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La disidencia en el PSUV
por Jurate Rosales
viernes, 2 mayo 2008


Lo que vive actualmente en Venezuela el chavismo duro, podría llamarse Ruptura del 2008. En los predios de la izquierda venezolana, el término no es nuevo, fue acuñado en otras circunstancias y en otra época, cuando en Ruptura militaba el joven Adán Chávez y atraía a ese movimiento al cadete Hugo.

Quienes “rompen” actualmente, no se separan del pensamiento de la izquierda, sino que rechazan sus procedimientos y se acogen a los del enemigo, como lo sería presentarse en unos comicios democráticos. Con ello colocan el chavismo sobre una base de hechos reales en la política, en el poder y el sacrosanto dinero. Esta trasmutación a un mundo de verdades concretas es lo más grave que podía pasarle a Chávez cuyo ascendente sobre las masas reposa sobre una ilusión colectiva.

El partido Podemos, los candidatos expulsados del PSUV y el pueblo chavista que votó contra la Reforma Constitucional tienen un rasgo común peligrosísimo para Chávez: han desenmascarado la ficción de sus propuestas sin atacar de frente el nexo afectivo entre el líder y las masas. Es como quitar el andamio, y dejar al pintor flotando en el aire.

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La relación de Chávez con la gente que ha creído en él, escapa a la tradicional medición de un gobierno bueno o malo. Si estuviesemos en una democracia normal, el colosal desastre en materias como la seguridad personal, la inflación, el desempleo, la vivienda, la vialidad, la ausencia de justicia, la impunidad de los delincuentes, las invasiones de la propiedad privada, una gigantesca corrupción y últimamente la escasez de alimentos de primera necesidad, hubieran sido más que suficientes para forzar la renuncia de cualquier gobernante, pero con Chávez esto no ocurrió.

El dinero para comprar voluntades y conciencias sigue funcionando con una fracción del chavismo patria o muerte. En esto Chávez no difiere de otros regímenes que utilizan la prebenda, pero con él, lo especial no son los boliburgueses, sino la parte del pueblo que incluso ahora, guarda la nostalgia de amores pasados. Ya no lo ama como antes, pero se resiste a plantear el divorcio.

Las reglas de juego que Chávez estableció desde su primer año de gobierno, se anclaron en dos vertientes psicológicas. La primera fue crear en la gente el sentido de pertenencia a un grupo que persigue una meta superior y que fueron, por etapas, los círculos, las misiones y las comunas. La segunda, más profunda y duradera, fue dotar a esa gente de un lenguaje diseñado para crear compromisos emocionales independientes de la realidad y por lo tanto, inmunes a lo que ocurra en esa realidad.

El Estado fue llamado “bolivariano”, marcando una gesta heroica que exige del ciudadano los mayores sacrificios. Los ciudadanos dejaron de ser unos civiles a los que el gobierno debe brindar seguridad social, bienestar económico, servicios que funcionen y policías que los protejan. En el vocabulario de Hugo Chávez, los habitantes de Venezuela son ahora unos “combatientes” organizados en “batallones”. No saludan deseando un “buen día”, sino amenazando con “patria, socialismo o muerte, venceremos”. Para insultar, en vez del tradicional C de su M, a los “enemigos” se les grita que son “lacayos del imperio”.

El vocabulario crea un mundo ficticio y unos compromisos ajenos a las necesidades reales. La oposición democrática tradicional, al burlarse del nuevo idioma que ella no entiende ni acepta, cortó su comunicación con una parte de la población. En cambio el chavismo de la ruptura, domina ambos idiomas. Su rol será servir de traductor.

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En su primera campaña, Hugo Chávez utilizó el juramento para crear el vínculo de dependencia que le era necesario. El adepto juraba “ser siempre leal al pensamiento del Libertador Simón Bolívar”. Según la “Declaración Fundamental de los Círculos Bolivarianos”, se ingresaba en el círculo “por libre voluntad bolivariana”, para participar de “las luchas emancipadoras de todos nuestros pueblos hermanos de América Latina y del Caribe”.
En su campaña del Referendo Revocatorio 2004, Chávez dio la más clara evidencia de su talento para crear escenarios y construir situaciones ficticias. En un show cronometrado al más mínimo detalle, Chávez apareció en cadena nacional, en medio de un decorado meticulosamente estudiado, caminando en unos salones de Miraflores acomodados para evocar siglos anteriores, parándose junto al busto del personaje histórico que quería realzar. Hablaba de la batalla de Santa Inés ganada por Zamora y la dio como ejemplo de lo que será su campaña para ganar el Referendo Revocatorio. Se refería a uno de los más brutales episodios montoneros del siglo antepasado. Simultáneamente, creaba “las Misiones” y las lanzaba a su propia “batalla de Santa Inés”.

