Después
del triunfo del NO en las elecciones del 2 de diciembre
pasado, que contuvo la tendencia autoritaria enrumbada a
perpetuar en el poder al Comandante en Jefe del socialismo
del siglo XXI, el panorama político del país registra
algunas nuevas realidades, sin descartar lo económico y
social, que la dirigencia política deberá manejar con el
mismo espíritu unitario que los acompañó para enfrentar y
derrotar por primera vez al Presidente de la República.
Lo que
parece una perogrullada tiene unas peligrosas aristas que
pueden crear roces y hasta divisiones en la oposición, si se
desatan las ambiciones personales (seguramente muy legítimas
en la mayoría de los casos) para presentarse en el 2008 como
candidatos a las gobernaciones y alcaldías, consejos
legislativos y concejos municipales, en la creencia de que
el mandado está hecho para derrotar a los aspirantes del
oficialismo. Las propias cifras electorales obtenidas tanto
por el NO como por el SÍ indican que diferencias es muy
reducida, y por lo tanto nadie, con cierta sindéresis
política, puede atribuirse posibles victorias unilaterales.
Lo
único que puede afirmarse con espíritu realista es que el
triunfo en las elecciones del 2 de diciembre, es de la
democracia venezolana, representada por adversarios y
partidarios del oficialismo. Si el Comandante Chávez oyera
la voz del pueblo, debería invitar al diálogo civilizado,
como lo ha hecho la oposición llamando a la reconciliación
nacional, conservando cada quien sus puntos de vista acerca
de las ventajas de sus respectivos proyectos políticos.
2008
será un año crucial para el futuro democrático del país, en
el que las voces del extremismo tendrán menos eco, y durante
el cual la oposición está obligada a trazar una política
consustanciada con el interés e inquietudes de una inmensa
masa de abstencionista que no se sintió representada por
ninguno de los grupos que participaron en el Referendo. El
mensaje y los candidatos serán determinantes para atraer un
alto porcentaje de los abstencionistas que en las elecciones
presidenciales sufragaron por Hugo Chávez, pero que el 2 de
diciembre se quedaron en sus casas. No hay dudas de que el
oficialismo tratará de reconquistarlos, pero su mensaje está
equivocado al llamarlos traidores, cobardes y mierdas.
La
locura que ha desatado en el oficialismo la derrota del SÍ,
soberbia, desafiante, tiene que ser enfrentada con un
mensaje unitario, de inclusión y respeto a todas las ideas,
de confianza en un futuro sin exclusiones, sin
persecuciones, sin presos políticos ni exiliados, es decir,
conviviendo en un Estado de Derecho.