La
destrucción
de la
industria
nacional por
José
Guerra
viernes,
27 febrero
2009
La industria manufactura de
Venezuela vive el drama de su destrucción. El país se está
quedando sin establecimientos industriales y la producción
manufacturera presenta una peligrosa declinación. Una
sostenida disminución del parque industrial no obstante la
propaganda oficial que habla de nuevas industrias,
inexistentes unas y otras en proyectos gaseosos que nunca se
materializan. Ha sido abrupta la caída de la producción
industrial en 2008 y se espera que en 2009 se profundice esa
tendencia. Ciertamente, la mortandad de las empresas
manufactureras de Venezuela es un fenómeno que no puede
atribuirse a la gestión del presidente Hugo Chávez aunque es
verdad que ha sido durante su gestión donde con mayor fuerza
se ha desindustrializado Venezuela y ha sido en ese lapso
donde más claramente se ha notado la carencia de una
política industrial bien definida.
Hugo Chávez cometió un error imperdonable: el haber apostado
a la liquidación de las entidades de industriales con
arraigo en el país para sustituirlas por una camada de
supuestos nuevos capitanes de empresas, asociados con el
Estado. Esas agrupaciones empresariales patrocinadas por el
sector público se han convertido en un desaguadero por donde
han corrido a raudales fondos públicos transferidos o
donados sin que los mismos se hayan traducido en nuevas
capacidades productivas. Son esos grupos empresariales
vinculados al Estado una especie de sanguijuela adosada al
tesoro nacional, que nada produce y su razón de ser estriba
en acudir a los actos protocolares del gobierno donde se
anuncian los montos de dinero a repartir en planes que no se
ejecutan pero cuyos fondos son disputados como un botín.
Entre otras, tres han sido las acciones del gobierno que han
contribuido al deterioro de la industria manufacturera de
Venezuela. En primer lugar, la política de anclaje del tipo
de cambio con lo cual se pretende disminuir la inflación se
ha convertido en serio obstáculo para la producción
industrial en la medida en que ello abarata las
importaciones con lo cual se desplaza la producción nacional
con bienes externos. De esta manera, no se controla la
inflación y se resiente la industria nacional que debe
competir en condiciones desventajosas con los productos
provenientes del exterior. De hecho, desde febrero de 2005
se ha mantenido fijo el tipo de cambio pero la inflación no
ha dejado de aumentar lo que se ha expresado en un
incremento de los costos de producción internos
significativamente mayores que los que enfrentan los
productores foráneos, con lo cual la producción nacional
pierde competitividad. Solamente una mente cerrada puede
negar que el bolívar está notablemente sobrevaluado y ello
le resta viabilidad a la producción nacional y al sector
externo de la economía.
En segundo lugar, el control de precios al disminuir la
rentabilidad del establecimiento manufacturero se ha erigido
en una barrera para la inversión porque sin una rentabilidad
adecuada no hay nueva inversión. La extensión de los
controles de precios hacia actividades cada vez más amplias
de las cadenas de producción no hace otra cosa que
restringir el crecimiento de la capacidad productiva lo que
atenta contra la generación de empleos y el abastecimiento
nacional, lo que se traduce en nuevos incentivos a las
importaciones y las salidas de capital. El control de
precios ha propiciado un verdadero clima de persecución
contra empresas manufactureras que se mantienen laborando en
Venezuela y que en lugar de consideradas como amigas por
parte del gobierno para el mejoramiento del abastecimiento,
son valoradas como enemigas, por funcionarios que asumen una
postura ideológica anclada en el pasado.
Finalmente, el conjunto de normas que atentan contra los
derechos de propiedad y que propician la ocupación de
industrias, ha minado la inversión en nuevas plantas o en su
ampliación y detenido procesos productivos fundamentales, en
particular en la industria automotriz. De esta manera, se ha
conformado un cuadro sumamente desfavorable que atenta
contra la producción nacional y alienta las importaciones
con la consecuencia inmediata de que el gasto que se realiza
en Venezuela no crea empleos productivos internamente sino
en las economías de donde provienen las importaciones que
desalojan del mercado a los productos hechos en Venezuela. Y
uno de los principales importadores es precisamente el
Estado venezolano.