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La leche
por Jurate Rosales
miércoles, 21 noviembre 2007


“En Venezuela no se consigue azúcar ni leche”, le digo a un amigo en Lituania. “Eso lo conocimos nosotros en todos los años en que vivimos bajo el comunismo,” – me contesta el amigo. En ese viaje, no hubo en Lituania una sola persona, que, al preguntar sobre Venezuela, no me respondiera de la misma manera: “Eso lo conocimos nosotros”.

Allá, la gente sabe que tan pronto se sacudieron el comunismo en una fecha que todos recuerdan – el 11 de marzo de 1990 -, empezó la acelerada carrera hacia lo que Lituania es ahora: un emporio de bienestar y pujanza económica. Después de años sin conseguir lo más elemental para vestirse, comer y vivir decentemente, la gente de estos países ex comunistas sabe mejor que nadie el alivio que se experimenta cuando “se sale de esa pesadilla”, que así suelen referirse al comunismo.

No se le ocurra mencionar en cualquiera de los países ex comunistas que ahora están levantando cabeza, los nombres de Marx, Trotski o Gramsci, que con tanta prosopopeya saca Chávez cuando habla de la Reforma a la Constitución, la cual, promete, fortalecerá “la revolución”. Allá, los adolescentes, que sólo saben del comunismo por el relato de sus padres y abuelos, lo miran a uno como a un extraterrestre por hablarles de cosas que nada tienen que ver con el mundo actual. Los mayores, que todavía recuerdan cómo vivieron ellos bajo el comunismo, interpretan los tres nombres como si se les hablara de los tres chiflados. Lo que estos tres próceres del comunismo escribieron, ni siquiera se considera digno de discusión, puesto que la vida misma se encargó de volverlo polvo. Discutir a Marx, sería como volver al medioevo para hablar del sexo de los ángeles.

El regreso a Venezuela fue duro. Quise comprar leche de larga duración para el nieto y se rieron de mí. Me aconsejaron hacer una cola frente al supermercado a partir de la 7 a.m. Así lo hice. Después de una hora en una cola, a las 8 a.m. abrieron el supermercado y la gente que había esperado, recibió cada uno un litro de leche en cartón, hasta que ésta se acabó y muchos que habían hecho la cola, salieron con las manos vacías. Me creí nuevamente en la Lituania de la época comunista y recordé que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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