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La guerra con Colombia
por Juan Páez Avila
jueves, 31 enero 2008


La idea de Francisco de Miranda de la creación de Colombia y ejecutada por Simón Bolívar, conocida más tarde como la Gran Colombia, dividida por el caudillismo de allá y de acá del siglo XIX, y tratada en cierto modo de ser restablecida por la Comunidad Andina de Naciones en un contexto democrático moderno, ha creado nexos humanos, sociales y económicos, no obstante las diferencias políticas de los gobiernos existentes en la actualidad, que difícilmente pueden ser violentados o destruidos por una guerra estúpida y suicida provocada por el delirio destructivo de uno de sus gobernantes. Y aunque hubiese un ejército que obedeciera una orden antimirandina y antibolivariana, de agredir e invadir uno u otro territorio, los pueblos de Venezuela y de Colombia la rechazarían y la condenarían con la firmeza que generan la fraternidad histórica y los intereses comunes.

Los peligros de un conflicto armado con Colombia no sólo han producido alarma y preocupación en los círculos políticos y económicos de ambas naciones, sino también el rechazo de más del 80% de la población de nuestros países, que durante más de un siglo han vivido en paz y fraternidad. Y aunque la presencia en Bogotá del Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos se puede interpretar como una amenaza o parte de un plan disuasivo contra el proyecto del Presidente Chávez de extender la revolución bolivariana al país vecino y otras naciones del subcontinente, nuestro Comandante en Jefe no puede ni debe llevar a los venezolanos a una guerra porque el Presidente Uribe lo haya relevado oficialmente de sus funciones de mediador del intercambio humanitario con las FARC.

Venezuela y Colombia tienen gobiernos distintos, diametralmente opuestos, porque los pueblos de ambas naciones los han electo mediante el voto, y entre ambas naciones han existido relaciones económicas de mutuo beneficio y de gran hermandad entre los habitantes de la frontera e incluso de toda la extensión de nuestros territorios. En muchos rubros, especialmente en alimentos, existe una economía complementaria que constituye un avance de integración regional. Incluso la existencia de las FARC, del ELN y de los paramilitares no ha sido obstáculo para que las buenas relaciones entre los gobiernos de cada día y de la población en general se preserven a lo largo de más de 40 años que Colombia se desangra en una guerra inútil y estúpida como todas las guerras, agravada por el narcotráfico y la violación de los derechos humanos.

Tenemos que admitir como sociedad civilizada y democrática que los problemas de Colombia los resuelven los colombianos, como los nuestros le buscamos solución los venezolanos. Y aunque Colombia tiene derecho a la aliarse con los Estados Unidos para defenderse de la guerrilla y del narcotráfico, Venezuela tiene derecho a rechazar cualquier amenaza de intervención en nuestros asuntos por parte del ejército norteamericano. Y aunque es evidente que el discurso y el manejo de una chequera petrolera por parte del Presidente Chávez se han convertido en un instrumento de intervención indebida en algunos países de América Latina, su presencia en Miraflores sólo las podemos decidir los venezolanos, y por vía democrática, electoral y pacífica.

Los venezolanos, chavistas y no chavistas, debemos decirle no a la guerra, no a la intervención extranjera y pedirle al Presidente más diplomacia y menos discursos incendiarios. Democrática y civilizadamente vamos elecciones éste y el próximo año.


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