La
insurgencia del movimiento estudiantil universitario en el
escenario político durante el año 2007 y su participación en
las principales manifestaciones pacíficas en defensa de la
libertad de expresión y de otros derechos ciudadanos en
general, que culminara con el llamado a votar NO en el
referendo del 2 de diciembre, con los resultados conocidos,
no sólo produjo un cambio evidente en la correlación de
fuerzas políticas en el país, sino que también marca el
futuro de la democracia venezolana.
Y
aunque sus dirigentes fundamentales han señalado con
frecuencia que no serán objeto de manipulación por la vieja
política que fracasó en el pasado y en el presente, por no
haber resuelto los graves problemas del desempleo, de la
inseguridad, de la vivienda y de la pobreza en general,
tienen que consolidar ciertos valores éticos y morales que
hoy ostentan como jóvenes soñadores, acertados en la
escogencia de la no violencia como forma de lucha y armados
de un gran coraje cívico que les ha permitido superar las
primeras pruebas de la represión política.
Pero no
es la represión policial o militar el único obstáculo que
tendrán que enfrentar y vencer. En una sociedad muy
corrompida en casi todos los aspectos de la vida política,
social y económica, las tentaciones del dinero y del
enriqueciendo fácil e ilegal los acecharán a lo largo de
muchos años. Pero hay algo muy importante a tener en cuenta,
y dos ejemplos pueden servir si no como guía absoluta, sí
para la discusión. Simón Bolívar gastó parte de su fortuna
en la política, y aunque algunos historiadores se lo
atribuyen a su gran ambición de poder, lo cierto es que
nadie ha podido condenarlo por haberse apropiado de bienes
de la nación, como lo han hecho algunos bolivarianos, a lo
largo de nuestra historia republicana, que han utilizado su
nombre y su prestigio para encubrir sus falacias políticas.
El otro, más polémico por lo reciente de su actuación que
sin duda ha dejado cicatrices no totalmente curadas, es
Rómulo Betancourt. No tuvo fortuna qué gastar, pero vivió
como un luchador de todos los días por su vocación de
servicio a la nación, un político honesto a quien han
exaltado, después de una razonable rectificación, algunos
historiadores que lo adversaron, y no sólo en la teoría sino
también en el combate político.
La
generación 2007 no puede ser soslayada con discursos
displicentes y menos con pretensiones excluyentes, de
quienes todavía no han admitido que fracasaron como máximos
conductores de un país cada día más pobre, inseguro y
éticamente corrompido por culpa de muchas de sus actuaciones
u omisiones. La superación de esta crisis sólo podrá
alcanzarse si los partidos políticos, en recuperación,
comparten espacios con esta juventud emergente.