Con
la evidente demostración de adecuar la Constitución Nacional
al ejercicio unipersonal y autocrático de todos los Poderes
Públicos por parte del Presidente de la República, la
Asamblea Nacional no sólo decide renunciar a sus facultades
constitucionales otorgándole poderes habilitantes al Jefe
del gobierno para elaborar leyes en todas la materias que
considere convenientes a sus intereses caudillescos, sino
que también resuelve dotarlo de una nueva Constitución que
le permita justificar todo tipo de violaciones a los
derechos ciudadanos.
Después de una aparente discusión en la calle, a la que sólo
asistían militantes del nuevo Partido de gobierno y en la
que eran rechazados y hasta atropellados aquellos
venezolanos que se acercaban a las asambleas convocadas con
fines aclamacionistas, la mayoría oficialista se reúne en
Comisión Especial para aprobar el mandato del Jefe Único. Y
no conforme con darle el visto bueno a las modificaciones de
los 33 artículos que pide el Presidente de la República,
suficientes para colocar en sus manos un suprapoder
centralizado y vertical, decide agregarle 25 artículos más,
que seguramente fueron enviados por el Comandante en Jefe,
para no dejar lugar a dudas de que el socialismo del siglo
XXI lo tratarán de imponer mediante una aparente legalidad.
La nueva Constitución deja de ser un problema exclusivamente
jurídico, para convertirse en el gran desafío político a la
conciencia democrática de los venezolanos y al papel de los
organismos internacionales, que como la Organización de
Estados Americanos (OEA) y la ONU han suscrito acuerdos en
defensa de la democracia, firmados y ratificados por todos
sus integrantes, incluyendo al gobierno de nuestro país.
Las múltiples violaciones a diferentes artículos de la
Constitución vigente han sido demostradas y denunciadas por
especialistas en la materia a escala nacional e
internacional, por lo que queda en manos de los venezolanos
-incluyendo a los chavistas que comienzan a verse retratados
en los juicios que el Jefe Único de la Unión Soviética, el
camarada Stalin, le hizo a los disidentes, militantes del
Partido Comunista, que osaron contrariar los dogmas y
decisiones personales de sus Comandante en Jefe -emprender
toda forma de lucha legal, constitucional, para impedir la
instauración de una dictadura legalizada.
De allí que no debe resultar incompatible la protesta en la
calle, la reiteración de la denuncia por inconstitucional
del intento de aprobar una Nueva Constitución violando las
disposiciones que la Carta Maga vigente establece para su
reforma, ante el Tribunal Supremo de Justicia y organismos
internacionales competentes, y la convocatoria por miles de
ciudadanos de una Asamblea Nacional Constituyente, tal vez
la salida que encuentre mayor consenso, porque llevaría
implícito la invitación o convocatoria a la reconciliación
nacional.