El presidente Chávez ha venido
insistiendo en que su gobierno procura la socialización de
la propiedad respetando al mismo tiempo la propiedad
privada. Una cosa es lo que el presidente dice aspirar y
otra muy diferente lo que está ocurriendo en los hechos,
donde se está conformado en Venezuela un sistema de
propiedad muy particular, caracterizado por la preeminencia
de la propiedad estatal sobre los medios de producción
fundamentales de la economía, lo que se denomina el
capitalismo de Estado. El petróleo y sus actividades
conexas, las telecomunicaciones, la electricidad, el acero,
el cemento, el aluminio, los medios de comunicación, parte
del transporte aéreo y terrestre y la venta de alimentos hoy
están en buena medida dominados total o parcialmente por el
Estado. Hasta pañales desechables va a fabricar el gobierno,
a parte de la venta de arepas.
Lo que llama la atención es que en ninguna de esas
actividades económicas y las empresas que la representan,
los trabajadores o la sociedad tiene la propiedad sino más
bien ella reposa en poder del gobierno, sus entes
supeditados y quien en Venezuela ejerce su dominio. Los
trabajadores son unos convidados de piedra y no participan
en nada que tenga que ver con el manejo y gestión de las
compañías que ha formado el gobierno y en donde se ensayó un
sistema de propiedad mixta, la experiencia fue desafortunada
como en los casos de la fábrica de papel (Venepal), la
empresa de válvulas y las textileras. Quizás la
participación de los trabajadores en las empresas sea estar
vestidos de rojo, el color oficial. De esta manera, lo que
existe en Venezuela es una situación de virtual monopolio
del Estado en ramas económicas fundamentales y líderes como
es el caso del petróleo y ello dista mucho de ser la
socialización de los medios de producción.
Hay la firme convicción de que a Hugo Chávez no le gusta la
propiedad social porque ello implicaría en alguna medida el
reconocimiento de lo que él rechaza: la propiedad privada.
Cuando en una empresa los trabajadores son propietarios,
ello crea un incentivo para producir eficientemente porque
si la empresa obtiene ganancias, una parte será repartida
entre los socios y esto estimula a los propietarios para que
la empresa se torne más productiva. Si se registra pérdidas,
pues no hay nada que repartir y en algunos casos el
trabajador pone en riesgo su ingreso. De esta manera, la
propiedad social es una modalidad de la propiedad privada,
la gran fuerza que ha movido y mueve los incentivos para
generar más bienes y servicios, aumentar la calidad y además
para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. La
propiedad favorece las condiciones para que los hombres sean
libres, no súbitos del Estado, como lo era la plebe de los
reyes.
La propiedad estatal al ser de todos es de nadie y por esa
razón a pocos les importa cuando las empresas operan con
déficit y los bienes producidos no son de calidad. Al saber
que el Estado le transferirá los fondos que ha perdido,
quienes manejan las empresas públicas no tienen motivos para
mejorar y hacerse más productivos. Este hecho está
documentado en la historia económica universal y en
Venezuela la evidencia es contundente al respecto. Véase lo
que sucede ahora con Sidor y la Electricidad de Caracas, que
de empresas superavitarias pasaron a deficitarias y siguen
siendo dirigidas por quienes las administran mal. Cuando los
trabajadores eran parcialmente sus propietarios, éstos
tenían representación en las juntas directivas y estaban
pendiente de los resultados financieros porque de ello
dependían los dividendos que recibían. En las empresas
estatales la corrupción es la norma lo mismo que el
clientelismo político y estos dos elementos perniciosos
conspira contra una buena administración.
Sin embargo, actualmente algo curioso está sucediendo en
Venezuela: está tomando una fuerza inusitada la adquisición
de empresas, en particular en el sector financiero, por
parte de gente con estrechos vínculos con el gobierno y en
algunos casos con nexos familiares con ministros. Con esto
se está reconfigurando el esquema de propiedad en Venezuela
al crearse una especie de nueva oligarquía que está
realizando algo así como una acumulación originaria del
capital, pero utilizando para ese fin recursos públicos y
contratos con diversas entidades del sector público.
Mientras eso ocurre, el Estado como empresario sigue
fortaleciéndose al costo de expropiar y confiscar empresas
privadas, acumulando una deuda no contabilizada legalmente y
que en algún momento habrá de pagarse, por parte de éste u
otro gobierno.
Se tiene así dos formas de propiedad: la estatal y la
privada de gente asociada al gobierno. Pero el modelo está
incompleto debido a que falta en esta ecuación del esquema
propietario: el pueblo y los trabajadores. ¿Qué queda para
éstos? Sencillamente, las promesas y lo que sobra, el
remanente una vez que el Estado ha tomado los medios de
producción fundamentales y los nuevos ricos se han instalado
en la industria de alimentos, el transporte marítimo, los
seguros y los bancos. Que el pueblo se conforme con las
comunas y labores secundarias como el mantenimiento menor de
los sanitarios de los organismos públicos, la limpieza de
plazas, aceras y cunetas, mediante las llamadas empresas de
producción social. Si el presidente Chávez cree en la
propiedad social por qué no comienza por otorgarle la
titularidad del petróleo a los venezolanos a través de un
esquema que haga a los ciudadanos los verdaderos dueños de
la riqueza y no meros perceptores de forma indirecta de la
renta petrolera. No lo hace por la simple razón de que él en
lo que en verdad cree es en el socialismo del siglo XX,
cuyas representaciones más genuinas fueron la antigua Unión
Soviética y su heredera, Cuba.