Cada
quien ya tenía sus piedras de domino distribuidas, las
miraba planificando su juego, pero llegó un muchacho y las
mezcló, devolviendo el juego al punto de partida. Para colmo
de los colmos, escogió un momento en que el jugador que
alineaba las mejores piezas, se encontraba atado de pies y
manos para reaccionar, debido a su compromiso con la Copa
América.
La teoría del chavismo
Hablemos del jugador principal.
Hugo Chávez se beneficia de una retentiva privilegiada,
diríamos que excepcional, capta inmediatamente en cada
planteamiento programático la parte que podrá utilizar para
incrementar su poder y la cita de memoria en el momento
indicado.
Desde su tiempo en la dirección
del MBR200, Chávez utiliza citas de Bolívar, que lanza,
según la particular circunstancias del momento, selecta y a
veces “deformativamente”. Cuando cortó con sus principales
comandantes del 4/F, las citas eran de Nietzsche (los
camellos del desierto que luego hay que abandonar…). Más
tarde, llegó el momento de citar a Marx, se paseó por Engels
y un año después, se refería a Lenin como a su guía
ideológico y pragmático. El año pasado ya citaba como su
maestro a Trotski, más radical que Lenin, y este sábado, en
el mitin de la Avenida Bolívar, ante un público que no lo
escuchaba y si lo hubiera hecho, no lo hubiera entendido,
desarrolló a fondo la tesis – dicen que gramsciana- de la
hegemonía necesaria para imponer la revolución, utilizando
el poder de un solo líder y un partido único.
Ese día Chávez citó por su
nombre al filósofo italiano Antonio Gramsci. Fue el discurso
más radical que Chávez haya pronunciado en público.
Desarrolló a fondo el tema del poder total -por las buenas o
por las malas- y mandó “al carajo” (sic) cualquier oposición
interna o crítica externa. Fue también el discurso que nadie
parece haber escuchado, salvo los especialistas, como
Alberto Garrido o Teodoro Petkoff, generalmente antagónicos,
pero, el lunes después del discurso, coincidentes en sus
respectivos artículos, al hablar ambos de un Gramsci refrito
en Miraflores y servido en salsa chaveziana.
Quizás fue el impacto de ver las
marchas estudiantiles, o también el cansancio producido de
tanta cadena seguida… Lo cierto es que nunca antes un
discurso presidencial pasó tan desapercibido como ese día
sábado. Una mini encuesta personal, no me arrojó ni una sola
persona que supiera lo que dijo Chávez ese día en cadena
nacional. Tampoco parecen haberlo escuchado los asistentes
al mitin, a juzgar por el continuo ruido de fondo con voces
durante el discurso y el empeño de la cámara oficial a
enfocar las primeras filas del público, – el único sector
que parecía estar pendiente del orador para aplaudirlo.
Expresar ideas con la pasión que
les quiso imprimir Chávez ese día y no ser escuchado, es un
drama no solo para él, sino para la nación, porque al fallar
el verbo, el último recurso del mandatario será la fuerza.
Los padres fundadores
Cabe observar que estamos en el
año 2007. Los maestros citados por Chávez a lo largo de los
últimos diez años, son en orden de aparición en la
discursiva presidencial: Nietzsche, Marx, Engels, Lenin,
Trotski y Gramsci. Todos nacieron en los 1800 y tanto, ni
siquiera en el cercano siglo XX. Todos son historia lejana.
El abismo que separaba en el
mitin del sábado al orador de su público puede medirse
efectivamente en más de un siglo de tiempo. Este anacronismo
resalta más cuando irrumpe en el escenario nacional un
volcán juvenil con nuevos planteamientos y novedosos
enfoques.
Hasta el más lerdo, no puede
evitar de captar el contraste.
