Desde mediados de 2008, pero
especialmente a partir de septiembre, el gobierno de
Venezuela y distintos entes públicos han venido aplicado una
política que consiste en no pagarle a los proveedores de
bienes y servicios, al punto tal que se ha acumulado una
deuda que fácilmente excede los US$ 10.000 millones. Esos
compromisos no pagados permiten aseverar que se está en
precian de un Estado maula, que contrata servicios y demanda
bienes pero que no paga por ellos. La lista de los
principales renglones de esas deudas se detalla en el cuadro
anexo. Se ha configurado de esta manera una situación muy
peligrosa para pequeñas y medianas empresas con cuentas por
pagar por parte del gobierno que está obligando a esos
establecimientos a endeudarse con bancos para poder cancelar
la nómina y seguir operando a la espera de que los
funcionarios públicos se dignen a pagar. Las principales
deudas se concentran en PDVSA, empresa que mantiene un cepo
financiero en contra de sus contratistas y suplidores por
cuanto gastó buena parte de su flujo de caja en la
financiación de la campaña con motivo de la enmienda y ahora
dice carecer de recursos. La paralización de los taladros de
empresas que prestan el servicio a PDVSA es una situación
que amenaza con crear hechos de conflictividad por la gran
cantidad de desempleados que se están generando. Es tan
grave la situación de PDVSA que en buena parte de las
clínicas y hospitales privados no se atiende a sus
trabajadores en virtud de los montos acumulados por
servicios prestados y no pagados. Mientras eso ocurre a los
trabajadores, la directiva de PDVSA que tiene seguro médico
internacional no confronta esos problemas.
Otro caso es el de la
Corporación Venezolana de Guayana (CVG), cuyo atraso en los
pagos está llevando a la quiebra al establecimiento de
pequeñas y mediadas industrias de esa región, además de las
clínicas a quienes no se les cancela las pólizas de
hospitalización, cirugía y maternidad, todo lo cual ha
conformado una situación socialmente explosiva en el estado
Bolívar. Algo similar puede decirse de los ministerios y
entes descentralizados que mantienen deudas que ya están
llegando a límites intolerantes para las empresas que de
buena fe contratan con el Estado.
Todo ello se agrava con los
contratos colectivos vencidos que no se han negociados
durante cinco años, lo que también se ha constituido como
deuda que debe ser solventada por el gobierno, quien aduce
que no tiene fondos disponibles para cancelar esos pasivos
laborales. Ello resulta contradictorio para un gobierno que
ha insistido en que la crisis no afecta ha Venezuela y que
el país cuenta con fondos para hacerle frente. Si el
gobierno tiene esos recursos, ¿por qué se atrasa en los
pagos?
Las razones son dos y una su
consecuencia. En primer lugar, el gobierno en realidad no
cuenta con ingresos fiscales suficientes para hacerle
frente a la financiación de un Estado gigantesco que cada
bolívar que genera la economía se lo traga sin que su uso se
traduzca en producción efectiva. La segunda razón estriba en
el hecho de que al no pagar el gobierno se financia y le
exprime el bolsillo al sector privado. En un ambiente
inflacionario, el atraso en los pagos en un mecanismo de
financiamiento ideal para los deudores, en este caso el
gobierno. Con una inflación promedio de 35%, la falta de
pago oportunamente desvaloriza la deuda del gobierno y
cuando el proveedor del Estado logra cobrar ya el dinero
vale un cuarta parte menos al caer su poder de compra
debido a la inflación. La consecuencia: el incentivo a la
corrupción en una Administración Pública carcomida por el
peculado. Al retenerse los pagos, el funcionario corrompido
se ofrece como tramitador y agilizador de las facturas
pendiente de pago, pero con el cobro de la comisión debida,
sin la cual se vuelve a trancar el proceso de pago al
contratista. Se ha estructurado así especies de mafias que
prometen aligerar la cancelación de las facturas con el
respectivo cobro por adelantado. Nadie denuncia públicamente
porque si lo hiciesen se acaba la posibilidad de volver a
contratar con el Estado y porque además se sabe que ello es
una causa perdida en un país donde para todos los fines
prácticos no existe la Contraloría General de la República y
los tribunales están al servicio del gobierno y su partido.