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¡Socorro, Fidel!
por Jurate Rosales
viernes, 8 junio 2007


Cada quien ya tenía sus piedras de domino distribuidas, las miraba planificando su juego, pero llegó un muchacho y las mezcló, devolviendo el juego al punto de partida. Para colmo de los colmos, escogió un momento en que el jugador que alineaba las mejores piezas, se encontraba atado de pies y manos para reaccionar, debido a su compromiso con la Copa América.

La teoría del chavismo

Hablemos del jugador principal. Hugo Chávez se beneficia de una retentiva privilegiada, diríamos que excepcional, capta inmediatamente en cada planteamiento programático la parte que podrá utilizar para incrementar su poder y la cita de memoria en el momento indicado.

Desde su tiempo en la dirección del MBR200, Chávez utiliza citas de Bolívar, que lanza, según la particular circunstancias del momento, selecta y a veces “deformativamente”. Cuando cortó con sus principales comandantes del 4/F, las citas eran de Nietzsche (los camellos del desierto que luego hay que abandonar…). Más tarde, llegó el momento de citar a Marx, se paseó por Engels y un año después, se refería a Lenin como a su guía ideológico y pragmático. El año pasado ya citaba como su maestro a Trotski, más radical que Lenin, y este sábado, en el mitin de la Avenida Bolívar, ante un público que no lo escuchaba y si lo hubiera hecho, no lo hubiera entendido, desarrolló a fondo la tesis – dicen que gramsciana- de la hegemonía necesaria para imponer la revolución, utilizando el poder de un solo líder y un partido único.

Ese día Chávez citó por su nombre al filósofo italiano Antonio Gramsci. Fue el discurso más radical que Chávez haya pronunciado en público. Desarrolló a fondo el tema del poder total -por las buenas o por las malas- y mandó “al carajo” (sic) cualquier oposición interna o crítica externa. Fue también el discurso que nadie parece haber escuchado, salvo los especialistas, como Alberto Garrido o Teodoro Petkoff, generalmente antagónicos, pero, el lunes después del discurso, coincidentes en sus respectivos artículos, al hablar ambos de un Gramsci refrito en Miraflores y servido en salsa chaveziana.

Quizás fue el impacto de ver las marchas estudiantiles, o también el cansancio producido de tanta cadena seguida… Lo cierto es que nunca antes un discurso presidencial pasó tan desapercibido como ese día sábado. Una mini encuesta personal, no me arrojó ni una sola persona que supiera lo que dijo Chávez ese día en cadena nacional. Tampoco parecen haberlo escuchado los asistentes al mitin, a juzgar por el continuo ruido de fondo con voces durante el discurso y el empeño de la cámara oficial a enfocar las primeras filas del público, – el único sector que parecía estar pendiente del orador para aplaudirlo.

Expresar ideas con la pasión que les quiso imprimir Chávez ese día y no ser escuchado, es un drama no solo para él, sino para la nación, porque al fallar el verbo, el último recurso del mandatario será la fuerza.

Los padres fundadores

Cabe observar que estamos en el año 2007. Los maestros citados por Chávez a lo largo de los últimos diez años, son en orden de aparición en la discursiva presidencial: Nietzsche, Marx, Engels, Lenin, Trotski y Gramsci. Todos nacieron en los 1800 y tanto, ni siquiera en el cercano siglo XX. Todos son historia lejana.

El abismo que separaba en el mitin del sábado al orador de su público puede medirse efectivamente en más de un siglo de tiempo. Este anacronismo resalta más cuando irrumpe en el escenario nacional un volcán juvenil con nuevos planteamientos y novedosos enfoques.

Hasta el más lerdo, no puede evitar de captar el contraste.

La lista de los asesores

Chávez vive la tragedia del continuo fracaso en su empeño de imponer un sistema a un país que lo rechaza. Sus asesores ideológicos lo tienen más fácil, porque aconsejan y se van. Cuando Chávez salió de la prisión de Yare, contó con el hoy difunto Ceresole, nazi convicto y confeso, quien enseñó a Chávez los pasos hacia el poder total, calcados en las estrategias de Adolfo Hitler en los años 1930. Ceresole llegó a ser tan incómodo, que fue expulsado de Venezuela.

Los venezolanos Miquilena y José Vicente Rangel, son quienes llevaron a Chávez a Cuba y lo pusieron en contacto con Fidel Castro. Ambos están fuera del gobierno y dejaron hace tiempo de ser los consejeros del líder.

Marta Harnecker, chilena residente de Cuba, y Heinz Dieterich, alemán residente de México, cubanófilos ambos, cumplieron una etapa de asesoramiento, principalmente en la organización de los congresos de intelectuales de izquierda, con los que Chávez armó su frente propagandístico en Europa y que ahora perdió parcialmente a raíz de la “toma” de RCTV.

Los actuales asesores serían, según afirman quienes lo saben, el español Juan Carlos Monedero, el norteamericano Michael Hardt y el italiano Antonio Negri, tres filósofos empeñados en disfrazar con nuevos nombres una fórmula antigua, que ya fracasó en todos los países donde fue aplicada, pero que sigue siendo cómoda para quienes quieren instaurar y disfrazar una dictadura. Monedero y Hardt se presentan como la generación joven, reformadora del comunismo internacional. Su situación puede llegar a ser patética frente al movimiento estudiantil que surgió en Venezuela y cuya sola existencia desarma sus argumentos. Estos se apoyaban, según Hardt, en el “virus incontrolable” que nace en las zonas marginales y se expande como un contagio al resto del mundo. Teoría hecha polvo cuando el joven líder estudiantil Stalin González advierte a Chávez que no llame a “los cerros” porque, dice el joven Stalin, los cerros somos nosotros, de allí salimos, y los que ya mejoraron, también partieron de allí. Lo que Hardt veía como un virus contagioso, Stalin González lo muestra como el anticuerpo contra la enfermedad.

Ni siquiera lo miran…

Lo más terrible para Chávez, si hablamos de su piso teórico, es que los discursos de los jóvenes, hasta ahora, se desenvuelven fuera del ámbito creado por las teorías, enfoques y dialéctica del comunismo cubano, que es en el fondo, lo que Chávez más pregona, por ser la vía más cómoda al poder indefinido. Los jóvenes no lo combaten, porque lo ignoran olímpicamente, viéndolo como algo que ya probó su inutilidad y no merece atención cuando hay tantas exigencias de principios por validar: libertad, autonomía, pluralidad, igualdad.

Además, con su mera presencia, los estudiantes fracturan los dos pilares del movimiento revolucionario: el poder total sin controles democráticos y la creación de un “hombre nuevo” acondicionado para aceptar el pensamiento único.

Son dos golpes nobles, que no solamente mezclan las piedras de domino que tenía Chávez ya organizadas, sino que le sacuden la mesa del juego impidiendo que las vuelva a parar en fila.

Lo que le queda ahora, es esperar que pase sin mayores percances la Copa América, para echar mano a la represión, cárceles y armas… si es que para entonces todavía pueda hacerlo. Su palabra falló, sus teorías se derrumban, su popularidad se evaporó, sólo le queda la fuerza del dinero para comprar conciencias y la de las armas con 45.000 mercenarios cubanos para empuñarlas… a menos que antes, la Fuerza Armada les pida, con la misma suave gentileza que pusieron de moda los estudiantes, que tomen el primer vuelo de regreso a la isla. Hasta podrían organizarles, sin ironía ni agresividad, una fiesta de despedida en el Circulo Militar, para que saboreen con calma su último trago de un 18 años.
Es que con tanto muchacho en la calle, absolutamente todo es posible.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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