El 18 de febrero de 1983
finalizó el período más prolongado de estabilidad monetaria
y cambiaria que ha vivido Venezuela en su vida de
republicana. Rómulo Betancourt entregó el gobierno a Raúl
Leoni, en febrero de 1964, pero antes, en enero de ese año,
terminó de desmontar el control de cambio que su gobierno
comenzó a aplicar en noviembre de 1960, en medio de una
pronunciada salida de capital. Así, entre enero de 1964 y
enero de 1983 Venezuela mantuvo un régimen de tipo de cambio
fijo con una paridad de Bs 4,30 por dólar con absoluta
libertad cambiaria. Esa etapa concluyó aparatosamente a
comienzos de febrero de 1983. La causa del colapso no hay
buscarla en 1983 sino en el lapso 1974-1978, durante el
primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, donde el país se
embriagó de los excesos provocados por los elevados precios
del petróleo, despilfarró esa riqueza y además se endeudó
para financiar planes alocados que se tradujeron en la
conformación de un enjambre de empresas del Estado que al
final terminaron quebradas y vendidas a precios de
liquidación en 1989 y 1990, cuando ya su carga sobre las
finanzas públicas era insostenible. Si fue mala la política
económica aplicada por Pérez, peor fue la de su sucesor,
Luis Herrara Campins, quien aconsejado por Manuel Quijada,
Ministro de Fomento, para entonces, creyó que manteniendo
fijo el tipo de cambio y bajando los aranceles disminuiría
la inflación. Al final, Herrara tuvo que adoptar la
desagradable medida de devaluar el bolívar y aplicar un
sistema de cambios múltiples, como el que pretende
instrumentar actualmente el gobierno de Hugo Chávez.
De esta manera, desde febrero de 1983 se establecieron tres
tipos de cambio: se mantuvo la tasa de Bs 4,30 por dólar
para las importaciones más esenciales, se estableció otra a
Bs 6,00 por dólar para las menos importantes y se instituyó
un mercado paralelo administrado por el Banco Central de
Venezuela con intervenciones diarias. Los tipos de cambio
preferenciales los manejaba la oficina del Régimen de
Cambios Diferenciales (Recadi), la cual fue la fuente más
importante y prolongada de corrupción hasta que pasó a
ocupar el primer lugar la Comisión de Administración de
Divisas (Cadivi) en febrero de 2003. El control de cambios
instituido en 1983 fue desmantelado en un solo acto en
febrero de 1989. Durante su vigencia, las operaciones del
mercado paralelo eran totalmente transparentes: el BCV
suplía divisas al mercado paralelo y obviamente el dólar en
ese mercado era caro, pero se conseguía. Las pantallas de
las casas de cambio y bancos marcaban a cada instante el
precio del dólar y el público estaba informado y sabía a qué
atenerse. En la medida en que Recadi apretaba la mano y
hacía difícil el acceso a los dólares preferenciales, el
tipo de cambio paralelo aumentaba, como era de esperarse.
Nada ha cambiado más de dos décadas después. El coronel que
dirige Cadivi piensan que con páginas de Internet,
complicados métodos de asignación de divisas oficiales y
racionando el mercado no va haber reacción del mercado
paralelo que existe en Venezuela y que eufemísticamente
llaman “mercado de permuta”.
Con Cadivi se ha creado y oficializado el sistema de
corrupción y de enriquecimiento más formidable que haya
existido en Venezuela, usando para ello el amplio
diferencial cambiario entre la tasa de BsF 2,15 y la tasa de
cambio paralela. Para ese fin se han valido de la colocación
de bonos tanto del Ministerio de Finanzas como de PDVSA y de
la venta directa de dólares. Todo en ese mercado es opaco
aunque se conoce con certeza que se han distribuido en los
últimos cuatro años más de US$ 30.000 millones en distintos
instrumentos que van desde las notas estructuradas hasta los
bonos del Sur. El mercado es opaco porque el gobierno quiera
que sea así, precisamente en virtud de los beneficios y los
beneficiarios que de él se lucran. PDVSA que hasta 2005
vendía el 90% de sus divisas al BCV ahora negocia a penas el
50% con el instituto emisor. ¿Qué hace PDVSA con el 50% de
las divisas restantes? Con total seguridad puede aseverarse
que transa una buena porción en el mercado de cambio
paralelo. ¿Con cuál propósito? El de obtener más bolívares
por el mismo dólar por cuanto a la tasa de cambio oficial
sus ganancias bajan sustancialmente. Como el mercado no es
controlado por el BCV ni hay transparencia, sino que es
gestionado por un Estado (PDVSA) dentro del Estado
(Venezuela), pocos conocen de esas operaciones, con las
excepciones del Presidente Chávez y Rafael Ramírez. También
han nutrido al mercado paralelo el Fondo de Desarrollo
Nacional (Fonden) y más recientemente la Oficina Nacional
del Tesoro, a cargo del teniente Alejandro Andrade. Como las
operaciones de venta de las divisas que legalmente deberían
ingresar al BCV, se hacen en un mercado que según el
director del BCV, Armando León, técnicamente no existe, es
fácil imaginar las corruptelas que de ello se deriva y el
consiguiente engrosamiento de las cuentas en moneda
extranjera de los funcionarios a cargo del negocio. Eso es
vox populi en Venezuela donde la actividad económica más
lucrativa ahora no es el petróleo, sino el aprovecharse del
diferencial cambiario para obtener ganancias
relampagueantes. Por esta razón es que el gobierno de Chávez
odia al mercado y prefiere la discrecionalidad. Como dijo
Bolívar: “Bajo la sombra solo trabaja el crimen”.