Algo serio debe estar sucediendo
en el gobierno que lo tiene paralizado desde el punto de
vista de la adopción de medidas en el mercado cambiario. Muy
probablemente el presidente Chávez no se ha decidido todavía
acerca de las propuestas que tiene sobre la mesa para
enfrenar la escasez de divisas y la amplia brecha entre el
precio del dólar oficial y el del mercado paralelo. Se
conoce de las desavenencias entre los Ministerios de
Finanzas, Planificación y el Banco Central en torno a qué
hacer en el mercado cambiario. La situación se agrava porque
no hay liderazgo en materia de política económica. El
ministro de Finanzas, Alí Rodríguez está totalmente
desdibujado y sin poder e iniciativas, más allá de las
colocaciones de deuda que realiza para captar fondos
endeudando masivamente al país. El ministro Giordani es
presa de su terquedad al negarse religiosamente a ajustar el
tipo de cambio en medio de una caída brusca de los precios
del petróleo. En estos momentos Giordani está desaparecido,
no declara, no habla y pareciera estar meditando
desconcertadamente al no encontrar qué hacer para explicar
lo inexplicable cuando tenga que justificar la devaluación
de la tasa de cambio oficial.
Lo cierto es que la irresponsabilidad y la demagogia en le
manejo del mercado cambiario está provocando severos
desajustes. A ello ha contribuido el director del BCV,
Armando León con su testarudez al insistir en el anclaje del
tipo de cambio para bajar la inflación. Nadie en su sano
juicio y con algún grado de responsabilidad con el país
puede recomendar mantener el tipo de cambio fijo cualquiera
sea el nivel de los precios petroleros. Ello en
circunstancias cuando el precio del petróleo bajó desde US$/
87 por barril en el año 2008 hasta un promedio actual
cercano a los US$ 48 por barril. Esa fijación del tipo de
cambio además ha ocurrido en un contexto donde la tasa de
inflación desde febrero de 2005 hasta junio de 2009 acumula
un aumento de más de 100%. Esto sugiere que el anclaje del
tipo de cambio no ha contribuido a disminuir la inflación
como sus propagandistas esperaban. Esta elevada inflación le
ha causado un daño terrible a la producción manufacturera y
agrícola al abaratar las importaciones mientras que está
comprometiendo la posición financiera de PDVSA cuyos costos
aumentan todos los años 30% en tanto que sus ingresos,
expresados en moneda nacional, tienden a declinar. A la tasa
de cambio oficial uno de los pocos bienes que se puede
producir rentablemente en Venezuela es el petróleo, los
demás son inviables. La forma de paliar la reducción de los
ingresos ha sido nefasta: la venta de una porción de las
divisas de PDVSA en el mercado paralelo, de forma opaca y
corrupta. Sin embargo, con todo y ello, en vista de la
disminución de sus ingresos PDVSA optó por no pagarle a sus
proveedores y endeudarse en moneda extranjera.
En vista de los hechos descritos, quienes vemos al país con
visión positiva y sin tentaciones demagógicas o cálculos
politiqueros de corto plazo, en medio de este desconcierto
sugerimos las siguientes propuestas para enderezar el rumbo.
Lo ideal sería dejar que el tipo de cambio fluctuara y
desmantelar gradualmente el control de cambio mediante la
definición de un esquema de flotación administrada por el
BCV. Pero como ello no es posible ni aceptable por el
gobierno, lo que habría que hacer es establecer un sistema
cambiario dual, dirigido exclusivamente por el BCV, sacando
las manos de PDVSA del manejo del tipo de cambio. Como
premisa para que este sistema funcione hay que bajar la
cotización del dólar permuta para restringir el incentivo de
tomar los dólares a la tasa oficial y luego venderlos en el
paralelo. Eso significa que el BCV debe tomar la
administración del mercado paralelo mediante intervenciones
sostenidas y firmes para bajar su cotización hasta un nivel
razonable medida por el verdadero valor del bolívar respecto
el dólar más una prima. Ello implica una tasa de cambio
cercana a los BsF 4,00 por dólar. A partir de allí, se
establecen dos tipos de cambios. El primero, el oficial con
una tasa en el entorno de BsF. 3,00 por dólar y una tasa
paralela que fluctuaría conforme a la situación del mercado.
A la tasa oficial tendrían acceso las importaciones de
bienes alimenticios, medicinas, buena parte de las materias
primas, partes y repuestos que no se puedan fabricar en
Venezuela y el resto de las transacciones del sector
público. A la tasa de cambio del mercado paralelo se
realizarían el resto de las importaciones, el pago de la
deuda privada, las remesas de capital y la repatriación de
dividendos. Con el objeto de aliviar la presión sobre el BCV
en su necesidad de abastecer al mercado paralelo, los
aproximadamente US$ 6.000 millones de exportaciones no
petroleras, se venderían en el mercado paralelo al igual que
las remesas familiares y cualquier otro ingreso de divisas
del sector privado.
El reto de este esquema consiste en descargar el exceso de
demanda que existe actualmente sobre las divisas oficiales y
en que no se amplíe la brecha entre las dos tasas para lo
cual el BCV debe estar dispuesto a suministrar divisas al
mercado sin ambigüedades en tanto ello no comprometa la
sostenibilidad de las cuentas externas del país. Lo que no
puede seguir ocurriendo es que Cadivi ahogue la economía al
momento en que inexplicablemente el BCV acumula reservas
internacionales y la economía queda atrapada con dos
tenazas: la inflación y la recesión.