El
tiempo político se acelera vertiginosamente en Venezuela con
las protestas estudiantiles, las manifestaciones contra la
reforma constitucional y la incógnita del perceptible
malestar en los cuarteles. El presidente Hugo Chávez, que ya
había perdido la iniciativa desde hace meses, ahora se
encuentra encajonado, en medio de fuertes presiones.
Desestabilizado emocionalmente por las protestas de los
jóvenes, que a diario desenmascaran el carácter totalitario
de su régimen, su autoritarismo estalló en Santiago de
Chile. Acostumbrado a que nadie le replique, en la Cumbre
Iberoamericana mostró brutalmente su auténtico rostro
caudillista. Ahora Zapatero ya no debería tener dudas sobre
el personaje con quien hasta ahora se mostró tan
complaciente. Después de los exabruptos de Chávez, queda más
que en entredicho la política exterior de paños calientes
que ha seguido Miguel Ángel Moratinos con Cuba y Venezuela.
Después del choque dialéctico de Santiago de Chile, también
queda más que en entredicho el ex embajador español en
Caracas, Raúl Morodo, que fue sumamente complaciente con los
atropellos de Chávez. Morodo es de infausta memoria para
miles de españoles, que no encontraron apoyo en la legación
diplomática de su país pese a sufrir atropellos de todo
tipo. Ello explicaría que Zapatero fuera silbado en la
Hermandad Gallega de Caracas cuando visitó Venezuela en
marzo de 2005.
Moratinos quizá esté hoy arrepentido de lo que dijo hace
algunos días sobre que el Gobierno socialista no presentará
una queja formal ante las autoridades venezolanas por las
expropiaciones de tierras a españoles, como pidió el Senado
el mes pasado. El ministro dijo que hacerlo sería
'irresponsable', ya que Hugo Chávez está "ayudando a
resolver" los casos pendientes. Moratinos no parece conocer
que decenas de canarios y gallegos han sido secuestrados y
sus fincas invadidas por falsos cooperativistas chavistas.
La secretaria de Estado de Iberoamérica, Trinidad Jiménez,
que estaba sentada detrás de Rodríguez Zapatero durante la
trifulca con Hugo Chávez, quizá esté arrepentida de que en
su reciente visita a Caracas se negara a entrevistarse con
Maria Eugenia de Usón, la esposa del general venezolano
Francisco Vicente Usón, condenado a cinco años y seis meses
de cárcel por explicar en televisión el funcionamiento de un
lanzallamas, durante un programa en que se debatía sobre la
sospechosa muerte por quemaduras de dos soldados (otros seis
resultaron heridos). La ley venezolana dice que al cumplirse
una tercera parte de la condena, el preso sale en libertad
condicional por buen comportamiento. La tercera se cumplió
el 7 de noviembre, pero el militar sigue en la celda. El
senador vasco Iñaki Anasagasti planteó a Moratinos en el
Senado el caso Usón. El ministro dijo que Trinidad Jiménez
se ocuparía en Caracas de su situación. Sin embargo, la
secretaria de Estado no recibió a Maria Eugenia de Usón,
pese a que el general tiene nacionalidad española. El abuelo
de Usón fue alcalde republicano del pueblo zaragozano de
Gelsa, y murió en la guerra civil española.
Zapatero sólo ha recibido coces de Hugo Chávez y de Daniel
Ortega como pago a su política de condescendencia. Si grave
es la actitud de Chávez, aún lo es mucho más la de Daniel
Ortega, ya que Nicaragua es uno de los países que ha
recibido más ayuda de todo tipo de la cooperación española.
El presidente español habrá quedado escaldado del apoyo que
ha prestado a Hugo Chávez desde que llegó a la Moncloa.
Después del encontronazo en la cumbre de Chile, ahora cabe
preguntarse cómo quedará el contrato de venta de patrulleras
y navíos de guerra españoles (la venta de aviones tuvo que
suspenderse por llevar los aparatos motores norteamericanos)
al Gobierno bolivariano, que contribuyó a enfriar aún más
las relaciones del gobierno de zapatero con la
administración Bush. Es más que sabido que Chávez es un
personaje vengativo. Por ello, hay muchas dudas sobre si los
astilleros españoles llegarán a cobrar en el caso de que las
patrulleras se lleguen a construir y a entregar a la Marina
venezolana.
