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Hugo, llegaste tarde
por Jurate Rosales
viernes, 4 julio 2008


Los venezolanos nunca saben si Chávez cree realmente lo que dice, pero los chavólogos afirman que Hugo es sincero en su intención de llevar Venezuela al “mar de la felicidad” cubano. Lo dijo durante su primera visita a Cuba, cuando apenas era candidato y lo ha repetido. No era un rumbo fácil y muchas vueltas ha tenido que dar desde entonces.

Más allá de los vaivenes, el “mar de la felicidad” es la fórmula de una presidencia eterna. Es posiblemente lo primero que vio Chávez en el caso cubano: el sistema comunista reposa sobre la permanencia del dictador en el poder. Un sistema apoyado en la represión y el culto a la persona del gobernante no permite jugar a los cambios. Fidel Castro lo vio con absoluta claridad y en su caso, el sistema funcionó, igual como había funcionado para Tito en Yugoslavia, Ceaucescu en Rumania, Pol Pot en Cambodia y una larguísima lista de otros “eternos”.

Chávez también debe haberlo visto, pero llegó tarde al club y las inscripciones están cerradas. No basta como antes, declararse súbdito de la Unión Soviética y cobijarse bajo su manto. La Unión Soviética no existe y lo que hay, es una comunidad internacional firmante de declaraciones de derechos humanos y cartas democráticas.

Chávez debe vivir en su época, pero quiere volver a la de Fidel. Sus aparentes contradicciones, retrocesos “tácticos” y avances “estratégicos”, se explican por la necesidad de combinar dos conceptos tan incompatibles, como democracia y comunismo. El drama de Chávez es que está atrapado en una insoluble contradicción.

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La dictadura cubana debe gran parte de su longevidad a la ausencia de una prensa libre. Un momento simbólico fue el suicidio en 1969 del director de la revista Bohemia, Miguel Ángel Quevedo, cuya inolvidable carta de despedida marcó el fin de la libertad de palabra en la isla. Le fue fácil a Fidel cerrar su país a los vientos del mundo, igual como en Europa del Este el régimen rojo montó su telón de acero para aislar a millones de seres humanos. Que Fidel todavía se cree en los años ’60, acaba de demostrarlo cuando arremetió el mes pasado contra la bloguera cubana Yoani Sánchez, sin entender que en la red mundial millones de personas leen a Yoani, mientras que sólo una minoría ve las cartas de Fidel en el único periódico de la isla.

Hugo Chávez hizo enormes esfuerzos para someter los venezolanos a una sola voz de información. Gastó millardos en estaciones de radios comunitarias, compró periódicos, fundó otros, dominó plantas televisivas, se apoderó por la fuerza de la señal libre de RCTV, limitó la señal de Globovisión, lanzó bandas armadas contra los periodistas. La tecnología lo derrotó. RCTV Internacional creció exponencialmente, Marcel Granier no se suicidó como Quevedo. Los venezolanos disponen de ventanas informativas y las utilizan.

Chávez creyó actualizarse encadenando a los medios radioeléctricos. Su esfuerzo es anulado por el cable, el Internet y hasta los teléfonos celulares con sus pantallas, programas y mensajes de texto son utilizados durante el tiempo de las cadenas.

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No menos tormentosa ha sido la vía escogida para eliminar la propiedad privada. Chávez atacó primero al sector rural y luego pasó a las industrias. La ley de tierras, destructora de la producción agrícola y pecuaria, fue impuesta sin mayores percances, porque los medios capitalinos no la notaron ni la denunciaron.

Entretanto, hubo una larga y planificada preparación para arremeter contra las industrias. Fueron creados centenares de “sindicatos rojos”, destinados a minar desde adentro a la empresa privada. El método funcionó, su primera víctima fue Venepal y la más reciente, Sidor.

En los antiguos regímenes comunistas la eliminación de la propiedad privada tenía el doble propósito de colocar todos los bienes, tierras incluidas, en manos del gobierno para que la totalidad de la población tenga que depender de las dádivas oficiales. En los años formativos de la Unión Soviética, Stalin utilizó la destrucción de la producción agrícola para convertir al Estado en el único dispensador de comida y sometió a la población por medio del hambre. Eran medidas estructurales para dar mayor poder al dictador. Igual hizo Fidel Castro.

Chávez, como buen alumno, siguió el manual, pero todavía no ha dominado el arte de producir un 99% de votos a su favor. Es él quien depende de la gente, no es la gente que depende de él y esto le impide utilizar el arma del hambre. Destruye la producción, pero debe importar.