La lista de los asesores
Chávez vive la tragedia del
continuo fracaso en su empeño de imponer un sistema a un
país que lo rechaza. Sus asesores ideológicos lo tienen más
fácil, porque aconsejan y se van. Cuando Chávez salió de la
prisión de Yare, contó con el hoy difunto Ceresole, nazi
convicto y confeso, quien enseñó a Chávez los pasos hacia el
poder total, calcados en las estrategias de Adolfo Hitler en
los años 1930. Ceresole llegó a ser tan incómodo, que fue
expulsado de Venezuela.
Los venezolanos Miquilena y José
Vicente Rangel, son quienes llevaron a Chávez a Cuba y lo
pusieron en contacto con Fidel Castro. Ambos están fuera del
gobierno y dejaron hace tiempo de ser los consejeros del
líder.
Marta Harnecker, chilena
residente de Cuba, y Heinz Dieterich, alemán residente de
México, cubanófilos ambos, cumplieron una etapa de
asesoramiento, principalmente en la organización de los
congresos de intelectuales de izquierda, con los que Chávez
armó su frente propagandístico en Europa y que ahora perdió
parcialmente a raíz de la “toma” de RCTV.
Los actuales asesores serían,
según afirman quienes lo saben, el español Juan Carlos
Monedero, el norteamericano Michael Hardt y el italiano
Antonio Negri, tres filósofos empeñados en disfrazar con
nuevos nombres una fórmula antigua, que ya fracasó en todos
los países donde fue aplicada, pero que sigue siendo cómoda
para quienes quieren instaurar y disfrazar una dictadura.
Monedero y Hardt se presentan como la generación joven,
reformadora del comunismo internacional. Su situación puede
llegar a ser patética frente al movimiento estudiantil que
surgió en Venezuela y cuya sola existencia desarma sus
argumentos. Estos se apoyaban, según Hardt, en el “virus
incontrolable” que nace en las zonas marginales y se expande
como un contagio al resto del mundo. Teoría hecha polvo
cuando el joven líder estudiantil Stalin González advierte a
Chávez que no llame a “los cerros” porque, dice el joven
Stalin, los cerros somos nosotros, de allí salimos, y los
que ya mejoraron, también partieron de allí. Lo que Hardt
veía como un virus contagioso, Stalin González lo muestra
como el anticuerpo contra la enfermedad.
Ni siquiera lo miran…
Lo más terrible para Chávez, si
hablamos de su piso teórico, es que los discursos de los
jóvenes, hasta ahora, se desenvuelven fuera del ámbito
creado por las teorías, enfoques y dialéctica del comunismo
cubano, que es en el fondo, lo que Chávez más pregona, por
ser la vía más cómoda al poder indefinido. Los jóvenes no lo
combaten, porque lo ignoran olímpicamente, viéndolo como
algo que ya probó su inutilidad y no merece atención cuando
hay tantas exigencias de principios por validar: libertad,
autonomía, pluralidad, igualdad.
Además, con su mera presencia,
los estudiantes fracturan los dos pilares del movimiento
revolucionario: el poder total sin controles democráticos y
la creación de un “hombre nuevo” acondicionado para aceptar
el pensamiento único.
Son dos golpes nobles, que no
solamente mezclan las piedras de domino que tenía Chávez ya
organizadas, sino que le sacuden la mesa del juego
impidiendo que las vuelva a parar en fila.
Lo que le queda ahora, es
esperar que pase sin mayores percances la Copa América, para
echar mano a la represión, cárceles y armas… si es que para
entonces todavía pueda hacerlo. Su palabra falló, sus
teorías se derrumban, su popularidad se evaporó, sólo le
queda la fuerza del dinero para comprar conciencias y la de
las armas con 45.000 mercenarios cubanos para empuñarlas… a
menos que antes, la Fuerza Armada les pida, con la misma
suave gentileza que pusieron de moda los estudiantes, que
tomen el primer vuelo de regreso a la isla. Hasta podrían
organizarles, sin ironía ni agresividad, una fiesta de
despedida en el Circulo Militar, para que saboreen con calma
su último trago de un 18 años.
Es que con tanto muchacho en la calle, absolutamente todo es
posible.
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Artículo
publicado originalmente en el semanario Zeta |