El
presidente Hugo Chávez anda desubicado, sin rumbo aparente,
sin comprender lo que pasa. Por primera vez se encuentra en
aprietos, a la defensiva. No entiende que los chamos –así
llaman en Venezuela a los jóvenes- se manifiesten por las
calles gritando "libertad" y "democracia". Ha perdido la
intuición para discernir lo que pasa. Le desconcierta que
los universitarios se rebelen y, por supuesto, no puede sino
atribuirlo a una manipulación del imperio.
Se muestra irritado porque esas demandas de libertad y
democracia lo presentan ante los ojos del mundo como un
autócrata camino de la dictadura. Se niega a aceptar que
Venezuela ha entrado en una nueva etapa de su vida política
desde el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV), el canal
con más audiencia y de mayor antigüedad del país, que
gracias a sus telenovelas, programas de humor (Radio
Rochela, con 45 años en el aire, era el más veterano de
América Latina) y espacios informativos tenía enorme
penetración en los barrios populares.
En Venezuela está ocurriendo algo profundo que Hugo Chávez
no esperaba. Ha aparecido un movimiento social (estudiantil)
que se enganchó con el sentimiento popular. La demanda de
reapertura de Radio Caracas Televisión, cerrada por el
régimen por mantener una línea crítica, conectó con el
sentimiento popular, con el venezolano que todas las noches
mira telenovelas y no dispone de dinero para contratar la
televisión por cable. El movimiento estudiantil representa
una espina cortante en su relación con los sectores
populares. Los jóvenes consiguieron lo que la oposición
política no logró jamás: rasgar un pedazo de los afectos que
Chávez monopolizaba.
Las manifestaciones de universitarios críticos han dado un
vuelco al mundo político de los últimos años, dejando sin
sentido el discurso de Chávez sí o Chávez no, de pobres o
ricos, del este (en Caracas, las zonas de clase media) o del
oeste (las barriadas populares). Los estudiantes han
protagonizado las protestas más importantes que se han visto
en Venezuela en los ocho años que Hugo Chávez lleva en el
poder. No por el número de participantes (fueron mucho más
nutridas las marchas celebradas durante la huelga general de
diciembre 2002 y enero 2003), sino porque son conducidas por
gente fresca, inteligente, con buena estrategia, sin
conexiones con el pasado y que no usa la desgastada frase
de: "¡Chávez fuera!".
Las protestas de los jóvenes marcan la aparición en
Venezuela de fuerzas políticas emergentes. Cada vez se hace
más evidente la irrelevancia de los viejos partidos y de los
desgastados dirigentes.
Los estudiantes muestran madurez, arrestos y buena
estrategia. La dirección del movimiento evidenció su
clarividencia en la Asamblea Nacional, donde el joven
Douglas Barrios, representante de la Universidad
Metropolitana, leyó el documento político más punzante y
esperanzador que se haya escuchado en mucho tiempo en el
país. Con entereza, Barrios defendió los valores
fundamentales –libertad, democracia, autonomía
universitaria, pluralismo informativo, y reapertura de RCTV-
ante los irritados diputados chavistas. Luego se marcharon
sin esperar la orquestada réplica de estudiantes
oficialistas que nadie había elegido (los chavistas no han
ganado ni una votación universitaria para escoger a los
delegados).
¿Qué hicieron los jóvenes designados para defender al
Gobierno? Recitar el casette contra el imperio y repetir el
viejo discurso con monótono estribillo antiburgués, que
cualquier izquierdista serio ya borró de su agenda. La
prensa venezolana ha denunciado que los estudiantes
revolucionarios que debían "enfrentar" a los
contrarrevolucionarios eran empleados del gobierno con
sueldos de hasta 2.000 dólares mensuales.
"Y aquí es donde se revela que la revolución es pura
burocracia estatizada con personal eventual de fin de semana
que se incorpora a las marchas y mítines del comandante en
jefe, solo por participar en un espectáculo que, es cierto,
es repetitivo y cansón, pero es el único donde se cobra por
estar ahí, gritar y gesticular", afirma el comentarista
Manuel Malaver.
En el último mitin de Hugo Chávez en la avenida Bolívar, de
nuevo se puso en evidencia la improvisación, la poca
convocatoria del comandante y su imaginario partido único.
Tan escuálido resultó que la gente acarreada en su mayoría
del interior del país aprovechó el viaje pagado a Caracas
para comprar en los centros comerciales "burgueses".
El principal problema para Chávez es que la mayoría de los
venezolanos "rechaza que se confisquen los derechos
fundamentales, como la libertad, la propiedad privada, la
libre empresa, la libertad de expresión, la autonomía
universitaria, una educación plural y no ideologizada, y el
respeto a la soberanía", recalca el analista político Manuel
Felipe Sierra. Sierra advierte que en el futuro cercano se
avizora "más conflictividad social", porque Chávez no va a
retroceder en sus planes totalitarios con reelección
vitalicia y la gente va a continuar expresando su
descontento.
