Después
de asumir Hugo Chávez el poder en febrero de 1999, hubo dos
artículos publicados por la revista Zeta, que ahora son
clave para explicar la actitud de Hugo Chávez en su relación
con las FARC.
En uno
de ellos, la revista publicaba el documento, fechado de
agosto 1999, con la firma del entonces enlace de Chávez con
la guerrilla y posteriormente Ministro del Interior, Ramón
Rodríguez Chacín. Allí se enumeraban los puntos de
entendimiento con la guerrilla colombiana. De inmediato, el
para entonces novel gobierno de Chávez negó públicamente la
existencia de dicho documento. (´Zeta Nr. 1434)
La
segunda noticia, fue la llegada a Caracas del alto mando
militar colombiano, encabezado por el General Fernando
Tapia, Comandante de las Fuerzas Militares Colombianas.
Venían en viaje de rutina, para renovar la firma de la
colaboración de las fuerzas armadas de Colombia y Venezuela
en materia de guerrilla. El homólogo venezolano de Tapia era
el general Luis Amaya quien debía recibir a la delegación,
pero irrumpió el presidente Chávez vistiendo uniforme
militar e informó a los colombianos que el “Plan Operativo
Vigente” no se volverá a firmar. (Zeta Nr.1316)
Cuando
ahora, en el año 2008, Hugo Chávez pide al mundo quitar a
las FARC su clasificación de “terroristas”, su solicitud
parece estar consecuente con un plan de su presidencia
elaborado desde 1999.
Por qué lo hace
Buscando una explicación a una actitud que se identifica
públicamente con el terrorismo, los asesinatos y la tortura,
que a todas luces no absorbe el significado de las
evidencias y las pruebas, valdría la pena observar, (¿en
consonancia con Rafael Poleo?), que en el caso de Hugo
Chávez existe un peligroso fondo casi infantil en una cabeza
que burbujea ajena a la vida real. Basta recordar una
infinidad de frases presidenciales, desde sus “sueños en la
casa azul” (Escuela Militar), hasta su entusiasmo por “el
mar de la felicidad” y sus relatos de como anheló ser
guerrillero para emular al Ché Guevara. También están los
relatos de cómo fue monaguillo y soñó ser cura, o pelotero,
o cantante, o pintor – lo que da la medida de la fertilidad
imaginativa del personaje y su verborrea para contarlo.
En un
plano más político que imaginativo, dos hombres hoy
fallecidos, argentinos ambos, han hablado, cada uno en otros
ámbitos y por otras razones, de la colaboración real que
desde 1994 estableció Chávez con la guerrilla..
Norberto Ceresole, creador de esta teoría, acompañó a Chávez
en 1994 a Caracas y Colombia, donde se reunieron con
representantes de la hoy desaparecida guerrilla M-19. Creo
recordar el relato de que Chávez y el grupo durmieron en
catres de una sola habitación, alquilada en una pensión de
Bogotá y pasaron la noche hablando de cómo cambiarán al
mundo. Ceresole les explicaba que la meta sería crear un
mundo multipolar, en contraste con la entonces existente
interpretación de un mundo “unipolar” norteamericano.
Alberto
Garrido, por su parte, siempre insistió que el plan de una
revolución continental fue trazado mucho antes de que Chávez
presentara su primera candidatura presidencial, la cual,
según Garrido, recibió en 1997 el nombre de “ventana
táctica” – interpretándola como una especie de paso
intermedio antes de acometer la ejecución abierta de las
metas estratégicas. También insistía Garrido, que la fase
final estratégica prevista por Chávez, sería la guerra
asimétrica continental contra Estados Unidos o contra
Colombia, representante en este caso, del Plan Colombia y el
Plan Patriota.
Estos
antecedentes históricos, tácticos, estratégicos y
psicológicos, quizás faciliten la explicación de algo a
primera vista absurdo: un presidente que se sacrifica y
decide inmolar a su país, para salvar en otra nación a unos
asesinos comprobadamente torturadores, derrotados
militarmente por el gobierno del país de ellos.
