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Zapatero recibe coces de Chávez y Ortega
por Joaquím Ibarz
domingo, 11 noviembre 2007


El tiempo político se acelera vertiginosamente en Venezuela con las protestas estudiantiles, las manifestaciones contra la reforma constitucional y la incógnita del perceptible malestar en los cuarteles. El presidente Hugo Chávez, que ya había perdido la iniciativa desde hace meses, ahora se encuentra encajonado, en medio de fuertes presiones. Desestabilizado emocionalmente por las protestas de los jóvenes, que a diario desenmascaran el carácter totalitario de su régimen, su autoritarismo estalló en Santiago de Chile. Acostumbrado a que nadie le replique, en la Cumbre Iberoamericana mostró brutalmente su auténtico rostro caudillista. Ahora Zapatero ya no debería tener dudas sobre el personaje con quien hasta ahora se mostró tan complaciente. Después de los exabruptos de Chávez, queda más que en entredicho la política exterior de paños calientes que ha seguido Miguel Ángel Moratinos con Cuba y Venezuela. Después del choque dialéctico de Santiago de Chile, también queda más que en entredicho el ex embajador español en Caracas, Raúl Morodo, que fue sumamente complaciente con los atropellos de Chávez. Morodo es de infausta memoria para miles de españoles, que no encontraron apoyo en la legación diplomática de su país pese a sufrir atropellos de todo tipo. Ello explicaría que Zapatero fuera silbado en la Hermandad Gallega de Caracas cuando visitó Venezuela en marzo de 2005.

Moratinos quizá esté hoy arrepentido de lo que dijo hace algunos días sobre que el Gobierno socialista no presentará una queja formal ante las autoridades venezolanas por las expropiaciones de tierras a españoles, como pidió el Senado el mes pasado. El ministro dijo que hacerlo sería 'irresponsable', ya que Hugo Chávez está "ayudando a resolver" los casos pendientes. Moratinos no parece conocer que decenas de canarios y gallegos han sido secuestrados y sus fincas invadidas por falsos cooperativistas chavistas.

La secretaria de Estado de Iberoamérica, Trinidad Jiménez, que estaba sentada detrás de Rodríguez Zapatero durante la trifulca con Hugo Chávez, quizá esté arrepentida de que en su reciente visita a Caracas se negara a entrevistarse con Maria Eugenia de Usón, la esposa del general venezolano Francisco Vicente Usón, condenado a cinco años y seis meses de cárcel por explicar en televisión el funcionamiento de un lanzallamas, durante un programa en que se debatía sobre la sospechosa muerte por quemaduras de dos soldados (otros seis resultaron heridos). La ley venezolana dice que al cumplirse una tercera parte de la condena, el preso sale en libertad condicional por buen comportamiento. La tercera se cumplió el 7 de noviembre, pero el militar sigue en la celda. El senador vasco Iñaki Anasagasti planteó a Moratinos en el Senado el caso Usón. El ministro dijo que Trinidad Jiménez se ocuparía en Caracas de su situación. Sin embargo, la secretaria de Estado no recibió a Maria Eugenia de Usón, pese a que el general tiene nacionalidad española. El abuelo de Usón fue alcalde republicano del pueblo zaragozano de Gelsa, y murió en la guerra civil española.

Zapatero sólo ha recibido coces de Hugo Chávez y de Daniel Ortega como pago a su política de condescendencia. Si grave es la actitud de Chávez, aún lo es mucho más la de Daniel Ortega, ya que Nicaragua es uno de los países que ha recibido más ayuda de todo tipo de la cooperación española. El presidente español habrá quedado escaldado del apoyo que ha prestado a Hugo Chávez desde que llegó a la Moncloa.

Después del encontronazo en la cumbre de Chile, ahora cabe preguntarse cómo quedará el contrato de venta de patrulleras y navíos de guerra españoles (la venta de aviones tuvo que suspenderse por llevar los aparatos motores norteamericanos) al Gobierno bolivariano, que contribuyó a enfriar aún más las relaciones del gobierno de zapatero con la administración Bush. Es más que sabido que Chávez es un personaje vengativo. Por ello, hay muchas dudas sobre si los astilleros españoles llegarán a cobrar en el caso de que las patrulleras se lleguen a construir y a entregar a la Marina venezolana.

