En
su programa Aló Presidente del domingo 16 de marzo de 2007,
el presidente Hugo Chávez volvió a insistir en la necesidad
de crear las llamadas monedas comunitarias y relanzar el
trueque como medio de intercambio. Se trata de una vieja
idea que ha venido acariciando el presidente al menos desde
junio 2006, cuando planteó en una alocución que un
agricultor de Barlovento en el estado Miranda podría
intercambiar plátanos por cachamas con un pescador del
estado Bolívar, sin que tenga que recurrir al dinero para
facilitar esa transacción. De nuevo reitera Chávez, esta vez
con la idea de crear piezas monetarias llamados zambos que
sustituirían o complementarían a las especies monetarias
actualmente en circulación, en determinadas comunidades. De
esta manera en Venezuela se vería una proliferación de
monedas locales, a niveles de estados o municipios
circulando conjuntamente con el bolívar fuerte. Según lo
expuesto, con ello se ayudaría a bajar la inflación y
terminar de liquidar al sistema capitalista.
Cuando se reflexiona seriamente acerca de ésta o alguna otra
ocurrencia del Presidente de la República, la conclusión que
se extrae es que pareciera que en determinados temas el
presidente tiene una ignorancia supina o sencillamente no
piensa con detenimiento algunas de las ideas que expone.
Implantar un sistema de monedas comunitarias para facilitar
el trueque equivale a regresar a una especie de economía
cavernícola, donde los hombres primitivos asistían a su
primer acto transaccional al mercadear un bien por otro. En
el caso de Venezuela sería lo mismo que retornar a la etapa
precolombina donde nuestras tribus transaban bienes ante la
inexistencia de un medio eficiente de intercambio. Además,
esto que el presidente Chávez denomina el zambo como pieza
monetaria de circulación restringida a ciertas áreas, era el
mismo sistema que en la época colonial e inclusive a
comienzos de la República de Venezuela, existió en las
haciendas, donde circulaban las fichas, con las cuales se
les pagaba a los jornaleros y éstos podían adquirir
exclusivamente los bienes producidos o vendidos en esas
haciendas. ¿Esa es la visión de país que tiene Hugo Chávez
en mente para Venezuela?. ¿Es esa la utopía socialista del
siglo XXI?
Esta propuesta de las monedas comunitarias y el zambo se ha
reactivado en momento en que el BCV está aplicando una
reconversión monetaria con objetivos confusos pero que ya
está implantada en todo el país. La puesta en circulación
del zambo con el bolívar fuerte puede generar una confusión
extraordinaria que termine complicando el intercambio en
lugar de facilitarlo. Tal vez los conceptos medievales en
asuntos económicos de los asesores del gobierno permitan la
materialización del disparate que una nación en pleno siglo
XXI, en la edad del Internet y las comunicaciones, opte por
regresar a la edad de piedra. No obstante, quedarían sin
resolver varios asuntos. En primer lugar, el emisor de la
nueva moneda (el zambo), toda vez que la Constitución y la
Ley del BCV le confiere al banco central el poder monetario
en Venezuela. Habrá en entonces que producir un cambio en el
Texto Constitucional para facultar al gobierno para emitir
dinero y ello sería un verdadero peligro para la estabilidad
monetaria de Venezuela. En segundo término, quedaría
pendiente el respaldo de esa moneda, por cuanto en tiempos
modernos ya el dinero no tiene el valor intrínseco de
antaño, sino más bien su capacidad de compra se fundamenta
en la confianza en el ente emisor, que a su vez depende,
entre otros aspectos, en la fortaleza de la economía. En
tercer lugar, el zambo sería un medio ineficiente para
valorar los productos en tanto exista otra moneda. ¿Cuánto
costaría, por ejemplo, un kilo de café? ¿Dos zambos o tres
bolívares fuertes?
El trueque es un sistema de intercambio absolutamente
inviable y costoso para la sociedad debido a que la
realización de los actos transaccionales debe hacer
coincidir el deseo de quien produce, digamos, una camisa
pero no tiene carne con el de quien teniendo la carne no
tiene la camisa. Cuando esto se generaliza a una economía se
incurren en elevadísimos costos de transacción de un bien
por otro. Estas dificultades las resolvió el dinero al
actuar como medio de intercambio, que permite que el
agricultor de los Andes no tenga que trasladarse al oriente
con su carga de papas para adquirir pescado, toda vez que
con el dinero él puede comprar cualquier bien que desee o
necesite. Detrás de estas proposiciones sin sentido aparente
no se esconde otra cosa que el fracaso de la política
económica para controlar la inflación en la creencia de que
hay que atacar el síntoma y no la causa del problema.