El 14 de julio de 2009, el
Ministro de Comercio, Eduardo Samán esbozó el llamado Plan
Estratégico del Ministerio para el período 2009-2010. Si no
fuese por la alta investidura del cargo y por la relevancia
del tema en este momento, la nota que se difundió sobre el
contenido de su exposición ante los funcionarios del
despacho, en realidad provocaría risa. Pero no, el asunto es
muy serio. Dice la nota textualmente: “Este Plan Estratégico
esta enmarcado en el principio marxista de que la producción
debe estar asociada al comercio y al consumo, visto este
último como un medio para satisfacer solo las necesidades
básicas. En tal sentido, este plan esta basado en medidas de
carácter comercial que privarán sobre la industria y los
medios productivos y que el desarrollo de estos últimos solo
será posible en la medida que los mismos se alejen de la
concentración de capitales en grandes corporaciones y pocas
manos, ya que este principio es nocivo para la sociedad”.
Nadie que haya estudiado
mediadamente la teoría marxista puede aseverar semejante
barbaridad según la cual la producción debe estar asociada
al comercio y al consumo. Este es un postulado general de la
economía toda vez que la producción debe transarse en el
mercado, donde su manifestación más evidente es el consumo.
¿Qué principio marxista es el planteado por Samán? Ninguno.
Pero si fuese por estas incoherencias exclusivamente que se
evaluase el plan estratégico, no hubiese mayores
inconvenientes. Lo más grave es lo que sigue. Argumenta
Samán: “El objetivo general del plan estratégico del
Ministerio de Comercio, es instaurar y desarrollar un
sistema de comercio socialista”. Esta, obviamente, es una
idea muy vaga que se clarifica en la medida en que se
conocen otros detalles de su propuesta. No obstante,
conviene hacer la siguiente acotación. El gobierno ha venido
experimentando con una política cuya base es el ensayo y el
error. Así, durante un tiempo la tomó con fuerza el tema de
las cooperativas como forma de producción. Cuando se percató
del enorme costo y la pérdida de recursos que ello
implicaba, las desechó. Luego impulsó las empresas de
producción social, de lo cual no queda sino un cementerio de
industrias y bolsillos llenos de los vivos de siempre que se
lucraron con el fracaso del Estado, como hoy lo hacen muchos
seudos empresario que dicen trabajar por Venezuela.
Posteriormente dio el gobierno
un paso fundamental para el cambio en la estructura
económica de Venezuela: descubrió que el dinero había que
sustituirlo por el trueque, en pleno siglo XXI. Como el
trueque es más absurdo que inviable, ahora lanza la idea del
comercio socialista, que seguramente va a tener el mismo
destino que los proyectos vacíos anteriormente mencionados.
El comercio es una actividad
eminentemente mercantil donde su realización está mediada
por una ganancia. Nadie que comprenda el funcionamiento de
una economía moderna puede atinar a pensar la actividad
comercial sin la rentabilidad. Samán lo va a intentar y
vamos a ver en qué va a acabar su propuesta y lo que de ella
se deriva. Ya se apreciará que al acabarse el financiamiento
estatal todos esos establecimientos se vendrán abajo como un
castillo de arena y Samán ya no será ministro pero el país
sufrirá las consecuencias de sus ilusiones.
Samán es enemigo del concepto de
productividad porque la asocia a la economía de mercado.
Veamos: “En este objetivo específico a desarrollar, la
competencia o competitividad no es el objetivo del
Ministerio de Comercio, en su lugar, trabajarán por
instaurar el concepto de complementariedad social…”. Ser
competitivo consiste en fabricar productos de calidad a
bajos costos para captar mercados frente a competidores. Una
economía no competitiva está imposibilitada de colocar sus
bienes en los mercados. Debido al sesgo ideológico de su
razonamiento, al ministro Samán le parece pecaminoso que
Venezuela conquiste mercados, por ello afirmó en su
conferencia que “los bienes y servicios que se produzcan en
el país irán en función a los espacios de complementación
posibles que dicte su comercialización interna o externa, en
especial para el caso de la exportación hacia los países
miembros del ALBA”. Si los mercados que piensa conquistar
Venezuela en la visión de Samán, son los de Ecuador, Cuba,
Nicaragua y Bolivia, las industrias nacionales que
sobreviven pueden darse por muertas. Esos cuatro países
juntos no tienen el poder de compra de los estados Zulia y
Carabobo, juntos o el potencial de compra de un departamento
de Colombia.
Nada bueno puede esperarse de un
mercado socialista cuando el presidente Chávez ha expresado
repetidamente que su intención es acabar con el mercado y
con el sector privado que le sirve de base y sustento. No le
harían nada mal al ministro Samán tomar una clases de
principios elementales de economías para no economistas.