Las marchas estudiantiles son entusiastas, informales, sin
recursos materiales, -las consignas son garabateadas sobre
cartulinas- y se combinan con otras formas de protesta, como
pintarse las manos de blanco, entregar flores a los policías
o irrumpir en el metro con las bocas tapadas con cinta
adhesiva.
Dado que la televisión ya está totalmente controlada por el
Gobierno –la única excepción es Globovisión, un canal de
noticias que emite por cable- , los estudiantes se comunican
por internet y con mensajes SMS por teléfono móvil. Los
dirigentes universitarios transmiten un nuevo mensaje, de
búsqueda de unidad y de consenso, pluriclasista, en defensa
de valores democráticos esenciales, que se contrapone al
discurso de confrontación que mantiene el presidente Chávez.
"Nuestra lucha no es sólo por el cierre de una televisora,
sino por el conjunto de nuestros derechos, por la libertad
de elegir lo que queremos ver y por la libertad de
protestar, porque muchos manifestantes han sido detenidos y
llevados ante la justicia. El caso Radio Caracas Televisión
es el mayor atentado a la libertad de expresión, pero todos
los medios están amenazados. Salimos todos los días a la
calle porque la defensa de la democracia es más importante
que aprobar un examen", declara a 'La Vanguardia' Jon
Goicoechea, líder de los estudiantes de la Universidad
Católica Andrés Bello (jesuitas).
Las palabras de Goicoechea, 22 años, están teniendo un
amplio eco en Venezuela por la brillantez, coherencia y
madurez de sus planteamientos. Los muchachos no tienen miedo
y por eso no se amedrentan con esa imagen tenebrosa de
tanquetas desfilando por las autopistas y avenidas de las
ciudades, tan propia de los gobiernos militares.
La retórica oficialista, antes y después del cierre de RCTV,
no ha sido sino un burdo intento de criminalizar una
protesta legítima. Creyeron que llamándoles golpistas iban a
asustar a la gente. No lo lograron. El país reviró. Esos
jóvenes estudiantes que han cogido la calle se autodirigen.
No los manipulan, ni hay una mano peluda detrás de ellos.
Los intentos oficiales de desprestigiar su protesta han sido
infructuosos, sólo muestran lo que es capaz de hacer el
sectarismo político.
Todo cuanto haga o deje de hacer Hugo Chávez le comporta
riesgos. Los primeros días reprimió con dureza a los
estudiantes, detuvo a cerca de 200 (la mayoría menores de
edad). La protesta aumentó. "Alerta en los cerros, en los
barrios y en los pueblos para defender nuestra revolución de
esta nueva arremetida fascista", dijo en forma amenazante el
presidente Chávez al exhortar a sus incondicionales a cerrar
filas.
Sin embargo, de los cerros no bajó nadie a apoyarlo al y a
enfrentar a los estudiantes. Entre otras cosas porque la
gente humilde es la que más resiente el cierre de RCTV
porque le quitaron su única diversión. Con la terrible
inseguridad que hay en Caracas, la gente pobre se recluye en
sus casas a las seis de la tarde. Y no tiene otra
distracción que sus añoradas telenovelas, que forman parte
de la cultura popular venezolana. De ahí que el 85 % de la
población rechace el cierre de la emisora, según indican
todas las encuestas.
La mayor humillación para Chávez ha sido la mínima audiencia
que está consiguiendo el canal oficialista TeVes, que
utiliza la señal y usurpa las instalaciones de la emisora
clausurada. Mientras RCTV registraba más del 49% de la
audiencia en las semanas previas a su cierre, TeVes, un
bodrio que aburre a las piedras, tan sólo alcanza el 0"9%.
Por el contrario, Globovisión ha cuadruplicado su audiencia,
y pese a ser un canal por cable que sólo emite noticias, se
ha convertido en el segundo con mayor rating en todo el
país.
Mostrando cierto nerviosismo, Chávez sermonea durante cinco
horas seguidas, un día sí y al otro también, en cadenas
obligatorias de radio y televisión, a las que tienen que
conectarse todas las emisoras del país; los venezolanos
deben escuchar forzosamente –la alternativa es apagar la
radio y la televisión- los insultos y descalificaciones del
presidente a los estudiantes. Pero ya no convence ni a los
suyos. Chávez se desconcierta al comprobar que no le
funcionan las viejas estrategias de culpar de las protestas
a los oligarcas, al imperio o a la oposición golpista. La
gente no le está creyendo.
A la vieja izquierda que aún apoya a Chávez se le rompen los
esquemas al ver las imágenes de la policía golpeando a los
estudiantes que gritan "libertad". El articulista Carlos
Blanco subraya que "Chávez no concibe que una palabra que se
refiere a un mundo complejo, a veces inefable, mueva los
espíritus; pero ésa es la magia de la palabra libertad. El
régimen no intuye cómo los de abajo se rebelan por ella".
