Un
observador ajeno a Venezuela que lea las noticias económicas
y escuche e interprete a los voceros en materia de política
monetaria o fiscal, probablemente sentirá una sensación de
asombro y desconcierto por los disparates que expresan esos
funcionarios. Y es que definitivamente Venezuela con el
gobierno de Hugo Chávez encabeza la lista de los países que
en América Latina tienen la burocracia pública más
incompetente y tal vez también la más corrupta.
Son varios los personajes del gobierno que por lo que dicen
y hacen ya forman parte del mundo del folclor venezolano, al
menos en materia de economía y finanzas. Así, por ejemplo,
durante 2007, la diputada Hiroshima Bravo, miembro de la
Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional estuvo
planteando que había que enjuiciar a quienes expresaran que
la meta de inflación de 17% establecida por el gobierno no
se cumpliría, porque esas apreciaciones creaban
desestabilización. Igualmente planteó la diputada Bravo
encarcelar a los que hablaran de un tipo de cambio diferente
del oficial, desconociendo el hecho de que el Ministerio de
Finanzas estuvo realizando operaciones de deuda pública al
tipo de cambio del mercado paralelo. Quien fungía como
portavoz oficioso del gobierno en materia de política
monetaria, el director del BCV, Armando León, tuvo la
ocurrencia de argumentar que "técnicamente el mercado
paralelo del dólar no existía" y que su precio era
insignificante porque en dicho mercado de realizaban menos
del 5% de las transacciones externas de la economía
venezolana y que la economía había entrado en una nueva
etapa. El resultado de ese desacierto fue que el precio del
dólar escaló hasta Bs/US$ 6.500, ante la mirada cómplice de
las autoridades financieras.
Ahora, con motivo del brote inflacionario que sufre
Venezuela, la confusión en las filas del gobierno y del BCV
no puede ser mayor. El ex ministro de Finanzas, Rafael Isea
tuvo el descaro de oficializar en la ley de Presupuesto de
2008 una meta de inflación de 11%, cuando el antecedente
inmediato en materia inflacionaria fue 22,5% que registró el
alza de los precios en 2007. Posteriormente, ya en funciones
el ministro de Planificación, Haimad El Troudi corrigió la
meta y la situó en 19,5%, la cual como es evidente no se va
a cumplir. La tasa de inflación anualizada de Caracas
alcanzó a 32,2% en junio de este año. El directorio del BCV
ha guardado un silencio cauto y como el gran Mario Moreno,
Cantiflas, ni niega ni afirma. Quien si salió con un cuerpo
coherente de medidas para enfrentar la inflación fue el
ministro de Agricultura y Tierra, Elías Jaua, quien parece
haber dado con la solución a un problema muy serio que ha
ocupado mentes prodigiosas de economistas alrededor del
mundo. La cura para la inflación en Venezuela consiste en
que los consumidores regateen el precio con los vendedores.
Nada de políticas en los ámbitos monetario, fiscal,
cambiario o de política comercial. Venezuela es distinta y
por serlo, también distintos han de ser los remedios a los
males. Es mejor que sea el ministro Jaua quien ilustre a los
lectores con su explicación: "En el Gabinete Económico se
analizó qué hacer con la guarimba económica". Más adelante
es preciso con su teoría sobre el combate a la inflación:
"Si todos comenzamos e regatear, los especuladores van a
comenzar a sentir presión (…), la culpa no le puede achacar
al gobierno, no es culpa del gobierno…". Entonces, ¿de quién
es la responsabilidad de la inflación, en un país donde no
existe política macroeconómica?, ¿Quién imprime dinero en
exceso?, ¿Los comerciantes e industriales?
Quizás en ese gabinete que analiza la guarimba económica no
han tenido tiempo de revisar el incremento de la liquidez
monetaria en los últimos cuatro años, tampoco la trayectoria
del gasto y su financiamiento con la doble monetización de
las reservas internacionales que el gobierno confiscó al
BCV, ni menos todavía analizar los cuellos de botellas a la
producción que están causando el control de precios y de
cambio.
En esta cruzada regateadora contra la inflación, el ministro
Jaua debe tener el apoyo incondicional del presidente del
Indecu, Eduardo Samán, quien ha emitido una especie de
decreto de guerra a muerte contra las empresas nacionales.
Samán, conjuntamente con Jaua, está innovando en materia de
economía con su explicación sobre la inflación. Para él el
asunto es político, así de simple. La erradicación de la
inflación en Venezuela requiere de nuevas instituciones: el
poder comunal y la contraloría social. Que sea Samán quien
explique el fenómeno de la inflación: "La contraloría social
debe ejercer el poder que le ha dado el Estado para impedir
que comerciantes inescrupulosos les quiten sus salarios con
precios que son excesivos, por lo que deben exigir precios
justos". Seguidamente expone Samán: "Se trata de que las
instituciones del Estado transfieran el poder al pueblo,
para que sean los ciudadanos quienes hagan presión en los
comercios para que les bajen los precios". Una pregunta
ingenua para Samán: ¿A quienes les compran esos comerciantes
que venden caro sus productos?, ¿No será plausible imaginar
que el productor le vende a mayores precios a esos
comerciantes y que los productores a su vez compran también
más caro a otros proveedores?, ¿Cómo se llama ese proceso
generalizado de alzas de precios, señor Samán?
Cuando los soviets eran gobierno en Rusia,, después de 1918
se desató una hiperinflación que hizo tambalear a la
revolución y provocó posteriormente la adopción de medidas,
entre otras la sustitución de la moneda. Durante el primer
gobierno de Daniel Ortega, con el sandinismo en el poder, la
inflación llegó a 33.000%. La inflación que no distingue
ideologías, suele atacar muy duro en países como Venezuela,
indisciplinados fiscal y monetariamente y donde además las
instituciones económicas están corrompidas y carecen de
reputación y credibilidad. Ya veremos si en algún mes por
venir los precios se desaceleran, el mérito será para el
gobierno, pero cuando vuelvan a subir la culpa será de los
comerciantes. Así es que se crea una nueva teoría económica:
la del regateo.