En estos momentos también hay que recordar que José María
Aznar visitó Venezuela en 1999 como presidente del Gobierno
español, pavoneándose en aquel entonces de la extrema
cercanía que mantenía con el presidente Hugo Chávez. Aznar
habló en el Congreso venezolano a la misma hora en que
Chávez ascendía a generales a varios militares golpistas,
pese a que los diputados y senadores habían vetado los
nombramientos de altos oficiales. La Constitución vigente en
1999 establecía que el Congreso debía aprobar el ascenso de
generales. En Venezuela, el historiador Manuel Caballero
dijo que el comportamiento de Chávez de pasar por encima del
Congreso equivalía a otro golpe de Estado. Pero Aznar no
dijo nada ante los legisladores que fuera incómodo o pudiera
molestar a su "amigo Hugo". Aznar incluso le vendía a Chávez
los gases lacrimógenos con que la policía reprimía a la
oposición democrática, que afectaron a muchos periodistas.
De hecho, Chávez se mostró tan complaciente con Aznar
–incluso lo llevó en yate a visitar la hermosa zona
turística de Los Roques- como Fidel Castro lo fue con Fraga
Iribarne cuando el presidente de la Xunta visitó Cuba en
1991.
El analista Antonio Sánchez subraya que Venezuela vive "la
crisis más profunda de su historia republicana". Señala el
escritor que no hay un solo venezolano que no esté sufriendo
sus devastadores consecuencias; no importa si es civil o
uniformado, pobre o rico, creyente o agnóstico. "El país ha
sido cruenta y dramáticamente dividido en dos parcialidades.
Una camarilla corrupta y dictatorial ha decidido imponerle a
la inmensa mayoría de los venezolanos un régimen autocrático
y represivo, una tiranía fascista como no hemos conocido ni
siquiera en los peores momentos de nuestro pasado y
convertir a nuestra patria en la plataforma de lanzamiento
de una guerra continental, sometiendo y militarizando la
región tras el proyecto original del castro fascismo
cubano", afirma Antonio Sánchez.
Tal como apunta el periodista venezolano Manuel Malaver, las
manifestaciones estudiantiles no se dirigen sólo a frustrar
o aplazar la reforma constitucional y el referéndum que
busca aprobarla, sino a poner en evidencia el perfil
autoritario y dictatorial de un régimen que más allá de la
reforma o el resultado del referendo, está "ya" constituido
en un gobierno al margen de la ley y frente al cual no queda
otro recurso que la lucha".
El pronunciamiento del general Raúl Baduel en contra de la
reforma totalitaria de la Constitución ha sacudido los poco
asentados cimientos del chavismo. El presidente y sus
acólitos han querido restar importancia al duro alegato del
ex ministro de Defensa y ex jefe del Ejército, que con
sólidos argumentos equipara la modificación de la Carta
Magna con un golpe de Estado. Como era de esperar, Chávez
llamó traidor a Baduel, arrojó sombras sobre su conducta
personal en febrero y noviembre de 1992, durante sus
fracasados golpes de Estado, a los cuales no se sumó. Luego,
restó méritos al determinante papel que jugó en abril de
2002 el entonces coronel de paracaidistas en impedir que se
consumara el golpe contra Chávez de Pedro Carmona.
Las declaraciones de Baduel provocaron una oleada de
agitación en el seno del Gobierno, lo que obligó a que
militares retirados "de escasa influencia y poca
credibilidad" se unieran al coro de funcionarios que
tildaron al ex ministro de "traidor". "Baduel es un traidor
y este pueblo rechaza a los traidores", dijo Cilia Flores,
presidente de la Asamblea Nacional. El comentarista Mario
Villegas señala que, como es su costumbre, el presidente
intrigó acerca de las "motivaciones innobles e inmorales"
que estarían detrás de la oposición a la reforma expresada
por su ex hermano del alma.
En el editorial "El contrafolpe de Baduel", el ex ministro
Teodoro Petkoff destacó en "TalCual", periódico que dirige,
que el impacto de la declaración del general lo mide la
reacción de Chávez. "Primero –señala- puso a sus alabarderos
de siempre, los vicarios de su poder, a tratar de refutar al
general y más tarde, desempolvó a dos de sus ex ministros de
la Defensa para que tartamudearan algunas trivialidades
contra Baduel". Petkoff también resalta que la coherencia es
una virtud de Raúl Baduel. "Su discurso es coherente con su
desempeño institucional", afirma Petkoff.