Normas asimétricas
Mucho
antes de que se hablara de la guerra asimétrica, la
penetración y desmoralización del enemigo como paso previo
para vencerlo, formó parte de todos los escenarios de
guerra. Es famosa la llamada “quinta columna” nazi, activada
en Estados Unidos durante la Segunda Guerra mundial, en una
época en que apenas se asomaba el poder de los medios de
comunicación para influir en toda la población.
La
primera gran guerra asimétrica en términos modernos, fue la
de Viet Nam y allí jugó un papel decisivo en la derrota
norteamericana la influencia de los medios de comunicación
cuyos reportajes sobre las crueldades sufridas por los
soldados, azuzaban a la opinión pública en un país donde
funciona con gran eficacia el voto de censura. Desde
entonces, se adelantó muchísimo en la capacidad técnica de
difundir imágenes y noticias que a su vez producen
reacciones masivas de la población. Tanto así, que en la
primera guerra del golfo, el entonces jefe del Estado Mayor
norteamericano, Colin Powell, declaró que para poder ganar
la contienda, no se debía dar acceso periodístico a los
escenarios de guerra.
Pasando
a las FARC y al año 2008, tenemos que militarmente, esta
guerrilla está derrotada en Colombia y su actual tabla de
salvación es tratar de salvarse desatando una guerra
mediática. Cuando una de las rehenes liberadas relató que
para las fe de vida, a los presos les permitían escribir
absolutamente todo lo que querían y les daban todo el papel
que pedían, o cuando unas fotos “oficiales” tomadas
aparentemente con una polaroid muestran las cadenas en el
cuello de los presos, queda evidente que la meta de las FARC
es producir en Colombia una reacción de la opinión pública.
Viendo
el asunto bajo este ángulo, se explica el aparataje de la
entrega de las dos rehenes – con Consuelo programada para
iniciar en Colombia una “sensibilización” política de la
opinión y Clara prevista para dar escenas de conmovedora
entrega de un rehén niño (lo cual falló). Más aún se explica
la entrega a través de las rehenes liberadas, de unas
pruebas de vida que necesariamente producen una indignación
nacional, paso previo para exigir una “paz” que no será tal.
Lo que asombra, es que Hugo Chávez se haya dejado utilizar
en esta cínica componenda y que profundice su
involucramiento en lo que es una ofensiva de guerra,
pidiendo una supuesta “paz” y la aceptación de
“beligerancia” de las FARC, cuando de hecho, ellas ya están
derrotadas.
De guerra se trata
Las
metas de las FARC son claramente las de lograr oxígeno para
sobrevivir. No están en condiciones de prestar apoyo alguno
a los planes hemisféricos de Chávez y por el contrario, los
destruyen, dado que el presidente de Ecuador, Rafael Correa,
ya se pronunció contra los planteamientos “pro-FARC” de su
homólogo venezolano. Tampoco parece tener vida la presunta
idea de financiar una campaña presidencial de la senadora
colombiana Piedad Córdoba para entrar a través de ella en el
Palacio de Nariño. A Córdoba, su propio partido la acaba de
desautorizar por boca de César Gaviria.
Lo que
sí es la realidad cruda y simple, es que al prestar apoyo y
albergue en Venezuela a la derrotada FARC, Chávez importa
una guerra a cambio de cero beneficios para sus planes.
Las FARC han estado sumidas en una guerra sangrienta,
despiadada y sin cuartel desde hace 43 años y han montado un
gigantesco negocio del narcotráfico. No sólo están
imposibilitados por los hechos a acogerse a paz alguna, sino
que empezaron una nueva ofensiva, la de debilitar al
gobierno de Álvaro Uribe. Chávez es el pertrecho que
utilizan en el ataque, un objeto que luego se continua
utilizando, se remodela, o se bota a voluntad.
Aislado
internacionalmente, rechazado por los venezolanos, Chávez,
al no tener marcha atrás, se convierte en un rehén político
de las FARC, forzado a entrar – él, Venezuela y todos los
venezolanos – en una guerra que no es la suya y será
mortífera como todas las guerras.
Lo
increíble es que Chávez lo hizo por voluntad propia.
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Artículo
publicado originalmente en el semanario Zeta |