1997 el nombre de “ventana táctica” – interpretándola como una especie de paso intermedio antes de acometer la ejecución abierta de las metas estratégicas. También insistía Garrido, que la fase final estratégica prevista por Chávez, sería la guerra asimétrica continental contra Estados Unidos o contra Colombia, representante en este caso, del Plan Colombia y el Plan Patriota.

Estos antecedentes históricos, tácticos, estratégicos y psicológicos, quizás faciliten la explicación de algo a primera vista absurdo: un presidente que se sacrifica y decide inmolar a su país, para salvar en otra nación a unos asesinos comprobadamente torturadores, derrotados militarmente por el gobierno del país de ellos.

Normas asimétricas

Mucho antes de que se hablara de la guerra asimétrica, la penetración y desmoralización del enemigo como paso previo para vencerlo, formó parte de todos los escenarios de guerra. Es famosa la llamada “quinta columna” nazi, activada en Estados Unidos durante la Segunda Guerra mundial, en una época en que apenas se asomaba el poder de los medios de comunicación para influir en toda la población.

La primera gran guerra asimétrica en términos modernos, fue la de Viet Nam y allí jugó un papel decisivo en la derrota norteamericana la influencia de los medios de comunicación cuyos reportajes sobre las crueldades sufridas por los soldados, azuzaban a la opinión pública en un país donde funciona con gran eficacia el voto de censura. Desde entonces, se adelantó muchísimo en la capacidad técnica de difundir imágenes y noticias que a su vez producen reacciones masivas de la población. Tanto así, que en la primera guerra del golfo, el entonces jefe del Estado Mayor norteamericano, Colin Powell, declaró que para poder ganar la contienda, no se debía dar acceso periodístico a los escenarios de guerra.

Pasando a las FARC y al año 2008, tenemos que militarmente, esta guerrilla está derrotada en Colombia y su actual tabla de salvación es tratar de salvarse desatando una guerra mediática. Cuando una de las rehenes liberadas relató que para las fe de vida, a los presos les permitían escribir absolutamente todo lo que querían y les daban todo el papel que pedían, o cuando unas fotos “oficiales” tomadas aparentemente con una polaroid muestran las cadenas en el cuello de los presos, queda evidente que la meta de las FARC es producir en Colombia una reacción de la opinión pública.

Viendo el asunto bajo este ángulo, se explica el aparataje de la entrega de las dos rehenes – con Consuelo programada para iniciar en Colombia una “sensibilización” política de la opinión y Clara prevista para dar escenas de conmovedora entrega de un rehén niño (lo cual falló). Más aún se explica la entrega a través de las rehenes liberadas, de unas pruebas de vida que necesariamente producen una indignación nacional, paso previo para exigir una “paz” que no será tal. Lo que asombra, es que Hugo Chávez se haya dejado utilizar en esta cínica componenda y que profundice su involucramiento en lo que es una ofensiva de guerra, pidiendo una supuesta “paz” y la aceptación de “beligerancia” de las FARC, cuando de hecho, ellas ya están derrotadas.

De guerra se trata

Las metas de las FARC son claramente las de lograr oxígeno para sobrevivir. No están en condiciones de prestar apoyo alguno a los planes hemisféricos de Chávez y por el contrario, los destruyen, dado que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ya se pronunció contra los planteamientos “pro-FARC” de su homólogo venezolano. Tampoco parece tener vida la presunta idea de financiar una campaña presidencial de la senadora colombiana Piedad Córdoba para entrar a través de ella en el Palacio de Nariño. A Córdoba, su propio partido la acaba de desautorizar por boca de César Gaviria.

Lo que sí es la realidad cruda y simple, es que al prestar apoyo y albergue en Venezuela a la derrotada FARC, Chávez importa una guerra a cambio de cero beneficios para sus planes.
Las FARC han estado sumidas en una guerra sangrienta, despiadada y sin cuartel desde hace 43 años y han montado un gigantesco negocio del narcotráfico. No sólo están imposibilitados por los hechos a acogerse a paz alguna, sino que empezaron una nueva ofensiva, la de debilitar al gobierno de Álvaro Uribe. Chávez es el pertrecho que utilizan en el ataque, un objeto que luego se continua utilizando, se remodela, o se bota a voluntad.

Aislado internacionalmente, rechazado por los venezolanos, Chávez, al no tener marcha atrás, se convierte en un rehén político de las FARC, forzado a entrar – él, Venezuela y todos los venezolanos – en una guerra que no es la suya y será mortífera como todas las guerras.

Lo increíble es que Chávez lo hizo por voluntad propia.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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