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Luis Herrera Campins
por Juan Páez Avila
lunes, 12 noviembre 2007


La muerte del ex-Presidente de la República, Luis Herrera Campins, además de llenar de dolor a su familia y amigos, deja a nuestro país sin la presencia de un venezolano excepcional dotado de una cultura política configurada por el estudio y su don de gente, para el diálogo fructífero y el combate civilizado, propios de las grandes democracias que caracterizan al mundo de hoy. Nacido en la Venezuela interiorana de los Llanos Occidentales, marcada por el atraso que le imponía la dictadura feudal de Juan Vicente Gómez, presenció desde muy joven la transición democrática desde el gobierno del General López Contreras hasta el del maestro Rómulo Gallegos, y la política lo inclinó hacia la doctrina social de la Iglesia Católica, cuyas banderas defendió en las filas del Partido Social Cristiano Copey, hasta a ser uno de sus máximos dirigentes y con su apoyo, Presidente de la República.

La firmeza de sus ideas social cristianas lo llevaron a enfrentar la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez y a sufrir los embates de la persecución y el exilio, desde donde continuó su lucha a través del periodismo de combate. Una vez derrocada la tiranía regresó a nuestro país y formó parte muy destacada de los forjadores de la democracia venezolana desde su posición ideológica.

Abrazó el periodismo como un mecanismo de comunicación para hacer conocer y defender sus ideas. Como articulista de importantes diarios y revistas del país y como parlamentario, unido a sus relaciones políticas con sus compañeros de partido, conformó una corriente social cristiana conocida como de profundo contenido progresista. Con discreción y firmeza la preservó de los avatares de las pugnas internas, presentes en todos los partidos democráticos, hasta convertirse en un líder fundamental de su organización y posteriormente en Presidente de la República.

Tanto su pensamiento como su obra administrativa, sometida al escrutinio democrático de los venezolanos, fue objeto de solidaridad y confrontación. Su estilo de vida, sencillo, respetuoso y digno, lo llevó también al campo político. Quienes le adversamos jamás fuimos víctimas de agresiones ni descalificaciones. Recibió elogios y soportó críticas a su actuación política como auténtico demócrata, seguro de que podía cometer errores, pero su honestidad política lo hacía admirable para sus partidarios e invulnerable para sus adversarios. Siempre descansará en paz.


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