En estos momentos también hay que recordar que José María Aznar visitó Venezuela en 1999 como presidente del Gobierno español, pavoneándose en aquel entonces de la extrema cercanía que mantenía con el presidente Hugo Chávez. Aznar habló en el Congreso venezolano a la misma hora en que Chávez ascendía a generales a varios militares golpistas, pese a que los diputados y senadores habían vetado los nombramientos de altos oficiales. La Constitución vigente en 1999 establecía que el Congreso debía aprobar el ascenso de generales. En Venezuela, el historiador Manuel Caballero dijo que el comportamiento de Chávez de pasar por encima del Congreso equivalía a otro golpe de Estado. Pero Aznar no dijo nada ante los legisladores que fuera incómodo o pudiera molestar a su "amigo Hugo". Aznar incluso le vendía a Chávez los gases lacrimógenos con que la policía reprimía a la oposición democrática, que afectaron a muchos periodistas. De hecho, Chávez se mostró tan complaciente con Aznar –incluso lo llevó en yate a visitar la hermosa zona turística de Los Roques- como Fidel Castro lo fue con Fraga Iribarne cuando el presidente de la Xunta visitó Cuba en 1991.

El analista Antonio Sánchez subraya que Venezuela vive "la crisis más profunda de su historia republicana". Señala el escritor que no hay un solo venezolano que no esté sufriendo sus devastadores consecuencias; no importa si es civil o uniformado, pobre o rico, creyente o agnóstico. "El país ha sido cruenta y dramáticamente dividido en dos parcialidades. Una camarilla corrupta y dictatorial ha decidido imponerle a la inmensa mayoría de los venezolanos un régimen autocrático y represivo, una tiranía fascista como no hemos conocido ni siquiera en los peores momentos de nuestro pasado y convertir a nuestra patria en la plataforma de lanzamiento de una guerra continental, sometiendo y militarizando la región tras el proyecto original del castro fascismo cubano", afirma Antonio Sánchez.

Tal como apunta el periodista venezolano Manuel Malaver, las manifestaciones estudiantiles no se dirigen sólo a frustrar o aplazar la reforma constitucional y el referéndum que busca aprobarla, sino a poner en evidencia el perfil autoritario y dictatorial de un régimen que más allá de la reforma o el resultado del referendo, está "ya" constituido en un gobierno al margen de la ley y frente al cual no queda otro recurso que la lucha".

El pronunciamiento del general Raúl Baduel en contra de la reforma totalitaria de la Constitución ha sacudido los poco asentados cimientos del chavismo. El presidente y sus acólitos han querido restar importancia al duro alegato del ex ministro de Defensa y ex jefe del Ejército, que con sólidos argumentos equipara la modificación de la Carta Magna con un golpe de Estado. Como era de esperar, Chávez llamó traidor a Baduel, arrojó sombras sobre su conducta personal en febrero y noviembre de 1992, durante sus fracasados golpes de Estado, a los cuales no se sumó. Luego, restó méritos al determinante papel que jugó en abril de 2002 el entonces coronel de paracaidistas en impedir que se consumara el golpe contra Chávez de Pedro Carmona.

Las declaraciones de Baduel provocaron una oleada de agitación en el seno del Gobierno, lo que obligó a que militares retirados "de escasa influencia y poca credibilidad" se unieran al coro de funcionarios que tildaron al ex ministro de "traidor". "Baduel es un traidor y este pueblo rechaza a los traidores", dijo Cilia Flores, presidente de la Asamblea Nacional. El comentarista Mario Villegas señala que, como es su costumbre, el presidente intrigó acerca de las "motivaciones innobles e inmorales" que estarían detrás de la oposición a la reforma expresada por su ex hermano del alma.

En el editorial "El contrafolpe de Baduel", el ex ministro Teodoro Petkoff destacó en "TalCual", periódico que dirige, que el impacto de la declaración del general lo mide la reacción de Chávez. "Primero –señala- puso a sus alabarderos de siempre, los vicarios de su poder, a tratar de refutar al general y más tarde, desempolvó a dos de sus ex ministros de la Defensa para que tartamudearan algunas trivialidades contra Baduel". Petkoff también resalta que la coherencia es una virtud de Raúl Baduel. "Su discurso es coherente con su desempeño institucional", afirma Petkoff.

