La
idea de Francisco de Miranda de la creación de Colombia y
ejecutada por Simón Bolívar, conocida más tarde como la Gran
Colombia, dividida por el caudillismo de allá y de acá del
siglo XIX, y tratada en cierto modo de ser restablecida por
la Comunidad Andina de Naciones en un contexto democrático
moderno, ha creado nexos humanos, sociales y económicos, no
obstante las diferencias políticas de los gobiernos
existentes en la actualidad, que difícilmente pueden ser
violentados o destruidos por una guerra estúpida y suicida
provocada por el delirio destructivo de uno de sus
gobernantes. Y aunque hubiese un ejército que obedeciera una
orden antimirandina y antibolivariana, de agredir e invadir
uno u otro territorio, los pueblos de Venezuela y de
Colombia la rechazarían y la condenarían con la firmeza que
generan la fraternidad histórica y los intereses comunes.
Los peligros de un conflicto armado con Colombia no sólo han
producido alarma y preocupación en los círculos políticos y
económicos de ambas naciones, sino también el rechazo de más
del 80% de la población de nuestros países, que durante más
de un siglo han vivido en paz y fraternidad. Y aunque la
presencia en Bogotá del Jefe de Estado Mayor Conjunto de las
Fuerzas Armadas de los Estados Unidos se puede interpretar
como una amenaza o parte de un plan disuasivo contra el
proyecto del Presidente Chávez de extender la revolución
bolivariana al país vecino y otras naciones del
subcontinente, nuestro Comandante en Jefe no puede ni debe
llevar a los venezolanos a una guerra porque el Presidente
Uribe lo haya relevado oficialmente de sus funciones de
mediador del intercambio humanitario con las FARC.
Venezuela y Colombia tienen gobiernos distintos,
diametralmente opuestos, porque los pueblos de ambas
naciones los han electo mediante el voto, y entre ambas
naciones han existido relaciones económicas de mutuo
beneficio y de gran hermandad entre los habitantes de la
frontera e incluso de toda la extensión de nuestros
territorios. En muchos rubros, especialmente en alimentos,
existe una economía complementaria que constituye un avance
de integración regional. Incluso la existencia de las FARC,
del ELN y de los paramilitares no ha sido obstáculo para que
las buenas relaciones entre los gobiernos de cada día y de
la población en general se preserven a lo largo de más de 40
años que Colombia se desangra en una guerra inútil y
estúpida como todas las guerras, agravada por el
narcotráfico y la violación de los derechos humanos.
Tenemos
que admitir como sociedad civilizada y democrática que los
problemas de Colombia los resuelven los colombianos, como
los nuestros le buscamos solución los venezolanos. Y aunque
Colombia tiene derecho a la aliarse con los Estados Unidos
para defenderse de la guerrilla y del narcotráfico,
Venezuela tiene derecho a rechazar cualquier amenaza de
intervención en nuestros asuntos por parte del ejército
norteamericano. Y aunque es evidente que el discurso y el
manejo de una chequera petrolera por parte del Presidente
Chávez se han convertido en un instrumento de intervención
indebida en algunos países de América Latina, su presencia
en Miraflores sólo las podemos decidir los venezolanos, y
por vía democrática, electoral y pacífica.
Los
venezolanos, chavistas y no chavistas, debemos decirle no a
la guerra, no a la intervención extranjera y pedirle al
Presidente más diplomacia y menos discursos incendiarios.
Democrática y civilizadamente vamos elecciones éste y el
próximo año.