Los
estudiantes universitarios no sólo lograron tener un rol
protagónico, al lado de los partidos políticos y otras
organizaciones democráticas del país en las elecciones para
rechazar la Reforma a la Constitución Nacional propuesta por
el Presidente de la República, sino que también convencieron
a muchos pesimistas de que la lucha pacífica y el voto son
las armas más poderosas que tiene la mayoría de los
venezolanos para derrotar la tendencia autoritaria del
gobierno.
De allí
que una de las consecuencias que se deriva del triunfo del
NO en las elecciones del 2 de diciembre, y tal vez una de
las de mayor contenido cívico, es el desarme del espíritu
agresivo de algunos de los integrantes de los grupos para
policiales que no sólo hirieron a muchos manifestantes
pacíficos, particularmente estudiantes, en los días previos
al Referendo, sino que amenazaban con propiciar un conflicto
violento de proporciones incalculables en el país.
Estimulados por un discurso excluyente que ha considerado al
adversario político como un enemigo al que se ha de
destruir, y armados irresponsablemente por algunos altos
funcionarios, en la creencia de que obedecerían vertical y
ciegamente sus órdenes, muchos de esos venezolanos,
trabajadores la mayoría en Alcaldías y Gobernaciones, se
encontraron el 2 de diciembre con que una multitudinaria
concurrencia a las urnas electorales derrotó pacíficamente a
su Comandante en Jefe, y celebró el triunfo llamando a la
reconciliación de los venezolanos.
Una vez
conocidos los resultados electorales comenzó a percibirse
una atmósfera política de menor tensión, que dio inicio a un
desarme mental, que debe preservarse como expresión de una
conducta civilizada de quienes portando, incluso armas de
guerra, no se sientan inclinados a utilizarlas contra la
ciudadanía que manifiesta pacíficamente. En una democracia
avanzada, que perfecciona su funcionamiento en un Estado de
Derecho, una parte de la población recibe autorización para
portar armamento y emplearlo en defensa de la soberanía
nacional, y contra la delincuencia cuando ésta se resiste a
atender y reconocer la autoridad legítimamente constituida.
Lo que
parece sencillo en la teoría aunque no de fácil aplicación
en la práctica, un acto de profundo contenido democrático y
pacífico como el realizado el 2 de diciembre pasado, resulta
ser parte de un aprendizaje para convivir en un contexto de
respeto mutuo y de tolerancia en la expresión de ideas
diferentes.
Una
disidencia como la expresada por el grupo PODEMOS, el
General Raúl Baduel y Marisabel Rodríguez, llamando a
respetar el texto de la Constitución Bolivariana de
Venezuela, por un socialismo democrático, es un rechazo a la
arbitrariedad y a la violencia política, un NO a la guerra
entre los venezolanos, para lo cual hay que avanzar en el
desarme mental de quienes militan en los extremos.
Y como
el futuro pertenece a la juventud, parece inevitable que no
sólo por el acierto que han tenido al emerger como una
fuerza pacífica y de especial credibilidad ante la sociedad
contemporánea, sino también por su nivel intelectual
expresado en su discurso, las organizaciones democráticas
tradicionales deben seguir oyendo su mensaje, asesorándola,
apoyándola y acompañándola como hasta ahora, sin permitir
que aparezcan las pretensiones perversas de la manipulación,
propias de una vieja política de algunos sectores e
individualidades que le cerraron el paso a las nuevas
generaciones que proponían profundizar y perfeccionar la
democracia.