La fuerza de los hechos va a
hacer posible que la agenda de los asuntos públicos de
Venezuela comience a privilegiar los temas económicos. Basta
ya de la diatriba política con la cual el gobierno ha
marcado la pauta en un sendero de deterioro cada vez
creciente. Acá se puede aplicar el dicho del caudillo
mexicano Porfirio Díaz, "necesitamos más administración y
menos política". Sin embargo, la actual coyuntura económica
de Venezuela amerita una consideración acerca de un fenómeno
peligroso que se está conformando en Venezuela: la
estanflación, que no es sino la combinación de estancamiento
económico con alta inflación. Esa combinación no se veía en
Venezuela con claridad desde 1979, durante la administración
de Luis Herrera Campins.
En la Ley de Presupuesto de 2009, el gobierno, de forma
insensata incorporó como premisas una tasa de inflación de
15,0% y una tasa de crecimiento económico de 6,0%,
imposibles de lograr en este año. Si estuviesen al frente de
los asuntos financieros gente con conocimiento ya se
hubiesen prendido las alarmas y diseñado las medidas
pertinentes para encarar la crisis por venir. El cuarto
trimestre de 2008 señaliza algo preocupante: la economía
creció 2,2%, sustancialmente inferior al 5,0% de los
primeros nueve meses de ese año y con déficit estimado en la
cuenta corriente de la balanza de pagos, por primera vez
desde 2002. Únicamente un ciego o un fanático son incapaces
de ver lo que está sucediendo en la economía nacional. Con
datos preliminares de enero de 2009, se puede concluir que
esa tendencia a la desacelarcón de la economía se ha
profundizado hasta labrarse un cuadro que permite aseverar
que se está entrando en una recesión económica, es decir de
una disminución de la actividad económica. Así, la reducción
de la producción petrolera y la consiguiente paralización de
los taladros tienen una influencia negativa y directa sobre
la cantidad de bienes producidos. Ese recorte de producción
de más de 300.000 barriles diarios implica una pérdida del
PIB de por lo menos un punto porcentual.
Similarmente, la interrupción de los procesos productivos de
las industrias básicas de Guayana, la eventual quiebra de
Aluminios del Caroní (Alcasa) y la caída de la producción de
Sidor, muestran que la producción manufacturera está en
declive. A ello se añade la contracción de 43,0% de las
ventas de vehículos en enero de 2009 con relación a enero de
2008, como se aprecia en el gráfico adjunto. El hecho de que
se vendan mucho menos automóviles en 2009 quiere decir que
se está resintiendo la fabricación de autos con lo cual
también se afecta las industrias suplidoras de bienes para
esa industria. Estos son indicios firmes que algo anda mal,
no por la crisis financiera internacional sino más bien por
las políticas o la falta de ellas para lidiar con un entorno
adverso. Lo que está en crisis en Venezuela es un modelo
económico que concibe la economía en manos del Estado y a
éste como el gran empresario. Con la retracción de los
precios petroleros ese modelo se viene abajo como un
castillo de naipes como ya es notorio.
Adicionalmente, debe mencionarse el frenazo que ha aplicado
Cadivi a la entrega de divisas. Efectivamente, las
autorizaciones de divisas preferenciales disminuyeron en
enero de 2009 más de 20% respecto a enero de 2008, lo que
lleva a pensar que igualmente está contrayéndose la
actividad económica en virtud de la relación estadística
entre importaciones y nivel de producción. Es también
visible que la liquidez monetaria en términos reales ha
disminuido, lo que sin ninguna duda puede asociarse a un
menor nivel de producción. De esta manera, mientras la
economía se contrae, la inflación que en enero de 2008
alcanzó 24,1% saltó a 30,7% en enero de 2009. Estas son
manifestaciones fehacientes de esa enfermedad llamada la
estanflación que empieza a reflejarse en Venezuela y frente
a la cual el gobierno luce desconcertado, sin comprender el
problema y lo peor de todo, tratando de esquivar aquellas
medidas inevitables que tarde o temprano tendrá que adoptar.