En Venezuela, a diferencia de la
inmensa mayoría de los países civilizados, cada vez que la
inflación aumenta las autoridades económicas han recurrido a
dos medidas, que no resuelven el problema, pero dan la
sensación de que se puede detener el alza de los precios.
Esas medidas son los controles de precios y de cambio. El
control de precios en Venezuela hizo su debut en el infausto
primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, entre 1974 y 1978
con el objeto de prevenir el brote inflacionario con motivo
del aumento vertiginoso de los precios petroleros y el
incremento desorbitado del gasto público. En aquel tiempo el
ministro de Fomento, Carmelo Lauría y Diego Arria,
gobernador del Distrito Federal, fueron los encargados de
aplicar un sistema de control de precios que abarcaba desde
las arepas hasta las medicinas. Al final no se controló de
forma efectiva la inflación pero si se desestímulo la
producción. Ahora, el ministro de Comercio, Eduardo Samán,
quiere reinstaurar con mayor fuerza parte de la política
económica de Carlos Andrés Pérez, treinta y cuatro años
después, como si la experiencia no contara y sin tomar en
cuenta los aportes de la ciencia económica al estudio y
comprensión del funcionamiento de los mercados.
Algunas veces cuesta explicar los temas económicos a los
ministros del área que no tienen nociones básicas de la
teoría económica. Pero es un reto alentador transmitirles a
los lectores de forma pedagógica el funcionamiento de un
mercado para que de esa manera puedan valorar adecuadamente
lo que los altos funcionarios son incapaces de entender.
Para ese propósito se va a seguir el contenido del grafico
anexo con la petición al lector de tener un poco de
paciencia, nada más. La curva de oferta refleja los bienes
que está dispuesto a vender el productor. Esta inclinada
positivamente porque en la medida en que sube el precio
mayor será el incentivo para aumentar la producción. Pero el
productor no está solo en el mercado, también existen los
consumidores, quienes pueden optar no consumir el bien si el
precio es muy elevado o buscar un sustituto. Por esa razón
la curva de demanda se inclina negativamente, al caer el
consumo cuando se incrementa el precio. Por tanto, el
productor estará interesado en precios más altos para sus
bienes mientras que el consumidor aspira a precios más
bajos. En consecuencia, cuando hay competencia, el precio
que equilibra esas dos fuerzas no la fija ni el productor ni
el consumidor aisladamente, se ubica en el punto E, donde se
produce la cantidad Ce al precio Pe. Allí están satisfechos
los productores y consumidores.
Suponga ahora, que el presidente Chávez y el ministro Samán
consideran que el precio Pe es muy alto y deciden bajarlo de
forma administrativa mediante un control de precios
estableciendo un precio controlado Pc. En ese caso, el
productor estará dispuesto a producir solamente la cantidad
al precio controlado (Co) pero el consumidor que ahora
encuentra el precio más bajo demandará la cantidad Cd. Es
claro que el mercado está en desequilibrio al existir un
exceso de demanda sobre la oferta y ello crea una presión
inflacionaria permanente.
Pero es digno de destacar que el efecto del control de
precios fue la disminución de la producción desde Ce hasta
Co, es decir, desde el punto E hasta el punto A. Eso es lo
que suele ocurrir cuando se instaura un control de precios,
los productos son baratos pero no se producen porque no hay
incentivos para el productor. El consumidor está contento
debido a que el bien tiene un precio bajo pero ese bien no
aparece en el mercado y eso es lo que se conoce como
escasez, mal endémico de la cual padecieron las economía
centralmente planificadas o socialistas, donde un grupo de
burócratas desde sus oficinas establecían cuánto y a qué
precio se producía.
Así como es absurdo fijar el precio de un bien cualquiera,
considérese la fijación del precio del petróleo. Imagínese
que existiese un superministro de comercio mundial llamado
Eduardo Samán, que procura determinar el precio justo del
petróleo. A Venezuela le ha convenido precios elevados. De
hecho con un costo por barril de US$ 10, lo llegó a vender
en US$ 135 por barril. Según los criterios del gobierno,
Venezuela sería un especulador y usurero en el comercio
internacional del petróleo porque estaría obteniendo
ganancias extraordinarias a costa de los pobres
consumidores. ¿Cuánto es ese precio justo? Nadie puede
saberlo. En julio de 2008 el precio petrolero estaba en US$
140 por barril y actualmente roza los US$ 40 por barril.
¿Cuál de los dos es el precio justo? Yo no me atrevo a decir
cual de los dos, sería conveniente que lo intente el
ministro Samán. Si la inflación se curara con controles de
precios en el mundo no existiría la inflación. ¿Han pensado
en esto tan simple quienes en Venezuela dirigen los asuntos
económicos?