La ficción era doble: además del transplante a otra época, se traicionaba la verdad histórica: un bandido era el héroe a imitar, el arrebato de tierras a sus propietarios legítimos el ejemplo a seguir.

Esa inversión de valores ha sido el arma y la debilidad del chavismo. En el lenguaje oficial, los pistoleros son defensores del Estado legítimo, las FARC son la esperanza del pueblo colombiano, el militar institucional es “un cobarde y un burro” (sic), Estados Unidos no es el mejor cliente del petróleo, sino “el imperio” que se combatirá creando “un Vietnam en Bolivia” (sic,sic), la mejor fuente de producción no es la finca cuyo dueño trabaja de sol a sol, sino un fundo zamorano cuya gente cobró y huyó. La corrupción no se denuncia, se protege. Los jueces no juzgan, obedecen. La policía no persigue a los delincuentes, acusa a los inocentes.

Cada domingo, el programa “Aló Presidente” se desarrolla en un escenario distinto, artísticamente preparado, frente a unos actores de relleno escogidos para que no desentonen. Chávez aparece inaugurando empresas fantasmas, siembra maíz en un campo baldío, muestra productos “endógenos” apresuradamente traídos del exterior para aparentar. El discurso repite palabras cuyo significado ha sido invertido, los damnificados son llamados “dignificados”, se ignora la inmensa feligresía venida a rezar en el acto de beatificación de la segunda santa venezolana, pero a esa misma hora en el Aló Presidente que transmite en vivo el canal del Estado, se utilizan niños y el nombre de Cristo para promocionar un curriculo escolar que la nación rechazó en un reciente referendo. En nombre de Cristo, será creado “el hombre nuevo”, calcado en el modelo soviético-cubano.

El chavismo de la Ruptura no ha tocado el vínculo creado por el juramento, por el sueldo que paga la misión o por la esperanza de recibir una casa. Llama la atención el cuidado con el que los disidentes rojos tratan la persona de Chávez. La Ruptura se limitó estrictamente a rechazar la inversión de valores para volver a un mundo real y esto es demoledor.

La Ruptura denuncia una economía encarecida por el dólar paralelo, mientras se mantiene un inútil control de cambio. Está consciente que los precios controlados produjeron la escasez de alimentos. Sabe que los cálculos de la inflación, el desempleo, la pobreza y el costo de vida son cambiados a “otros parámetros” para disfrazarlos mejor. Observa que la deuda crece y que la esconden bajo el nombre de “emisión de bonos”. Cuando Chávez llegó al extremo de presentar una presidencia indefinida y una constitución castrista como el paraíso por conquistar, la mentira fue demasiado gruesa. La Ruptura la desenmascaró y abrió un dique que se lleva por delante todas las mentiras juntas salvo una: la de Chávez redentor.

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Recapacitando el avance del chavismo en estos diez años, vemos que Chávez ha seguido la norma natural de cualquier régimen que emprende el camino de una dictadura. El juramento que utilizó con los círculos, es el método nazi; la ideologización bolivariana es similar al tema de la antigua Roma en el fascismo italiano; las promesas de un futuro que nunca llega, era propio del marxismo soviético; el saludo “venceremos” es fidelista. La instauración de una policía nacional acoplada con unas reservas devenidas en guardia pretoriana, es la S.A. doblada de la S.S. nazi. La DIM con sus tentáculos de espionaje en la Fuerzas Armada, son los “politruk” que espiaban en la Unión Soviética a los oficiales del Ejercito Rojo. Chávez no ha inventado nada nuevo.

Le faltaba rematar esta larga labor con la aprobación de la Reforma Constitucional, que le garantizaría la presidencia indefinida y el marco legal de una dictadura.

En el referendo del 2 de diciembre para aprobar la reforma constitucional, el pueblo chavista dijo NO e inició la etapa de la Ruptura.

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Actualmente, las opciones de Chávez son pocas. El vínculo afectivo, si bien permanece, ha perdido vigor y lo que le queda, es comprar a la gente o reprimirla. Las medidas que está tomando parecen preparar ambos escenarios.

La recién aprobada Ley de Ganancia Súbita le brinda los millardos de dólares necesarios para financiar los círculos comunales, encargados a su vez de convencer a los votantes en las próximas elecciones regionales. La policía nacional es creada para reprimir a una población inquieta. La destrucción de la Fuerza Armada Nacional, anunciada abiertamente por el Ministro de la Defensa, es para eliminar un cuerpo que cree todavía en valores democráticos. Los reservistas son entrenados y armados, para sustituir a la FAN. Pero en todos esos cuerpos con los que cuenta Chávez para permanecer en el poder, germina la semilla de la Ruptura.

Chávez se está acercando al último acto de un drama donde él ha sido el guionista, actor, director y decorador. Los primeros actos fueron de retórica. El último es de acción y desenlace.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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