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CINCO AÑOS DEL 11-S
La herida sigue abierta
por José Manuel Calvo
domingo, 10 septiembre 2006
 

Es EE UU un país más seguro de lo que era el 10 de septiembre de 2001, horas antes de los atentados que costaron la vida a casi 3.000 personas en Nueva York, Washington y Pensilvania? En Peoria (Illinois), la respuesta es afirmativa; en Nueva York, negativa. ¿Hay países que corren más riesgos que antes de esos atentados y de los movimientos que desencadenaron? En Bagdad, pero también en Beirut o en Londres, no habrá ninguna duda: sí. Entonces, ¿puede el mundo haberse convertido, al mismo tiempo, en un lugar más y menos peligroso que antes de 2001?

"Las Torres Gemelas se desplomaron ante nuestros ojos y en ese momento quedó claro que entrábamos en un nuevo mundo, y en una peligrosa nueva guerra", dijo el pasado miércoles George W. Bush, que se declaró en 2004 un "presidente de guerra" y que con esa lógica ganó la reelección. ¿Podrá su partido, el republicano, repetir la jugada en las elecciones legislativas del 7 de noviembre y mantener el control de las dos cámaras? Cada vez parece más improbable: dependerá, en buena medida, de si la Casa Blanca tiene la habilidad suficiente para que los votantes no vayan a las urnas con la guerra de Irak en la cabeza, sino con la guerra contra el terrorismo. Y dependerá de que los demócratas, huérfanos de triunfos electorales desde hace diez años, logren traducir en votos el desencanto popular con Irak sin aparecer blandos sobre el terrorismo.

Mayor serenidad
La Casa Blanca cree -según la Estrategia Nacional de Seguridad aprobada en 2003 y revisada esta semana- que "aunque América es más segura, todavía no estamos a salvo". Y a pesar de que el quinto aniversario se conmemora con mayor serenidad y con la reaparición -desde la campaña electoral de 2004- de los enfrentamientos políticos sobre la seguridad y las decisiones del Gobierno, la población es consciente de que hay riesgos que ignoraba hace cinco años. ¿Es EE UU un país más seguro? "Creo que no puede haber ninguna duda de que es un país más seguro ahora que hace cinco años", afirma Lee Hamilton, el ex congresista demócrata que fue presidente de la comisión que investigó el 11-S. "Hemos adoptado muchas medidas, hemos gastado mucho dinero y estamos dedicando mucha gente a ese objetivo, al de reforzar la seguridad. Pero no podemos decir que tenemos seguridad total. Se mantiene el desafío terrorista; estamos luchando, pero es un esfuerzo a largo plazo. De forma que, para responder a su pregunta, estamos más seguros, pero no estamos seguros del todo".

Hamilton, que dirige el Centro Internacional Woodrow Wilson, acaba de publicar -junto al republicano Thomas Kean, el otro presidente de la comisión- el libro Sin precedentes, en el que ambos revelan las interioridades de los tres años de trabajos, y cree que no está dentro de sus atribuciones opinar sobre el resto del mundo, aunque su experiencia internacional es amplia después de 34 años en el Congreso, en donde fue presidente del Comité de Relaciones Internacionales. Pero Philip Gordon, de la Brookings Institution y que fue responsable de Europa en el Consejo Nacional de Seguridad, no tiene problemas para responder a la pregunta de si EE UU es un lugar más seguro en un mundo más inseguro: "Creo que EE UU es más seguro que hace cinco años: se han hecho muchas cosas para que sea así. Y probablemente también es verdad que el resto del mundo se siente menos seguro con las consecuencias de nuestra reacción después del 11-S. Buena parte de Oriente Próximo es menos segura, Europa es menos segura: no hay más que pensar en lo que pasó en Madrid o Londres. Obviamente, EE UU no quiso reforzar su seguridad a expensas de la de otros, pero probablemente es acertado decir que el mundo se siente menos seguro, y EE UU, más".

Gordon cree que la política exterior de EE UU dio un giro hacia el realismo después de la reelección de Bush, independientemente de la retórica que sostiene que América es un país en guerra y de que se mantenga oficialmente la Agenda de la Libertad, que predica "el apoyo a los movimientos e instituciones democráticas en todos los países y culturas" con el objetivo de "acabar con la tiranía en el mundo". "La política exterior revolucionaria del primer Bush se acabó", añade, por las realidades políticas, diplomáticas y presupuestarias determinadas por la guerra de Irak, que contribuyó decisivamente a disipar las simpatías causadas por el 11-S, a sembrar la división y el enfrentamiento con los aliados y a difuminar la guerra contra el terrorismo; una guerra que tiene harta a la opinión pública de EE UU, cuando hay ya más de 2.600 soldados muertos; frustrado y peligrosamente sobreocupado al Ejército y diezmado el erario: el proyecto de presupuesto de Defensa de 2007, 439.300 millones de dólares, es un 7% más elevado que el de 2006; a eso hay que añadir los gastos de las guerras en Irak y Afganistán, que han alcanzado, desde el 11-S, la suma de 437.000 millones en operaciones militares, reconstrucción, ayuda exterior y embajadas, según datos del Congreso, y más de 250.000 millones en seguridad dentro de EE UU.

