Los
resultados electorales en el Departamento de Santa Cruz de
la República de Bolivia, en los que el 85% de los votantes
se pronunció por un régimen autonómico preservando la
integridad de la nación, pero asumiendo facultades que
garanticen mayores ingresos fiscales para la región y el
ejercicio de algunas funciones que les permita impulsar su
desarrollo económico y bienestar de la población, se han
convertido en una campanada contra el centralismo y el
autoritarismo que el Presidente Hugo Chávez pretende imponer
contra la voluntad de la mayoría de los venezolanos, que
votó el 3 de diciembre de 2007 negando la reforma propuesta,
por él mismo, para convertirse en dictador constitucional.
Los
golpes a la descentralización en Venezuela, que le ha
propinado Hugo Chávez para controlar, además de los Poderes
Públicos Nacionales que le obedecen incondicionalmente, las
gobernaciones y las alcaldías, ya ha provocado una reacción
mayoritaria en los habitantes de los principales estados del
país, según revelan las encuestas que registran ganadores a
varios candidatos de la oposición en las próximas elecciones
del 23 de noviembre de esta año.
Estas
nuevas realidades que muestran las encuestas nacionales y
regionales realizadas en los últimos meses, indican que la
maniobra del Comandante en Jefe y de sus seguidores que
obedecen y repiten como al caletre las palabras de su jefe,
denunciando una supuesta política de secesión por parte de
la oposición, de algunos estados del país, no tendrá ningún
respaldo de la ciudadanía, no sólo porque es falsa, sino
también porque la experiencia obtenida por los venezolanos
en las últimas décadas, señala que la descentralización en
un estado democrático es lo que más le conviene al
crecimiento y bienestar de la población.
Apelar,
por parte del Presidente Chávez, a la treta de que la
descentralización en Venezuela y la autonomía regional en
Bolivia, son obra del imperialismo y de la oligarquía,
ritornelo que se lo aplica a todo lo que vaya en contra de
su aspiración a imponer un pensamiento único, ya no se lo
creen ni sus propios seguidores, no sólo porque el
imperialismo no nos ha invadido, sino también porque la
oligarquía del dinero y del poder es ahora Chavista.
Y
aunque todo hace suponer que Hugo Chávez no modificará su
política de concentración de todos los poderes en sus manos,
los venezolanos debemos marchar cívicamente hacia las
elecciones del próximo noviembre. El rechazo al personalismo
y al militarismo del Presidente se extiende hasta las
propias filas del chavismo, y como sucedió en la Unión
Soviética y en la Venezuela de Pérez Jiménez, a la hora de
una crisis política, hasta los compadres del Jefe del Estado
hablan con autonomía, con independencia. Y en la revolución
bolivariana ya son muchos los que se han rebelado contra la
dedocracia del Presidente, razones suficientes para
demostrar que el proyecto chavista ha resultado inviable, y
que la caída en las encuestas será irreversible, porque los
dogmas no se superan con recomendaciones y consejos. Y Hugo
Chávez sigue creyendo que si no es el nuevo Mesías, sí es el
continuador de la obra de Simón Bolívar, olvidando que el
Padre de la Patria también sucumbió en los últimos años con
su propuesta de la Presidencia vitalicia y el Senado
hereditario, en la Bolivia que hoy, casi dos siglos después,
también rechaza el centralismo y el personalismo de Evo
Morales.