Los
venezolanos nunca saben si Chávez cree realmente lo que
dice, pero los chavólogos afirman que Hugo es sincero en su
intención de llevar Venezuela al “mar de la felicidad”
cubano. Lo dijo durante su primera visita a Cuba, cuando
apenas era candidato y lo ha repetido. No era un rumbo fácil
y muchas vueltas ha tenido que dar desde entonces.
Más
allá de los vaivenes, el “mar de la felicidad” es la fórmula
de una presidencia eterna. Es posiblemente lo primero que
vio Chávez en el caso cubano: el sistema comunista reposa
sobre la permanencia del dictador en el poder. Un sistema
apoyado en la represión y el culto a la persona del
gobernante no permite jugar a los cambios. Fidel Castro lo
vio con absoluta claridad y en su caso, el sistema funcionó,
igual como había funcionado para Tito en Yugoslavia,
Ceaucescu en Rumania, Pol Pot en Cambodia y una larguísima
lista de otros “eternos”.
Chávez
también debe haberlo visto, pero llegó tarde al club y las
inscripciones están cerradas. No basta como antes,
declararse súbdito de la Unión Soviética y cobijarse bajo su
manto. La Unión Soviética no existe y lo que hay, es una
comunidad internacional firmante de declaraciones de
derechos humanos y cartas democráticas.
Chávez
debe vivir en su época, pero quiere volver a la de Fidel.
Sus aparentes contradicciones, retrocesos “tácticos” y
avances “estratégicos”, se explican por la necesidad de
combinar dos conceptos tan incompatibles, como democracia y
comunismo. El drama de Chávez es que está atrapado en una
insoluble contradicción.
* * *
La
dictadura cubana debe gran parte de su longevidad a la
ausencia de una prensa libre. Un momento simbólico fue el
suicidio en 1969 del director de la revista Bohemia, Miguel
Ángel Quevedo, cuya inolvidable carta de despedida marcó el
fin de la libertad de palabra en la isla. Le fue fácil a
Fidel cerrar su país a los vientos del mundo, igual como en
Europa del Este el régimen rojo montó su telón de acero para
aislar a millones de seres humanos. Que Fidel todavía se
cree en los años ’60, acaba de demostrarlo cuando arremetió
el mes pasado contra la bloguera cubana Yoani Sánchez, sin
entender que en la red mundial millones de personas leen a
Yoani, mientras que sólo una minoría ve las cartas de Fidel
en el único periódico de la isla.
Hugo
Chávez hizo enormes esfuerzos para someter los venezolanos a
una sola voz de información. Gastó millardos en estaciones
de radios comunitarias, compró periódicos, fundó otros,
dominó plantas televisivas, se apoderó por la fuerza de la
señal libre de RCTV, limitó la señal de Globovisión, lanzó
bandas armadas contra los periodistas. La tecnología lo
derrotó. RCTV Internacional creció exponencialmente, Marcel
Granier no se suicidó como Quevedo. Los venezolanos disponen
de ventanas informativas y las utilizan.
Chávez
creyó actualizarse encadenando a los medios radioeléctricos.
Su esfuerzo es anulado por el cable, el Internet y hasta los
teléfonos celulares con sus pantallas, programas y mensajes
de texto son utilizados durante el tiempo de las cadenas.
* * *
No
menos tormentosa ha sido la vía escogida para eliminar la
propiedad privada. Chávez atacó primero al sector rural y
luego pasó a las industrias. La ley de tierras, destructora
de la producción agrícola y pecuaria, fue impuesta sin
mayores percances, porque los medios capitalinos no la
notaron ni la denunciaron.
Entretanto, hubo una larga y planificada preparación para
arremeter contra las industrias. Fueron creados centenares
de “sindicatos rojos”, destinados a minar desde adentro a la
empresa privada. El método funcionó, su primera víctima fue
Venepal y la más reciente, Sidor.
En los
antiguos regímenes comunistas la eliminación de la propiedad
privada tenía el doble propósito de colocar todos los
bienes, tierras incluidas, en manos del gobierno para que la
totalidad de la población tenga que depender de las dádivas
oficiales. En los años formativos de la Unión Soviética,
Stalin utilizó la destrucción de la producción agrícola para
convertir al Estado en el único dispensador de comida y
sometió a la población por medio del hambre. Eran medidas
estructurales para dar mayor poder al dictador. Igual hizo
Fidel Castro.
Chávez,
como buen alumno, siguió el manual, pero todavía no ha
dominado el arte de producir un 99% de votos a su favor. Es
él quien depende de la gente, no es la gente que depende de
él y esto le impide utilizar el arma del hambre. Destruye la
producción, pero debe importar.