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Al hablar de elecciones, pasamos a otro problema de los nuevos tiempos. No hay duda que antes del 2 de diciembre 2007, Chávez ya se creía liberado de esa preocupación y estaba seguro de poder producir el resultado electoral prefabricado en el Consejo Nacional Electoral. Cuando inesperadamente Chávez aceptó su derrota electoral en diciembre, Stalin debe haberse revolcado en su tumba y Fidel casi se muere, tan indignados deben haber sido por el performance del alumno.

No se trata de indagar si la Fuerza Armada impuso el reconocimiento de los resultados cuya verdadera cifra, aparentemente catastrófica para Chávez, sigue sin proclamarse seis meses después de los comicios. Se trata de que contrariamente de sus predecesores en el comunismo, Chávez no pudo prescindir de unas elecciones ni le ha sido posible disfrazarlas cuando el voto fue abrumador.

Hay un interesante termómetro que permite medir el “despertar” de Chávez a la realidad electoral. Antes del 2/D, la propaganda y el verbo de Chávez ya eran copia fiel del lenguaje en las dictaduras comunistas, que suelen describir una realidad nacional inexistente, con un discurso dirigido exclusivamente al público internacional. La razón es simple: la población sabe que el gobierno miente, pero su opinión no importa, porque su voto ha sido garantizado por otras vías. En cambio la opinión pública internacional no puede dominarse por la fuerza y debe recibir la imagen de un gobierno igualitario, amigo de los pobres, etc. etc. etc. Es el sistema de las dictaduras comunistas. Chávez ya lo estaba aplicando.

Después del 2 de diciembre, el discurso chavista da un vuelco. En noviembre pasado, el ministro del interior falsificaba fríamente las cifras de asesinatos, el de salud había prohibido llevar el registro de las enfermedades, el de vivienda esgrimía casas virtuales y Hugo Chávez alababa la abundancia de comida en las ventas populares de Mercal. Hoy, hay otro discurso. El ministro del interior “lucha” contra la delincuencia, el de salud reconoce que hay una epidemia de paperas (¡por falta de vacunas!), el de vivienda promete dar respuesta a los sempiternos damnificados y para la comida, en vez de Mercal, crean Pdval para dar “la batalla alimentaria”.

Un detalle es inequívoco. Es imposible que Chávez, en sus “Aló Presidente” no supiera o no se haya dado cuenta, que pregonaba productos traídos el día anterior a unas presuntas fábricas de esos rubros o que inauguraba una casa amueblada con enseres prestados que serían retirados al día siguiente. No le importaba ser parte del fraude mediático que evidentemente conocían todos los asistentes y los vecinos del lugar, pero que se transmitía a través de Telesur en el resto de América. Sin embargo en los últimos meses, Chávez ha cambiado a última hora el lugar de varios “Aló presidente” y se ha negado a aparecer en escenarios donde existía la posibilidad de igual impostura. Los vecinos, son ahora más importantes que la audiencia internacional de Telesur. Las presiones nacionales e internacionales por una democracia y elecciones libres, si bien son combatidas, ya no pueden ser ignoradas como antaño las ignoraba Fidel.

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Chávez no ha abandonado la pelea ni Fidel ha dejado de influir en lo que ocurre en Venezuela. El salto atrás en su plan, ocurrido a partir del 2/D, posiblemente no sea comprendido por él en su verdadera dimensión. Ni Hugo ni Fidel parecen aceptar las razones profundas de su fracaso. Los indicios son que culparon a la Fuerza Armada Venezolana por su pronunciamiento del 2/D.

El desfile del pasado 24 de junio, Día del Ejército, mostró el creciente espacio que Chávez intenta dar a una fuerza armada paralela, formada por “reservistas” y “voluntarios”. Los próximos ascensos se anuncian como un mecanismo de sustitución. Sin embargo, también en el aspecto militar, la realidad es distinta a lo que persigue Chávez. Las bandas cuidadosamente armadas y entrenadas, escapan al control, por lo menos del ministro del interior, dando lugar a sordas luchas internas. La FAN puede revertírsele a Chávez en cualquier momento, como ya lo hizo el 2/D. Los reservistas están más interesados en la mesada que en la “marchada”. Pareciera que Chávez depende para su seguridad de los importados cubanos y desconfía de los venezolanos.

Es como si con la Fuerza Armada, ocurriera lo mismo que con la propiedad privada, los medios de comunicación, las elecciones y la política nacional: mientras más cree Hugo haberlos amarrado, más se le deslizan de entre las manos. Chávez creyó construir el socialismo del siglo XXI y lo atraparon las realidades del siglo XXI.
 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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