Fue un golpe en las sombras,
de noche, por sorpresa. Cuando el presidente Manuel Zelaya
se ufanaba de que ya había neutralizado los intentos
golpistas, fue derrocado y sacado del país en forma
fulminante. Tanto que aún vestía el pijama de dormir. Los
mismos militares que en la madrugada del viernes
aparentemente respaldaron al jefe de Estado, fueron los
que le dieron el golpe y lo sacaron a punta de fusil de la
casa presidencial para conducirlo a una base aérea; acto
seguido lo expulsaron a Costa Rica. Roberto Micheletti,
presidente del Congreso,
fue designado
presidente interino
en forma unánime por los dipùtados.
Al llegar a San José, Zelaya
dijo que seguía siendo presidente constitucional de
Honduras. “No pedí asilo aquí. Estoy secuestrado, esto fue
un secuestro. Quiero pedirle a la comunidad internacional
que pelee por la democracia en Honduras que es pelear por
ellos mismos. Dieron un golpe sólo porque un presidente
quería hacer una consulta”.
Zelaya exhortó a sus
seguidores a seguir pelando por la democracia. “Quiero ver
a la Iglesia. Esta no es la voz de los militares
hondureños, sino de un grupo de militares y de un grupo de
políticos. Mi familia todavía está en Honduras. Pido a la
policía que esos militares hagan daño a mi familia”.
En tono enfático, Zelaya
explicó su detención: “Me despertaron los ruidos, los
balazos, en la madrugada. Me apuntaron al pecho y me
dijeron que acatara las órdenes. Le dije al soldado que
cómo iba a acatar las órdenes de un superior, el jefe del
Ejército, que había desobedecido al comandante en jefe que
soy yo. Esto que estás haciendo es contra tu pueblo,
contra tu familia. Ya he hablado con Daniel Ortega, con
Chávez Frías. Mañana habrá una reunión de presidentes
centro americanos en Managua. Ortega me dijo ‘vente para
acá que te vamos a reconocer todos como presidente de
Honduras. También se organiza una reunión de presidentes
bolivarianos”.
Zelaya pidió al embajador de
EE.UU. que aclare si está detrás del golpe. Después
exhortó a los soldados a que no apoyen la fuerza del
terror, porque “con esta agresión a su presidente están
creando un monstruo que no van a poder detener”. “Un
gobierno usurpador no puede ser reconocido por nadie. Se
quedará sólo”, proclamó.
Zelaya desmintió desde Costa
Rica la carta leída a mediodía de ayer en el Congreso
hondureño en la que supuestamente renunciaba a la
presidencia, junto con su gabinete. “Es falsa esa carta,
yo no he renunciado. Esto demuestra que en Honduras no
sólo se ha producido un golpe militar, sino que también
hay una conspiración política”, afirmó Zelaya.
Un portavoz militar dijo que
Zelaya fue detenido “en cumplimiento de una orden de los
tribunales para impedir el plebiscito que pretendía
realizar en contra de las sentencias del Consejo Nacional
Electoral y de la Corte Suprema de Justicia, que lo habían
declarado ilegal.
Cuatro comandos de unos 200
soldados rodearon la residencia del mandatario antes de
penetrar por la fuerza. Según un testigo que vive cerca,
la tropa llegó poco antes de las seis de la mañana. Los
militares realizaron cuatro disparos para intimidar.
Eduardo Reina, secretario privado de Zelaya, dijo que “un
nutrido contingente militar sacó al presidente y se lo
llevaron, hubo choques con la guardia personal, con tiros,
pero no se produjeron víctimas". Los militares condujeron
a Zelaya a la base aérea de la capital, y desde allí lo
expulsaron a Costa Rica.
Los militares impusieron un
bloqueo informativo. Canales de televisión, públicos y
privados, salieron del aire; CNN y TVE también perdieron
la señal. Lo mismo pasó con las emisoras de radio. Antes
del cierre, el presentador del gubernamental Canal 8
anunció: "Parece que los militares vienen hacia aquí,
vayan a la plaza de la Libertad”.
En la capital y algunas zonas
del país cortaron la energía eléctrica para dificultar las
comunicaciones.
Los hondureños habían sido
convocados este domingo a una consulta promovida por
Zelaya para apoyar convocar una Asamblea Constituyente que
reforme la Constitución y permita la reelección
presidencial.
El Tribunal Supremo Electoral,
la fiscalía, el Congreso, las FF.AA., la Iglesia y la
mayoría de los medios de comunicación se oponían a la
consulta, en la que veían la intención de Zelaya de
perpetuarse en el poder siguiendo los dictados de su
mentor, Hugo Chávez. En una reunión con el cuerpo
diplomático, Zelaya dijo el sábado que pretendía promover
la democracia
participativa y dar la palabra a los más
pobres.
