La
aparentemente habilidosa propuesta del Presidente de la
República de extender la elección por tiempo indefinido a
gobernadores, alcaldes y legisladores, no sólo es una
manipulación política para entusiasmar a sus seguidores que
actualmente ocupan esos cargos, sino también el
reconocimiento de su pérdida de prestigio entre la mayoría
de los electores, que según algunas encuestas le aseguran
una tercera derrota en el próximo referendo.
De allí
que la violación de la Constitución Bolivariana que se hizo
aprobar en 1999, no tenga límites en la mente del Comandante
Chávez, quien procede no apegado al derecho sino al poder
que cree concentrar en su persona por el sólo hecho de haber
ordenado su sanción, para modificarla de acuerdo a sus
intereses del momento. Así ha venido procediendo en todas
las elecciones que ha convocado para tratar de legitimar su
mandato en el tiempo; siempre encuentra o le buscan una
manera legal o ilegal de adecuar la legislación venezolana a
sus intereses de presidente casi providencial, escogido para
gobernar hasta que crea que ha superado todos los males
heredados de una historia de antipatriotas o
antibolivarianos.
Pero
después de 10 años de gobierno, administrando la hacienda
pública más cuantiosa de es misma historia, aunque no se le
haya agotado su capacidad des maniobra, el fracaso de su
gestión frente a la corrupción administrativa, la
inseguridad de las personas y los bienes, la vivienda, la
salud y la educación, sumados al despilfarro de parte de
esos dineros de todos los venezolanos, tratando de
arreglarles los problemas a otros países, las mayorías que
creyeron en sus promesas le han dado la espalda, y por los
indicadores conocidos todo indica que será de una manera
definitiva.
La
próxima derrota es indetenible y sólo le quedará la
alternativa de aceptarla o llevar a una crisis más profunda,
en la creencia de que saldrá triunfador por el respaldo
militar que ha demostrado poseer hasta ahora, tal como lo
tenían los generales Marcos Pérez Jiménez y Augusto Pinochet
al momento de desconocer los resultados del plebiscito
convocado, por el primero, o tratar de desconocerlo, el
segundo.
Y no
sólo es el caso de los generales Pérez Jiménez y Augusto
Pinochet lo que debe servirle de espejo al Comandante
Chávez, sino también, y posiblemente más importante, la
reacción de algunos sus partidarios en funciones de gobierno
electos popularmente, que tanto por razones
constitucionales, como por ser o creerse legítimos
aspirantes a sucederlo como candidato presidencial en el
2012, ya no le obedecen ciegamente, después del rotundo
fracaso de la administración central, personalista y
militarista que impuso desde el comienzo de su gobierno.
En las
circunstancias deplorables a las que ha llegado el país como
consecuencia de un régimen mesiánico, cuyo comandante se
considera omnipotente, pero incapaz de cumplir sus promesas
de combatir la corrupción y recoger los niños de la calle,
le corresponde a la alternativa democrática lograr la unidad
de la mayoría de los venezolanos y preservar la democracia.