El realismo y la diplomacia deberían reducir costes y riesgos, pero ¿y si hay cambios bruscos? "Es interesante, porque quizá estamos viendo un escenario así", señala Gordon. "Las tendencias básicas de la escena internacional empujan a EE UU hacia una política exterior realista. El que no haya habido un atentado en EE UU reduce la posibilidad de una política exterior agresiva; las cuestiones económicas, las dificultades militares y el fracaso de las doctrinas de Bush llevan hacia el realismo, pero el futuro sigue siendo incierto, porque puede ocurrir algo que nos vuelva a llevar en la otra dirección. La guerra entre Israel y Hezbolá y el rechazo iraní a los ofrecimientos en la negociación nuclear están empujando a EE UU hacia esa otra dirección. La crisis de Hezbolá y el papel que ha jugado Irán han sido un recordatorio para los norteamericanos de los peligros que aún existen, y ha aumentado el temor al espectro del enemigo islamista. Hace un par de meses, las cosas estaban más relajadas, pero ahora crece de nuevo la imagen de un Irán que quiere ser nuclear y que apoya a un grupo terrorista que ataca a nuestros aliados o a nosotros mismos".

¿En qué situación se encuentra la guerra contra el terrorismo? ¿Qué ha logrado y en qué ha fracasado en estos cinco años? El Consejo de Terrorismo Global -una iniciativa patrocinada por David Bradley, presidente del grupo de medios Atlantic-, que reúne a autoridades internacionales en materia de seguridad y terrorismo, acaba de presentar en Washington su primer informe con motivo del quinto aniversario del 11-S. El español Fernando Reinares, que fue asesor de política antiterrorista del ministro del Interior entre 2004 y 2006 y que ahora trabaja en el Real Instituto Elcano, pertenece al Consejo: "Cinco años después podemos hablar, a corto plazo, de una contención de la amenaza terrorista: se han incrementado los niveles de seguridad y los sistemas de protección, especialmente en el mundo occidental. Al mismo tiempo, buena parte de las iniciativas que EE UU ha adoptado en materia de lucha contra el terrorismo han resultado extraordinariamente contraproducentes".

El hecho de que la situación de seguridad sea razonablemente óptima a corto plazo, añade Reinares, no es incompatible con augurar que a corto y medio plazo todo puede complicarse. Por tanto, ¿tiene sentido decir que el mundo pos-11-S es a la vez más y menos peligroso? "Tiene perfecto sentido porque, por un lado, se ha incrementado la seguridad, y eso ha permitido desbaratar atentados terroristas que se encontraban en un estado muy avanzado de planificación y detener a muchos individuos relacionados con redes de terrorismo yihadista, ha permitido privar a Al Qaeda de un santuario y anular parte de su núcleo central... Pero, al tiempo, hay un incremento en la radicalización violenta de buena parte del mundo musulmán, tanto en países africanos y asiáticos en los que la población musulmana es mayoritaria como dentro de las sociedades occidentales, lo cual hace presagiar que, a medio y largo plazo, las ganancias tácticas de los últimos cinco años no van a repercutir de manera positiva".

Paul Pillar, un ex alto dirigente de la CIA -y actual profesor en Georgetown- muy crítico de la utilización que hizo el Gobierno de Bush de los datos de inteligencia para justificar la guerra, cree que, "de alguna manera, estamos en una situación menos segura, y cuando digo esto estoy pensando más bien en EE UU. Es difícil hablar del conjunto del mundo, pero creo que también aplicaría esta opinión a Occidente, sobre todo a Europa y EE UU". Si la situación es menos segura, ¿por qué no ha habido un atentado en EE UU en estos cinco años? Muy sencillo, responde Pillar: porque aún no ha pasado tiempo suficiente como para cantar victoria: "Cinco años no es nada en la mente de millones de personas que se tienen por protagonistas de una batalla épica, es un suspiro de tiempo incluso en términos occidentales". Y hay que tener en cuenta los intentos desbaratados: "Aunque la atención pública, obviamente, no lo registra igual, es muy tenue la línea que separa un acto terrorista realizado de un acto terrorista bloqueado o frustrado".