Aunque el resultado no iba a
ser vinculante, desde las instituciones y los partidos se
había instado al pueblo a no ir a votar. El giro de Zelaya
al populismo izquierdista y su cercanía a Chávez
suscitaban crecientes recelos. “Estamos aquí como soldados
a la orden de Honduras", le dijo Chávez a Zelaya el
viernes, lo que aquí generó amplio rechazo. También causó
malestar que Chávez llamara
gorila al jefe
de las FF.AA., general Romeo Vásquez.
El diario “El Heraldo” destacó
que la presencia en Honduras de nicaragüenses y
venezolanos para apoyar a Zelaya a realizar la consulta
fue una de las causas que habrían precipitado la caída de
Zelaya.
Los militares y las fuerzas
vivas de Honduras actuaron de manera expeditiva para
cortar de raíz la influencia de Chávez. “Actuamos antes de
que fuera tarde. Quisimos evitar que aquí se repitiera el
libreto que Chávez marcó a Bolivia y Ecuador, que tantos
enfrentamientos ha provocado en esos pueblos”, declaró a
“La Vanguardia” Porfirio Lobo, presidente del opositor
Partido Nacional.
LAS PROTESTAS POR EL GOLPE
FUERON ESCASAS Y POCO NUMEROSAS
Por las calles de Tegucigalpa
transitaron de nuevo tanquetas y camiones llenos de
soldados. Se repitieron las escenas de los numerosos
golpes de Estado que ha sufrido Honduras en los últimos
decenios. Éste, al menos, no fue sangriento. No hubo ni un
herido. Los militares tomaron los puntos estratégicos de
la ciudad, mientras helicópteros artillados sobrevolaban
la Casa Presidencial y el Parlamento.
Aunque la Corte Suprema de
Justicia emitió un comunicado en el que se afirma que las
FF.AA. “han actuado en base a derecho ante la
desobediencia del poder ejecutivo de suspender la ilegal
consulta”, está claro que lo que se produjo en Honduras
fue un golpe de Estado. Con todas las letras. Por un
conflicto judicial no se saca al presidente de su
residencia y se le expulsa del país.
Quien asuma el gobierno de
facto enfrentará una unánime condena internacional,
empezando por EE.UU. y los vecinos centroamericanos que se
reúnen hoy para respaldar a Zelaya y rechazar el primer
golpe en América Latina en
cinco años.
El último se
produjo el 21 de abril de 2005 contra el presidente
ecuatoriano Lucio Gutiérrez. Rafael Correa, actual
presidente, participó como ministro de Economía en el
gabinete golpista de Alfredo palacio Los
ocho países miembros de la Alianza Bolivariana, que
encabezan Cuba y Venezuela, así como la Organización de
Estados Americanos (OEA) con toda seguridad van a decretar
el aislamiento político y económico al nuevo régimen.
Hay una
orden de captura contra todos los ministros del gabinete.
Algunos han pasado a la clandestinidad. Fueron detenidos
los embajadores de Venezuela, Cuba y Nicaragua, junto a la
ministra de Exteriores, Patricia Rodas. Los diplomáticos
serían liberados poco después.
En Tegucigalpa no se
produjeron grandes protestas ni visibles muestras de
solidaridad con Zelaya. En la capital, la mayoría de la
población es muy hostil al populismo de Zelaya, con barniz
izquierdista, en el que pocos creían. La cercanía de
Zelaya con Chávez provoca temores y recelos. En los
barrios pobres el presidente tenía mayor arraigo gracias a
los programas sociales que estaba impulsando.
Las únicas protestas por el
golpe se produjeron ante la residencia presidencial. Unos
centenares de personas se manifestaron ante los soldados
que custodiaban la zona.
“¡Adelante, la lucha es
constante!”, “Queremos a Zelaya, esto es un secuestro”,
“¡Golpe de Estado no!”, “Militares traidores”, “Que nadie
tenga miedo”, “Vamos a ver si los militares van a disparar
contra el pueblo”, fueron los gritos más reproducidos. Se
produjo cierta tensión cuando los manifestantes
pretendieron forzar la puerta principal. Los soldados les
intimidaron con sus fusiles M-16 en posición de disparo.
En otro momento, la gente obligó a las tanquetas a
retroceder.
Subidos en un vehículo, un
grupo de partidarios de Zelaya mostró una gran urna para
hacer un simulacro de votación.
En algunos barrios se
apreciaban columnas de humo que provocaban neumáticos
quemados. La policía disparó gases lacrimógenos contra
grupos progubernamentales en el centro de la ciudad.
CHÁVEZ:
“UN GOLPE TROGLODITA”
Desde que
se enteró del derrocamiento de Zelaya, Hugo Chávez se puso
al frente de la condena mundial. “Es un golpe troglodita,
lo derrotaremos desde dentro y desde afuera, ya empezamos
a movilizarnos”, dijo. “Si juramentan como presidente a
Roberto Micheletti, presidente del Congreso, lo vamos a
derrocar”, advirtió más tarde. “Ahora estos militares van
a saber lo que es un pueblo… Detrás de los golpistas está
la burguesía… los ricos… los que convirtieron a Honduras
en una República Bananera”.