Por su parte, el comentarista Manuel Malaver dice que "la
era de los ideólogos que le cocinaron a Chávez el mondongo
de marxismo, rupturismo, castrismo y postmodernismo está
llegando a su fin; gente como Hans Dieterich, Ignacio
Ramonet y Marta Harnecker ya recibieron información de que
sus pagos están suspendidos y deben resetear sus cerebros
para mantenerse en la nómina de la revolución".
El cierre de RCTV y la represión dialéctica y física del
movimiento estudiantil explica que continúe el desplome de
la popularidad del presidente. La medición de Hinterlaces,
una conocida firma encuestadora que ha venido haciendo
sondeos diarios desde la clausura de RCTV el 27 de mayo,
revela una fuerte caída en el nivel de aceptación de Chávez.
Durante su reelección en diciembre del 2006 tenía 49 % de
opinión favorable, la última medición le otorga 31 %; un
descenso de 18 puntos, el nivel más bajo en los últimos
cinco años.
La encuesta indica que 74% de los entrevistados piensa que
las protestas estudiantiles son democráticas y tienen el
apoyo popular; 61 % opina que deben continuar, y el 51%
coincide en que Chávez actúa más como dictador que como
demócrata; sólo el 31 % cree lo contrario.
Chávez, que conoce la historia de su país, sabe que en la
Venezuela de los últimos cien años, el adversario dialéctico
de los militares fueron siempre los estudiantes. Aunque el
movimiento universitario estuvo ausente de la convulsionada
escena política venezolana en los últimos 20 años, el cierre
de RCTV lo sacó a la calle porque los jóvenes comprendieron
que estaban en juego las libertades.
La gran incógnita se centra en si esta protesta inédita que
nació en forma espontánea en todas las universidades del
país puede tomar mayor envergadura. De momento, todo indica
que se ha logrado paralizar la nueva ley de educación que,
entre otras cosas, iba a terminar con la autonomía
universitaria. Por primera vez desde que está en el poder,
Chávez mide los pasos que se dispone a dar, no sea que
incendie la pradera con alguna medida que irrite aún más a
la ciudadanía. Hay que tener presente que las encuestas
indican que el 85 % de los venezolanos rechaza la
implantación de un régimen como el cubano, y más del 75%
defiende la propiedad privada.
Seguir adelante con su agenda totalitaria le resultará a
Chávez más problemático de lo que pensaba hace unos meses.
Si el cierre de RCTV ha provocado protestas masivas y
desplome de la popularidad del presidente, cuando se
consagren las anunciadas reformas radicales de la
Constitución para instaurar el llamado socialismo del siglo
XXI, se podría producir un desborde de la conflictividad
social.
La sociedad estaba dormida y los estudiantes la despertaron.
Así de simple resumió el estudiante de comunicación social
Fred Guevara la manera como el movimiento estudiantil empezó
las protestas que mantienen con la guardia en alto al
gobierno de Chávez. Hasta el cierre de RCTV se decía que los
opositores venezolanos estaban apáticos, cansados,
frustrados, resignados, impotentes, ante la profundización
de la vía totalitaria que sigue Hugo Chávez.
Sin embargo, apunta Carlos Blanco, todo cambió de repente.
La vibrante energía estudiantil que recorre las calles tomó
a más de uno por sorpresa. "Artistas, periodistas,
profesores, estudiantes, jóvenes al por mayor, caminan allá
afuera. ¿Dónde estaban? -se preguntan los analistas-, y se
ensayan respuestas de altísima sociología; no estaban bajo
las piedras, ni idos ni ausentes; estaban allí, confundidos
con el paisaje, en reposo, hasta que penetraron el
silencio", señala el comentarista.
Nadie puede predecir cuánto durará y en qué desembocará este
movimiento estudiantil que en vez de revolución convoca a
celebrar una asamblea general para la "reconciliación
nacional". Llevan ya tres semanas de marchas y protestas sin
dar muestras de cansancio. Por el contrario, el gobierno
sigue descolocado, incapaz de entender cómo la juventud
impugna la ruta totalitaria de Chávez.
Luis Vicente León, director de la firma encuestadora
Datanálisis, dice que es ingenuo pensar que las protestas
estudiantiles sacarán a Chávez del poder o comprometerán su
gobernabilidad, y que es exagerado comparar estos eventos
con el Mayo Francés. Sin embargo, destaca que, sin ninguna
duda, los estudiantes ganan la batalla simbólica, abren
nuevas vías de conexión política y anuncian el surgimiento
de liderazgos diferentes, en un país que los pide a gritos.
* |
Artículo
publicado originalmente en el diario La Vanguardia,
España |