La nerviosa reacción de Chávez, cargada de insultos barriobajeros, mostró que el palacio de Miraflores se cimbreó con el misil lanzado por un general con gran ascendencia en los cuartos de banderas. Las descalificaciones contra Baduel por parte de personajillos que abrevan en el pesebre chavista no hicieron sino revalorizar más las argumentaciones de este oficial, al que ahora se tacha de traidor por exponer una opinión discrepante.

Analistas venezolanos como Villegas señalan que no hay disimulo que pueda esconder el fuerte impacto que ha tenido en Venezuela, y en especial en los cuarteles, la razonada posición asumida por el general Baduel. La declaración del ex ministro de Defensa ha sido interpretada, en parte, como un ultimátum salido del seno de las Fuerzas Armadas: se trata de un contundente llamamiento de atención al régimen. De ahí la crítica desenfrenada y soez de Chávez contra su antiguo amigo de conspiraciones. Lo ocurrido al general es una muestra de la intolerancia dictatorial que espera a los venezolanos en el caso de que se apruebe la reforma. Si se acosa, insulta y veja públicamente a uno de los militares de mayor prestigio, ¿qué pasará mañana a cualquier ciudadano que se le ocurra disentir u oponerse a una decisión de Yo el Supremo? La orquestada respuesta de los más altos cargos chavistas a un general que gozaba de la confianza absoluta de Chávez supone una poderosa advertencia para entender por qué son muy pocos los que osan disentir del jefe único.

La crítica de Baduel, quien afirmó que veía pocas razones para reemplazar la Constitución vigente de 1999, señala las fisuras dentro de los partidarios de Chávez uno días antes del crucial referéndum del 2 de diciembre sobre la reforma constitucional. Unos pocos partidarios de Chávez como Ismael García, líder del partido gubernamental Podemos, critican el camino totalitario que ha emprendido Chávez con una dureza hasta ahora inusual en las filas oficialistas.

La nueva Constitución impondría en Venezuela un régimen cada vez más parecido al castrista y permitiría a Chávez reelegirse indefinidamente. Se acabaría con la autonomía universitaria, se centralizarían todos los poderes en la presidencia (el papel de alcaldes y gobernadores sería de meros comparsas) y se restringirían las libertades.

Rafael Poleo plantea en "El Nuevo País en qué medida los militares comparten la opinión del general Baduel sobre la reforma constitucional. "La pregunta clave es si esta vez Baduel actuó con su reconocido conocimiento de lo que los militares piensan y quieren, y con su tradicional sentido de la oportunidad". El reputado periodista señala que si nos basamos en lo que se sabe de la institución armada, el Ejército rechaza la determinación del presidente Chávez de integrar a Venezuela con Cuba en un solo Estado de igual naturaleza que el régimen castrista. "En cuanto al general Baduel –escribe Poleo-, en sus actuaciones anteriores, siempre en momentos críticos, ha mostrado notable habilidad política, frialdad en el análisis y sentido de la oportunidad. Se acepta que ha mantenido una relación estrecha con los cuadros medios del Ejército y que difícilmente se expresaría en una línea distinta de la sensibilidad de esos oficiales".

La llamada "bomba Baduel" fue una carga de profundidad dirigida a la conciencia de los oficiales del Ejército venezolano. Su calificación de "golpe de Estado de facto" aplicado a la reforma constitucional es un explosivo de alta potencia al equiparar el referéndum del 2 de diciembre con el golpe de Estado de abril del 2002.

El dirigente político Pablo Medina, que respalda el llamamiento de Baduel, destaca que si se aprueba la reforma totalitaria de Chávez las Fuerzas Armadas venezolanas desaparecerán como tal. Por ello, la gran mayoría de oficiales se opondrían a la nueva Carta Magna. Hace ya cuatro años, el insigne historiador Jorge Olavarría dijo a este cronista que Hugo Chávez había convertido a las Fuerzas Armadas en "bandas armadas".

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  Artículo publicado originalmente en el diario La Vanguardia


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