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La revolución deportiva
por Juan Páez Avila
domingo, 31 agosto 2008


La revolución deportiva anunciada por Hugo Chávez al despedir nuestra delegación que viajaría a China a participar en las Olimpíadas de 2008, resultó ser una farsa más de esta tragicomedia de disparates y promesas insensatas, que durante diez años viene montando en el país el comandante del socialismo del siglo XXI, que además de identificarse con el fracasado socialismo autoritario del siglo XX, se ha mostrado absolutamente inferior a lo que fueron la Unión Soviética y Cuba en materia deportiva.

China se preparó para ganar las Olimpíadas, trazó una política deportiva masiva y altamente eficiente durante varios años, y logró el primer lugar en medallas de oro, aunque el segundo en la sumatoria de las preseas internacionales, ganada por los Estados Unidos, su único o más importante rival de hoy y de las futuras confrontaciones.

El lamentable papel de la delegación venezolana no es responsabilidad máxima de los deportistas, quienes hicieron los esfuerzos necesarios para darle a nuestro país un triunfo significativo, de acuerdo con las proporciones de número y calidad de los participantes. En Venezuela no ha habido una política deportiva orientada a preparar y disciplinar en todos los aspectos físicos, psicológicos y humanos en general que requieren los niños y los jóvenes que muestran vocación y aptitudes para diversas ramas del deporte, más la atención a las familias pobres de donde provienen la mayoría de los deportistas. Esto significa atención médica, vivienda higiénicamente habitable, buena alimentación, empleo permanente los padres, educación para todos y entrenamiento adecuado a las últimas técnicas universales.
Y sin embargo, eso no sería suficiente sin una infraestructura deportiva dotada de todas las herramientas modernas para la práctica de los niños y jóvenes que desde temprana edad se destacan en sus actividades. Pero en un país en el que existen barrios, urbanizaciones, escuelas, liceos y universidades sin canchas deportivas, nadie puede exigirle a sus muchachos que conquisten en el mundo deportivo, impulsados por discursos nacionalistas, así provengan del Comandante en Jefe.

Con las promesas demagógicas, que siempre las ha habido, sucede lo mismo. Decir que después del triste espectáculo que escenificamos en las Olimpíadas se va atender el deporte, requiere una nueva y verdadera política deportiva, que comprenda: una altísima inversión del Estado, más lo que pueda aportar la empresa privada en infraestructuras y atención al deportista; una dirección esencialmente deportiva, no sesgada políticamente para favorecer a un partido de gobierno, sino a todo el país. Para no repetir la triste escena de nuestra única heroína, ganadora de una medalla de bronce, la larense Dalia Contreras, solicitando, al regresar, que el Comandante en Jefe le cumpla con la construcción de la casita decente que le ofreció hace 4 años, con lo quedó demostrado que no hay una política deportiva eficiente, y menos una revolución que haya cambiado en positivo el trato subalterno que se le ha dado al deporte en todos los tiempos.

Habría que comenzar a preparar de una manera integral, que comprenda empleo y vivienda para las familias, becas y asistencia médica a todos los deportistas que participaron en las Olimpíadas celebradas en China y a miles de muchachos más que se han destacado en diversas disciplinas deportivas, para que en el 2012 tengamos una mejor figuración en las que se realizarán en Londres.
 


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