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Los pobres dieron la espalda a Chávez 
por Joaquím Ibarz
lunes, 10 diciembre 2007


Los pobres dieron la espalda a Hugo Chávez. Las barriadas marginales de Caracas acabaron con el mito de que el presidente venezolano cuenta con el apoyo incondicionales de los sectores con menos recursos. En las zonas tradicionalmente chavistas, como 23 de Enero y Catia, la victoria del sí a la reforma totalitaria de la Constitución fue más ajustada que en ocasiones anteriores.

Chávez ha amenazado muchas veces a la clase media que vive en el este de Caracas con que un día los pobres bajarán con afán revanchista de los cerros que circundan a la ciudad. No lo repetirá más. Los cerros, antiguos bastiones del Gobierno, ya no son del régimen.

No es la revolución que esperaba Chávez: por primera vez, los barrios de miseria, votaron por el no. La reforma sembró confusión en Petare, una de las villas miseria más grandes de América Latina, donde se amontona un millón de vecinos. En Petare, el 61’4% votó contra Chávez (en las presidenciales de hace un año, Chávez logró el 53,6% de los sufragios). En el municipio Libertador (centro histórico de Caracas, feudo incondicional del chavismo durante 12 elecciones), 432.251 (52,4%) votaron contra la reforma, 392.489 (47,5%) lo hicieron a favor. La gente no creyó en el lema “Todo el poder para el pueblo” que ahora aparece despintado en muros derruidos. Las clases populares, mimadas de los programas sociales, se asustaron con el poder eterno que Chávez exigía para sí mismo.

“Mira, aquí en Petare todos tenemos un muerto (familiar o amigo) a manos del hampa. Y eso a Chávez no le importa. Nunca habla de la inseguridad que a los pobres nos golpea aún más. El crimen ya es parte del día a día. ¿Otro muerto más? Pura estadística. En esta guerra del hampa, cada fin de semana mueren más de cien personas, sufrimos un virtual estado de sitio”, declara Félix Velázquez, luchador social de petare. “La delincuencia, la escasez de alimentos y la corrupción de los nuevos ricos chavistas fueron factores determinantes en la derrota de Chávez”.

“Voté no a la reforma. Me dio miedo eso del socialismo, dicen que tenemos que compartir todo”, dice Sofía Valera, que aún se confiesa como “verdadera chavista”. “Nuestro presidente hizo mucho por los pobres. Pero ahora que pude comprarme una casita, no quiero que me la quiten”, comenta esta madre de familia de 38 años, que vende tarjetas telefónicas en la calle.

“Muchos pobres siguen con Chávez, pero la reforma les pareció una trampa. Por fin tuvieron acceso a la propiedad y no quieren renunciar a eso por el socialismo”, explica el sociólogo Ignácio Ávalos, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Vecinos que viven en calles estrechas, en donde no hay policías ni camiones para recoger la basura, explican su desencanto con la revolución. Dicen que los puestos de salud que montaron médicos cubanos sirven de poco, algunos están abandonados, en los que funcionan les ofrecen poco más que aspirinas; en las tiendas populares de alimentos –conocidas como Mercal- impera el desabastecimiento: los estantes lucen vacíos por la falta de huevos, leche, carne, harina, frijoles, azúcar, aceite… Los vecinos deben acudir al revendedor ambulante que multiplica el precio.

Luis Rodós, fontanero de 45 años, por primera vez en su vida votó contra Chávez. Está cansado de confrontación y amenazas. “Me harta este enfrentamiento continuo”, señala. Antonia Valle, dependienta, votó por la oposición porque se siente acosada por el hampa. “Chávez se ocupa de todos los problemas del mundo menos de los que tenemos los venezolanos: aumento del crimen, falta de alimentos, corrupción de los revolucionarios, falta de vivienda”. Luisa Sárdaga, vendedora ambulante, dio la espalda a Chávez porque le asusta que se implante un régimen a la cubana: “Aunque seamos pobres, tenemos nuestras cosas. No quiero que el Estado me las quite, ni que a mis hijos los eduquen con libros comunistas”.

A los vecinos que frecuentan un pequeño centro cultural de Petare no les gusta que Chávez busque pleitos con países amigos: “El Rey de España hizo bien en pedir que se callara. Estamos hartos de tanta palabrería. Sólo promete y no hace nada. Chávez construye casas en Bolivia y Cuba, regala petróleo a Londres, levanta refinerías en Nicaragua. No hace nada por nosotros y tolera la corrupción. Estamos olvidados”, se lamenta Juan Salazar.

El cierre de Radio Caracas TV el pasado 27 de mayo no gustó a la gente pobre al privarle de las mejores telenovelas, su único entretenimiento. La desaparición del canal generó la irrupción del movimiento estudiantil, la llamada infantería de la inteligencia, que en poco tiempo derrotó a Chávez, lo que no se consiguió con dos meses de huelga, con un golpe de Estado, con grandes protestas.

La presencia de militantes chavistas induce a guardar silencio. “Chávez es el único que cuida a los pobres”, clama Eva Escalón, 35 años, que trabaja en programas sociales. “Nos quitarían la ayuda si criticamos a Chávez”, señala Luis, un anciano de 73 años. Simón Guanda, 57 años, vendedor de chatarra, espera a que la mujer se aleje para comentar: “Acá los chavistas se quedan con los bolsos llenos, para los demás nada”.

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  Artículo publicado originalmente en el diario La Vanguardia


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