La nerviosa reacción de Chávez, cargada de insultos
barriobajeros, mostró que el palacio de Miraflores se
cimbreó con el misil lanzado por un general con gran
ascendencia en los cuartos de banderas. Las
descalificaciones contra Baduel por parte de personajillos
que abrevan en el pesebre chavista no hicieron sino
revalorizar más las argumentaciones de este oficial, al que
ahora se tacha de traidor por exponer una opinión
discrepante.
Analistas venezolanos como Villegas señalan que no hay
disimulo que pueda esconder el fuerte impacto que ha tenido
en Venezuela, y en especial en los cuarteles, la razonada
posición asumida por el general Baduel. La declaración del
ex ministro de Defensa ha sido interpretada, en parte, como
un ultimátum salido del seno de las Fuerzas Armadas: se
trata de un contundente llamamiento de atención al régimen.
De ahí la crítica desenfrenada y soez de Chávez contra su
antiguo amigo de conspiraciones. Lo ocurrido al general es
una muestra de la intolerancia dictatorial que espera a los
venezolanos en el caso de que se apruebe la reforma. Si se
acosa, insulta y veja públicamente a uno de los militares de
mayor prestigio, ¿qué pasará mañana a cualquier ciudadano
que se le ocurra disentir u oponerse a una decisión de Yo el
Supremo? La orquestada respuesta de los más altos cargos
chavistas a un general que gozaba de la confianza absoluta
de Chávez supone una poderosa advertencia para entender por
qué son muy pocos los que osan disentir del jefe único.
La crítica de Baduel, quien afirmó que veía pocas razones
para reemplazar la Constitución vigente de 1999, señala las
fisuras dentro de los partidarios de Chávez uno días antes
del crucial referéndum del 2 de diciembre sobre la reforma
constitucional. Unos pocos partidarios de Chávez como Ismael
García, líder del partido gubernamental Podemos, critican el
camino totalitario que ha emprendido Chávez con una dureza
hasta ahora inusual en las filas oficialistas.
La nueva Constitución impondría en Venezuela un régimen cada
vez más parecido al castrista y permitiría a Chávez
reelegirse indefinidamente. Se acabaría con la autonomía
universitaria, se centralizarían todos los poderes en la
presidencia (el papel de alcaldes y gobernadores sería de
meros comparsas) y se restringirían las libertades.
Rafael Poleo plantea en "El Nuevo País en qué medida los
militares comparten la opinión del general Baduel sobre la
reforma constitucional. "La pregunta clave es si esta vez
Baduel actuó con su reconocido conocimiento de lo que los
militares piensan y quieren, y con su tradicional sentido de
la oportunidad". El reputado periodista señala que si nos
basamos en lo que se sabe de la institución armada, el
Ejército rechaza la determinación del presidente Chávez de
integrar a Venezuela con Cuba en un solo Estado de igual
naturaleza que el régimen castrista. "En cuanto al general
Baduel –escribe Poleo-, en sus actuaciones anteriores,
siempre en momentos críticos, ha mostrado notable habilidad
política, frialdad en el análisis y sentido de la
oportunidad. Se acepta que ha mantenido una relación
estrecha con los cuadros medios del Ejército y que
difícilmente se expresaría en una línea distinta de la
sensibilidad de esos oficiales".
La llamada "bomba Baduel" fue una carga de profundidad
dirigida a la conciencia de los oficiales del Ejército
venezolano. Su calificación de "golpe de Estado de facto"
aplicado a la reforma constitucional es un explosivo de alta
potencia al equiparar el referéndum del 2 de diciembre con
el golpe de Estado de abril del 2002.
El dirigente político Pablo Medina, que respalda el
llamamiento de Baduel, destaca que si se aprueba la reforma
totalitaria de Chávez las Fuerzas Armadas venezolanas
desaparecerán como tal. Por ello, la gran mayoría de
oficiales se opondrían a la nueva Carta Magna. Hace ya
cuatro años, el insigne historiador Jorge Olavarría dijo a
este cronista que Hugo Chávez había convertido a las Fuerzas
Armadas en "bandas armadas".
* |
Artículo
publicado originalmente en el diario La Vanguardia |