* * *
Al hablar de elecciones, pasamos a otro problema de los
nuevos tiempos. No hay duda que antes del 2 de diciembre
2007, Chávez ya se creía liberado de esa preocupación y
estaba seguro de poder producir el resultado electoral
prefabricado en el Consejo Nacional Electoral. Cuando
inesperadamente Chávez aceptó su derrota electoral en
diciembre, Stalin debe haberse revolcado en su tumba y Fidel
casi se muere, tan indignados deben haber sido por el
performance del alumno.
No se
trata de indagar si la Fuerza Armada impuso el
reconocimiento de los resultados cuya verdadera cifra,
aparentemente catastrófica para Chávez, sigue sin
proclamarse seis meses después de los comicios. Se trata de
que contrariamente de sus predecesores en el comunismo,
Chávez no pudo prescindir de unas elecciones ni le ha sido
posible disfrazarlas cuando el voto fue abrumador.
Hay un
interesante termómetro que permite medir el “despertar” de
Chávez a la realidad electoral. Antes del 2/D, la propaganda
y el verbo de Chávez ya eran copia fiel del lenguaje en las
dictaduras comunistas, que suelen describir una realidad
nacional inexistente, con un discurso dirigido
exclusivamente al público internacional. La razón es simple:
la población sabe que el gobierno miente, pero su opinión no
importa, porque su voto ha sido garantizado por otras vías.
En cambio la opinión pública internacional no puede
dominarse por la fuerza y debe recibir la imagen de un
gobierno igualitario, amigo de los pobres, etc. etc. etc. Es
el sistema de las dictaduras comunistas. Chávez ya lo estaba
aplicando.
Después
del 2 de diciembre, el discurso chavista da un vuelco. En
noviembre pasado, el ministro del interior falsificaba
fríamente las cifras de asesinatos, el de salud había
prohibido llevar el registro de las enfermedades, el de
vivienda esgrimía casas virtuales y Hugo Chávez alababa la
abundancia de comida en las ventas populares de Mercal. Hoy,
hay otro discurso. El ministro del interior “lucha” contra
la delincuencia, el de salud reconoce que hay una epidemia
de paperas (¡por falta de vacunas!), el de vivienda promete
dar respuesta a los sempiternos damnificados y para la
comida, en vez de Mercal, crean Pdval para dar “la batalla
alimentaria”.
Un
detalle es inequívoco. Es imposible que Chávez, en sus “Aló
Presidente” no supiera o no se haya dado cuenta, que
pregonaba productos traídos el día anterior a unas presuntas
fábricas de esos rubros o que inauguraba una casa amueblada
con enseres prestados que serían retirados al día siguiente.
No le importaba ser parte del fraude mediático que
evidentemente conocían todos los asistentes y los vecinos
del lugar, pero que se transmitía a través de Telesur en el
resto de América. Sin embargo en los últimos meses, Chávez
ha cambiado a última hora el lugar de varios “Aló
presidente” y se ha negado a aparecer en escenarios donde
existía la posibilidad de igual impostura. Los vecinos, son
ahora más importantes que la audiencia internacional de
Telesur. Las presiones nacionales e internacionales por una
democracia y elecciones libres, si bien son combatidas, ya
no pueden ser ignoradas como antaño las ignoraba Fidel.
* * *
Chávez
no ha abandonado la pelea ni Fidel ha dejado de influir en
lo que ocurre en Venezuela. El salto atrás en su plan,
ocurrido a partir del 2/D, posiblemente no sea comprendido
por él en su verdadera dimensión. Ni Hugo ni Fidel parecen
aceptar las razones profundas de su fracaso. Los indicios
son que culparon a la Fuerza Armada Venezolana por su
pronunciamiento del 2/D.
El
desfile del pasado 24 de junio, Día del Ejército, mostró el
creciente espacio que Chávez intenta dar a una fuerza armada
paralela, formada por “reservistas” y “voluntarios”. Los
próximos ascensos se anuncian como un mecanismo de
sustitución. Sin embargo, también en el aspecto militar, la
realidad es distinta a lo que persigue Chávez. Las bandas
cuidadosamente armadas y entrenadas, escapan al control, por
lo menos del ministro del interior, dando lugar a sordas
luchas internas. La FAN puede revertírsele a Chávez en
cualquier momento, como ya lo hizo el 2/D. Los reservistas
están más interesados en la mesada que en la “marchada”.
Pareciera que Chávez depende para su seguridad de los
importados cubanos y desconfía de los venezolanos.
Es como
si con la Fuerza Armada, ocurriera lo mismo que con la
propiedad privada, los medios de comunicación, las
elecciones y la política nacional: mientras más cree Hugo
haberlos amarrado, más se le deslizan de entre las manos.
Chávez creyó construir el socialismo del siglo XXI y lo
atraparon las realidades del siglo XXI.
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Artículo
publicado originalmente en el semanario Zeta |