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Las cumbres Iberoamericanas heridas de muerte
por Joaquím Ibarz
sábado, 10 noviembre 2007


Hugo Chávez y su acólito Daniel Ortega han herido de muerte a las cumbres iberoamericanas, al menos mientras el presidente venezolano siga en el poder. El choque verbal que provocaron en Santiago de Chile con el Rey de España y José Luis Rodriguez Zapatero es insólito en el marco de estas reuniones de jefes de Estado y de Gobierno. Desde que estas citas se iniciaron en Guadalajara (México) en julio de 1991, pese a las diferencias políticas que siempre han existido, se respetaron las formas, se suscribían acuerdos y los encuentros terminaban en aparente armonía.

Chávez llegó a Chile sumamente alterado e intranquilo por las crecientes protestas de los universitarios contra su Constitución totalitaria, por las críticas del general Raúl Baduel que han sacudido a los cuarteles y porque las encuestas le muestran que puede perder el referéndum del 4 de noviembre, ya que una parte de los propios chavistas rechaza el modelo cubano que pretende implantar. Su actitud beligerante y agresiva en la cumbre muy bien podría estar relacionada con el nerviosismo que muestra en las últimas semanas.

Las cumbres iberoamericanas, en las que se sentía tan cómodo al principio, ahora parecen ser un engorro para Chávez. Respaldado por Cuba, arropado por Evo Morales y Daniel Ortega, y con la mirada benevolente de Rafael Correa, Chávez considera innecesaria una reunión en la que se habla de cohesión social y no de revolución, de democracia y no de su socialismo del siglo XXI. Por ello decidió patear el tablero con sus reiterados insultos a Aznar y a los empresarios españoles.

Sólo en la cumbre de Panamá (noviembre 2000) se produjo un duro enfrentamiento entre el comandante Fidel Castro y el presidente de El Salvador, Francisco Flores, a raíz de que el gobernante cubano se negó a suscribir una condena contra ETA. Hubo un rifirrafe dialéctico entre Flores -acusó al líder cubano de haber practicado el terrorismo de Estado- y Castro, quien señaló al mandatario centroamericano de ser heredero de los “escuadrones de la muerte”. José María Aznar agradeció a “todos los países democráticos iberoamericanos”, su adhesión a la condena del terrorismo. Chávez suscribió la declaración pese a que el presidente español excluyó implícitamente a Cuba de los países con marchamo democrático.

Desde que llegó al poder el 2 de febrero de 1999, Chávez ha radicalizado su postura en las numerosas cumbres a las que ha asistido. Se burla del neoliberalismo, condena al FMI, anatematiza al Banco Mundial, insulta al que le da la gana, monta trifulcas en cumbres hemisféricas, que no terminan de naufragar gracias a la ascendencia del presidente brasileño Lula da Silva.

Chávez no sólo está acabando con todas las instituciones democráticas de Venezuela, sino que quiere terminar con todas las instancias iberoamericanas de cooperación e integración. El 19 de abril de 2006, anunció el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina. Después rompió con el Grupo de los Tres, que favorecía los intercambios comerciales y de inversiones con México y Colombia.

A Chávez todas las cumbres, tratados y reuniones le parecen inútiles e innecesarias, a excepción de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), una entelequia que ha promovido con Bolivia y Cuba, con la que pretende sustituir el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que impulsa EE.UU. Como muestra un botón: el Gobierno bolivariano ha asumido la gestión del Hotel Hilton de Caracas, que ahora se llama Hotel Alba.
 

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  Artículo publicado originalmente  en el diario La Vanguardia


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