“¿Va
usted a la guerra?, ¿de qué guerra me habla?”, me pregunta
con sorna un agente venezolano de emigración al traspasar en
Paraguachón el puesto fronterizo con Colombia. “No sea
crédulo, aquí nadie disparará un tiro. Sólo son vainas de
los presidentes, estamos muy tranquilos, todos somos
amigos”, agrega el funcionario.
La verdad es que en esta árida zona fronteriza, en donde los
analistas militares habían pronosticado que ya estarían
desplegados decenas de carros de combate, no hay más que
matorrales y coches destartalados de quién sabe que oscuro
origen. En vez de soldados, proliferan los chivos y los
wayuú, una etnia indígena que no reconoce fronteras y que
sólo admite sus propias leyes.
Parece hasta ridículo que Venezuela movilice miles de
hombres para amagar con un conflicto bélico que nadie quiere
ni apoya. Aquí no suenan tambores de guerra, sólo se oyen
reclamos por los impedimentos fronterizos al normal tránsito
de mercancías, en especial alimentos colombianos que para
Venezuela son indispensables para amortiguar la escasez. El
despliegue militar venezolano en una despoblada región
arenosa no tendrá enfrente a los aguerridos soldados
colombianos sino a un ejército de pequeños contrabandistas
de los dos países que subsisten trapicheando gasolina,
alimentos y mercancías de todo tipo.
“El enemigo no es Colombia, sino la pobreza y la escasez”,
comenta Luisa Cortés, una vendedora de empanadas y arepas.
“Mire usted, aquí no hay progreso, sólo promesas y promesas
que no se cumplen. ¿Para qué nos sirven más militares?”
Pregunta sin esperar respuesta.
Colombia, el país más militarizado de América, no tiene ni
un solo soldado en esta zona de la Guajira, fronteriza con
el estado venezolano de Zulia. Aunque los dos países
comparten 2.050 kilómetros de frontera, la mayoría del
terreno es selvático o muy montañoso. La zona del Zulia es
la única apta para operar los tanques venezolanos contra un
enemigo por ahora inexistente. El presidente Álvaro Uribe no
ha distraído en la frontera ni un solo uniformado de su
labor de derrotar militarmente a la narcoguerrilla que mata
y secuestra a civiles.
En Fuerte Páez, un pequeño cuartel que encontramos en un
rincón de la plaza mayor de Paraguaipoa (población a unos 15
kilómetros de Colombia), soldados y suboficiales montan
guardia con cierta indolencia. Reciben al periodista con
afabilidad castrense. Comentan que no tienen órdenes
especiales de movilización, que todo está normal. “En la
capital se dicen muchas cosas, aquí todo es diferente, las
patrullas que hacemos son las habituales”, comenta un
sargento sin dar credibilidad a las noticias alarmistas
sobre un conflicto con Colombia. “He visto en un periódico
que por aquí había movimientos de tanques, cuando en
realidad las fotos publicadas son de las pequeñas tanquetas
con las que hacemos las rondas habituales”, dice el
suboficial.
Los vecinos escuchan con cierto escepticismo la intervención
por televisión del ministro de Defensa, general Gustavo
Rangel, quien asegura que el ejército venezolano está a
punto de terminar el despliegue militar ordenado por el
presidente Hugo Chávez en la frontera con Colombia. El
general Jesús González, jefe del comando estratégico
operacional, a mediodía de ayer dijo que ya habían llegado a
sus objetivos en los estados del Zulia, Táchira y Apure la
casi totalidad de los 8.000 hombres movilizados. Subrayó que
en las próximas horas se completaría el plan diseñado por el
alto mando.
Pese a que Chávez anunció el domingo por la mañana el envío
inmediato a la frontera de diez batallones tácticos, con
carros acorazados y aviones de combate, el despliegue no
empezó a aplicarse hasta la noche del martes. De hecho, un
oficial de la inteligencia militar venezolana en la
madrugada de ayer nos dijo en Paraguaipoa que “aún no me han
informado de movilización alguna”. La versión oficial es que
en las últimas horas los acontecimientos se han acelerado.
El general Gustavo Rangel, en rueda de prensa con el alto
mando, reiteró que los diez batallones estaban a punto de
completar el plan previsto. El primer contingente de 150
soldados arribó al Táchira por el aeropuerto de Santo
Domingo, procedente de una unidad militar de Valencia. Los
carros de combate salieron hacia la frontera desde el
cuartel de la brigada 41 de Valencia. Nadie ha dicho una
palabra del despliegue de los modernos aviones rusos Sukhoi.
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Artículo
publicado originalmente en el diario La Vanguardia |