Muchos cataclismos posibles
Walter Reich, profesor de relaciones internacionales, ética y comportamiento humano, y miembro del Consejo, comparte con Reinares la idea de que el mundo es, a la vez, más y menos peligroso: "Antes del 11-S no entendíamos hasta qué punto estábamos viviendo en un mundo inseguro, pero realmente lo era, y mucho, aunque sólo se demostró drásticamente el 11-S. En perspectiva histórica, teníamos inseguridad, pero no éramos muy conscientes; ahora entendemos mucho mejor la amenaza, y ése es un paso importante: ya sabemos que hay un cataclismo o muchos cataclismos que son posibles. Pero estamos más inseguros; hay una mayor movilización de los activistas de la yihad de la que había antes, en parte debido al éxito del 11-S y a atentados como el de Madrid o el de Londres, en parte debido a realidades como Irak".

La percepción pública en Estados Unidos es de un notable recuerdo de lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001 y de una desigual sensación de inseguridad. Cinco años después de los atentados, la mitad de la población "piensa frecuentemente" en lo que ocurrió aquel día, según un sondeo de Ipsos. La proporción de los que mantienen viva la memoria de aquella jornada y la recuerdan con frecuencia se eleva al 60% en el caso de Nueva York. Más de la mitad de los neoyorquinos y de los habitantes de Washington están preocupados por la posibilidad de sufrir nuevos atentados. "Lo que es diferente en EE UU", dice Philip Gordon, "es la sensación de inseguridad y vulnerabilidad que sufrimos desde el 11-S, tras una década en la que no habíamos sentido nada de eso. La semana anterior al 11-S, la única noticia era la de Chandra Levy, aquella pobre mujer que desapareció y fue asesinada; estaba todos los días en los titulares porque era el tipo de asunto en el que nos fijábamos... No pensábamos en que el mundo era peligroso. Ahora, todo el mundo lo piensa".

Todo el mundo, pero depende de dónde viva: en las ciudades de EE UU es más agudo el sentido de vulnerabilidad, y un tercio de sus habitantes, según un sondeo de The New York Times y CBS, se sienten "muy preocupados" ante la posibilidad de otro atentado; en Peoria y en la América que vive entre las dos costas, la proporción es del 13%. Pero el 81% en todo el país acepta que tendrá que vivir siempre con la amenaza terrorista. Más datos: otro sondeo señala que sólo el 43% cree que EE UU es ahora más seguro que antes del 11-S; un 32% piensa que la seguridad es similar, y el 25% dice que es inferior. Para el 54% es muy o bastante probable que haya un atentado en los próximos meses; el 55% cree que la guerra de Irak puede incrementar el riesgo de atentado terrorista en EE UU, y el 59% afirma que la guerra ha hecho menos seguro el mundo ante la amenaza terrorista. Para el 25% se está ganando la guerra en Irak; el 62% cree que aún no se puede hablar de vencedores, y el 12% piensa que la que va ganando es la insurgencia. Por último, el 46% cree ahora que Osama Bin Laden será atrapado, en contraste con el 67% que lo afirmaba en 2003.

Cosas que van mal
¿Se está ganando la guerra contra el terrorismo? La propia Casa Blanca aceptó el jueves que, a pesar de todos los avances y golpes contra Al Qaeda y similares, hay muchas cosas que van mal:

- Las células terroristas están más dispersas y menos centralizadas.

- Se han evitado atentados, pero no todos; los terroristas han tenido éxitos.

- Se ha mejorado la seguridad, pero es imposible garantizar que no va a haber un atentado en EE UU.

- Los terroristas siguen tratando de conseguir armas de destrucción masiva.

- Países como Siria e Irán albergan terroristas y patrocinan sus actividades.

- La guerra en Irak es manipulada y aprovechada por la propaganda terrorista.

- El empleo de Internet y los medios permite al enemigo comunicarse, reclutar, entrenarse y hacer proselitismo y propaganda sin correr riesgos.

Por su parte, el Consejo de Terrorismo Global ha calificado diferentes categorías y capítulos, y sus conclusiones son relativamente pesimistas. En la lucha contra el extremismo islamista hay éxitos -los atentados frustrados, las detenciones de buena parte de la dirección de Al Qaeda-, pero una autoridad en la materia como Bruce Hoffman, profesor en Georgetown y autor de Inside terrorism, cree que sería erróneo exagerar la debilidad del núcleo duro del grupo de Bin Laden. "Es verdad que se han dado golpes fuertes, pero su centro de mando no ha desaparecido, y la desarticulación, hace un mes, del atentado en Londres lo prueba. Ese centro es menos activo, menos poderoso, pero sigue existiendo". EE UU, añade Hoffman, "contempla el conflicto desde una perspectiva occidental y asume que se está ganando la guerra, pero la situación, vista por el adversario, es diferente". Al Qaeda, añade, no establece sus tiempos en función de un mandato presidencial o un ciclo electoral: "Lo que hace es mantener una larga guerra de desgaste con la esperanza de consumir nuestra determinación y hacernos caer en una complacencia como la que teníamos antes del 11-S".

