El
gobierno de Hugo Chávez pretende usar la disputa entre PDVSA
y EXXON MOBIL como un elemento de distracción de la crisis
interna de Venezuela, atizando un faso nacionalismo y
acusando de ser agentes del imperio a quienes han
cuestionado la conducción negligente, ineficaz y corrupta de
Rafael Ramírez al frente de nuestra principal industria. Ha
sido un ritornelo la denuncia por parte del gobierno de las
condiciones del arbitraje internacional para la resolución
de los conflictos entre PDVSA y las compañías petroleras que
se instalaron en Venezuela con motivo de la apertura
petrolera iniciada en 1997. Sucede, sin embargo, que fue el
mismísimo Hugo Chávez quien en abril de 2005 con motivo de
la emisión de bonos de la deuda pública en dólares
coordinada por JP Morgan y Citgroup, autorizó para que
cualquier controversia judicial relativa a esa emisión se
dirimiera según las leyes del estado de Nueva York, como una
forma de darle seguridad a los inversionistas. Se trata,
evidentemente, de un farsante, de alguien que miente
demagógica y compulsivamente.
Ahora el zar del petróleo en Venezuela, Rafael Ramírez, ha
dicho que quieren volver a las negociaciones con Exxon para
procurar un arreglo amistoso y que atrás había quedado la
bravuconada de cortar el suministro de petróleo a los
Estados Unidos. Con motivo de la querella entre PDVSA y
Exxon hay quienes piensan que por tratarse de una agresión
del imperio no se debe mencionar la situación operativa y
financiera de nuestra industria petrolera. La verdad hay que
decirla y la realidad es que PDVSA viene atravesando por un
trance difícil. Sus cifras de producción anual no las cree
nadie medianamente informado, al punto tal que según el
Banco Central de Venezuela (BCV), el producto interno bruto
(PIB) petrolero tiene diez trimestres consecutivos de caída
o estancamiento, a pesar de que Rafael Ramírez habla de un
aumento de la producción. Todavía más, en 2007, como se hace
evidente en el gráfico, de acuerdo con el BCV el producto
petrolero cayó 5,3%, cifra incontrovertible que desnuda la
realidad de nuestra industria. Lo cierto es que PDVSA pasó
de producir mas tres millones de barriles de petróleo a
menos de dos millones y medios y lo más grave de todo es que
entre 2005 y 2006, sus costos operativos aumentaron de US$
51.000 millones a más de US$ 60.000 millones, al tiempo que
la nómina saltó desde 32.000 trabajadores en 2005 a 44.000
trabajadores en 2006. Esto no lo puede explicar nadie
razonablemente, el caso de una empresa que produce menos,
gastó más mientras que emplea más personas. Por si lo
anterior no bastara, PDVSA está endeudada hasta los
tuétanos: en tanto que en 1998 su deuda era alrededor de US$
5.000 millones, la misma saltó a US$ 16.006 millones en
2007, sin contabilizar los pasivos laborales por más de US$
7.000 millones y lo que tendrá que pagar por compensaciones
a las compañías demandantes. PDVSA está cambiando las
reservas petroleras por efectivo con clientes chinos. Es una
empresa donde se está invirtiendo muy poco, al punto que en
2006 el gasto asistencial excedió al de exploración y
producción de petróleo, con la consecuente disminución de su
potencial de producción. Todo ello ha ocurrido porque con un
Estado quebrado institucionalmente como el venezolano, el
presidente Chávez optó por hacer de PDVSA el ministerio de
la asistencia social, el ministerio de educación y al mismo
tiempo vendedor de leche, caraotas y verduras, a través de
PDVAL. Mientras esto ocurre, la empresa ha abandonado su
misión y se ha concentrado en el activismo politiquero, su
nómina está hinchada de una burocracia ineficiente y campea
el nepotismo, el tráfico de influencia, la segregación
política, el financiamiento a actividades partidistas y
consecuentemente, la corrupción. Deseamos que en el
arbitraje con Exxon salgan favorecidos los intereses
nacionales, pero ello no puede ni debe tapar el lamentable
estado operativo y financiero de nuestra industria. Llegó la
hora de hacer el balance de PDVSA sin que surja la
descalificación como argumento.