Cada vez cobra más fuerza una
interpretación que sugiere que la dirección y el curso de la
economía venezolana en realidad se encaminan hacia una forma
especial, el capitalismo de Estado. Esta especial manera de
organizar la economía fue definida por Vladimir Lenin de la
siguiente manera, en 1922: “El capitalismo de Estado es el
capitalismo que existe bajo un régimen capitalista, cuando
el poder estatal subordina directamente a sí mismo estas o
las otras empresas capitalistas”. Esta es una buena
definición pero claramente incompleta, en la medida en que
puede existir competencia entre distintas empresas, entre si
o entre las empresas estatales y las privadas. Sin embargo,
tal vez la precisión que habría que hacer en Venezuela es
que no se trata de un simple capitalismo de Estado, sino más
bien de capitalismo monopolista de Estado, que es una etapa
más evolucionada. No es fácil encontrar un tratamiento del
tema. Fue el francés Paul Boccara quien en su trabajo de
1966, Introduction à la Question du Capitalisme
Monopoliste D´Etat, quien mejor trató el tema. Boccara
concibe la formación del capitalismo monopolista de Estado
como parte de la fase imperialista, cuando se pasa de la
propiedad de las corporaciones a la propiedad concentrada de
los medios de producción fundamentales en manos del Estado,
el representante del verdadero poder. Así, el Estado asume
funciones típicamente capitalistas de producción de bienes
para el intercambio, llamados mercancías.
La versión más clara del capitalismo monopolista de Estado
en Venezuela la constituye PDVSA. Esta empresa es totalmente
propiedad estatal y produce un bien, petróleo crudo, que se
vende como mercancía en el mercado mundial, extrayendo una
altísima cuota de ganancia en esa transacción. Los
trabajadores de PDVSA son simples asalariados, que reciben
una remuneración, alto o bajo, eso no importa. El asunto es
que la clase trabajadora no es propietaria de la empresa y
nada decide de su gestión. Los dividendos de la compañía, se
distribuyen a su único accionista, el Gobierno Nacional una
vez cubiertos sus costos, entre ellos los pagos de sueldos y
salarios. Pero eso ha sido así, poco ha cambiado, salvo el
ámbito amplificado de lo que hace PDVSA.
La acción del capitalismo monopolista de Estado hay que
verla no solamente en lo relativo a la propiedad, sino
también a la regulación total de la economía. Esa regulación
en Venezuela comprende la fijación de los precios
fundamentales de la economía, tales como el tipo de cambio,
los salarios, la tasa de interés, las comisiones bancarias,
los precios de bienes y servicios, el acceso a las divisas,
entre otros. Además se trata de regulaciones prolongadas que
se hacen parte de la manera de entender y dirigir la
economía. Ahora bien, el Estado como propietario de medios
de producción ha avanzado significativamente y en sectores
como el de alimentos, tanto en su elaboración como en su
comercialización, su adelanto es notorio. Pero tal vez donde
mayormente reside el poder monopólico del Estado es en lo
referido a los insumos industriales. El Estado actúa como un
monopolista absoluto en la producción de alúmina y aluminio,
a través de sus empresas Alcasa, Vanalum y Bauxilum, en las
cuales los trabajadores son asalariados puros. Algo similar
ocurre en la producción de las empresas del cemento tras su
estatización. El total del cemento producido en Venezuela lo
manufactura un conglomerado estatal, donde la fuerza de
trabajo se vende al patrono Estado a cambio de un salario.
En el caso del mineral del hierro, también con la empresa
Ferrominera se estructura un monopolio. En lo concerniente
al acero, existe un virtual monopolio en manos de Sidor,
empresa que era social y ahora es estatal. La fase
industrial del petróleo que implica la elaboración de
combustibles y otros derivados es igualmente un monopolio
estatal, donde, de nuevo, la clase obrera de los complejos
petroquímicos la conforma asalariados, que no tienen ninguna
participación accionaria en esas empresas.
En el caso de los telecomunicaciones, en telefonía fija
existe un monopolio por parte de la empresa CANTV mientras
que en la telefonía móvil la situación es de un virtual
duopolio, al repartirse dos empresas, una de ellas estatal,
más de 90% del mercado. En los medios de comunicación
social, la situación es más difícil de analizar. Aunque
formalmente no existe monopolio en la propiedad, ni de la
radio ni la televisión, si lo hay en el espectro
radioeléctrico y aún más en su uso. Encadenar durante horas
y con elevada frecuencia a la audiencia con mensajes del
gobierno o del presidente, es una forma de monopolio, que
actúa como si el Estado fuese el propietario que toma para
si los canales y las radios con un mensaje y lo difunde
sostenidamente el tiempo que quiera y el horario que escoja,
esto sin contar con las emisoras privadas que se pegan a las
transmisiones oficiales aún sin que haya cadena nacional.
En el sistema bancario, la regulación del Estado es
sustancial y también lo está haciendo en la propiedad. Ya el
Estado controla de forma directa más de un cuarto del
sistema financiero, tanto en depósitos como en créditos.
Pero ese control se complementa con las carteras dirigidas
donde casi 40% de los depósitos captados por los bancos
tiene que canalizarse hacia actividades seleccionadas por el
Estado a lo que hay que añadir, la fijación de las tasas de
interés y las comisiones bancarias también por parte del
Estado. Muchos banqueros no saben que en realidad ellos son
buenos administradores y que el verdadero poder financiero
lo tiene el capitalismo de Estado. La revolución bolivariana
degenera hacia la forma más agresiva de capitalismo.
Twitterr: @JoseAguerra