El hecho de que no haya habido atentados en EE UU desde 2001 y los costes humanos y materiales de Irak hacen que la visión de esta guerra -y el cansancio- predominen sobre el combate contra el terrorismo. Para Lee Hamilton, "el mayor riesgo que corre a partir de ahora EE UU es el de la complacencia, el de subestimar la amenaza terrorista. Por eso, creo que tenemos que desarrollar un sentido de urgencia, si me permite llamarlo así, sobre esta amenaza". Hoffman insiste: "Al Qaeda ha sobrevivido a nuestras ofensivas más fuertes, lo que le ha dado un enorme impulso a la convicción que tiene sobre la inevitabilidad histórica y la rectitud de su causa".

Fernando Reinares pronostica todavía una veintena de años de actividad terrorista intensa: "Estamos ante una amenaza que es real, inmediata, que está ahí y a la que hay que enfrentarse sin dilación, pero que no va a remitir en breve. Es muy difícil pensar que vaya a entrar en decadencia antes de dos décadas, y esto, en todo caso, no querrá decir que desaparezca, sino que la actual oleada podrá remitir. Hay factores que pueden hacer que el ciclo de terrorismo global se alargue más en el tiempo o se reduzca, y desgraciadamente, estos últimos cinco años invitan a pensar que con situaciones como la de Irak hemos extendido el ciclo vital del terrorismo global".

Lo que mejor funciona, desde el punto de vista de contrarrestar la amenaza y siempre según las valoraciones de los expertos del Consejo, es la coordinación entre aliados, especialmente la cooperación entre Europa y EE UU -la cooperación de inteligencia y el trabajo conjunto de las fuerzas policiales-, el aumento en la seguridad aérea y los esfuerzos para controlar las armas nucleares en Rusia.

A la hora de analizar lo más peligroso de los próximos cinco años, el Consejo destaca estas tres posibilidades: que Irak "se convierta en una incubadora de terroristas, en un campo de entrenamiento, en un paraíso como lo fue Afganistán"; que "las redes de reclutamiento en Irak y Afganistán formen terroristas y los envíen a Occidente" y que continúe el incremento de operaciones suicidas "contra EE UU y sus aliados". Irak, en opinión de Pillar, "es extremadamente importante para Al Qaeda, no en el sentido estrictamente militar, sino como campo de entrenamiento y como fuente de propaganda". Por esa razón, añade Hoffman, independientemente de lo que se piense de la guerra, "serían desastrosas, desde el punto de vista de la expansión del terrorismo, las consecuencias de una salida precipitada de Irak por parte de EE UU". "Si fracasamos, Irak será un santuario para el terrorismo; si acertamos, Irak formará parte de la solución global a la amenaza", coincide Hamilton.

Suníes y chiíes
El informe llama la atención sobre lo poco que se está avanzado en la puesta en marcha de "iniciativas de política internacional que disminuyan la furia que se vive en el mundo musulmán" y sobre el agravamiento de las tensiones entre suníes y chiíes. En esta clave, Fernando Reinares lamenta que no se esté registrando el cambio principal que ha habido en la actividad terrorista desde 2004: "Hasta entonces, Al Qaeda y sus grupos se presentaban como actores de un conflicto entre el mundo occidental y el mundo islámico. Desde 2004, la gran mayoría de sus atentados ocurren en el mundo islámico y la inmensa mayoría de sus víctimas son musulmanes. En Occidente apenas ocurren un 2% de los atentados que estos grupos cometen cada año". ¿Por qué no se registra esto? "Porque hay una ideología del terrorismo global que es, a la vez, la percepción que las élites políticas occidentales tienen de ese fenómeno, y que se corresponde perfectamente con lo que los dirigentes de Al Qaeda dicen de sí mismos".

En opinión de Reinares, mientras no se explique el impacto real que el terrorismo está teniendo en el mundo musulmán, y este dato no incida en el modo con el que se establecen vínculos con ese mundo y con las comunidades musulmanas de nuestras propias sociedades, "estaremos abandonando un elemento crucial para avanzar frente a un fenómeno que claramente es una amenaza a nuestra seguridad y a la de los países musulmanes, con independencia de religiones y países. En los medios de comunicación, en las élites políticas e incluso en los círculos académicos se tiene aún una imagen del terrorismo global que no coincide con la realidad; el terrorismo global, en estos momentos, es más un conflicto entre musulmanes que un choque de civilizaciones. Y éste es un dato fundamental, porque la definición del fenómeno es crítica a la hora de establecer los parámetros con los que afrontarlo".

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  Artículo publicado en el diario El País

 
 
 
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