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Uh, ah, Chávez NO se va
por José Guerra
martes, 16 diciembre 2008


La revolución mexicana comprendió el lapso entre 1910 y 1920 en un proceso que se inició con el alzamiento contra el régimen continuista de Porfirio Díaz que ya tenía treinta años en el poder. La revolución la inició Francisco Madero con una consigna muy simple pero directa, que fue al corazón del pueblo de México: "sufragio efectivo, no a la reelección". Consolidada la revolución y luego de disputas intestinas entre sus dirigentes, Pancho Villa, uno de sus líderes más populares, cuyo verdadero nombre era Doroteo Arango acuñó una frase extraordinaria; "Ahora que la revolución ha degenerado en gobierno", para referirse a la traición a los ideales que originaron la insurrección social en México.

Eso mismo es lo que le está pasando a lo que Hugo Chávez llama una revolución o también socialismo el siglo XXI: está degenerando. Lo que comenzó como un basto movimiento de masas por un cambio en Venezuela, que Hugo Chávez supo encarnar y utilizar para sus fines personales, es hoy una caricatura de revolución cuyo único y exclusivo móvil es su reelección por seculum seculoron. Chávez quiere ser presidente vitalicio y punto. Para ello cuenta con una camada de segundones, alienados políticamente cuya razón de existencia es el culto a su persona. Nada motiva al proyecto sino la figura de Chávez, no hay ideología sino aquella que sirve para reverenciarlo. La adoración destilada. Hasta dónde habrá llegado la decadencia del proyecto socialista del siglo XXI que dos de sus voceros más calificados son el general Alberto Muller Rojas, quien fue gobernador en la época del presidente Lusinchi y prominente militar de ese régimen y Lina Ron con un repertorio político que se inicia y concluye con la frase "ordene mi comandante". No hay figura, a parte de Chávez, que elabore una idea coherente sobre cualquier tema por simple que éste parezca. Sin embargo, lo que se llama el chavismo dista mucho de ser una doctrina o ideología, no pasa de ser un sentimiento como lo fue en Venezuela la fuerza representada por algunos presidentes. ¿Quién se acuerda en Venezuela del medinismo, en honor a Isaías Medina Angarita o del perejimenismo? Más allá de un evento aluvional, para calzar los puntos y convertirse en ideología, le falta mucho al chavismo y es difícil que pueda lograrlo porque allí ha sobrado el dinero y faltado las ideas.

Una fuerza política que durante las recientes elecciones del 23 de noviembre apeló a la compra de votos a punta de divisas petroleras, no tiene futuro aunque hoy luzca como mayoritaria. Mucho menos una que coacciona a los empleados públicos para pretender sus votos. El reparto de artefactos eléctricos y monedas jamás no puede sustituir a la ideología como motivación política. Esa fuerza chavista sin dinero no tiene impulso moral porque está corrompida en sus cimientos. Es una fuerza corrompida y corruptora.

Pero el régimen de Chávez tiene otros problemas. Está minado por el peculado y el nepotismo y ello es contrario a una revolución, porque ésta se inspira siempre en la honestidad y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos. PDVSA, la principal empresa del Estado está castigada por el porcentaje corruptor y el tráfico de influencias. Hugo Chávez ha hecho de la administración pública una especie de hacienda personal, que invocando buenos propósitos, maneja a su antojo sin rendirle cuenta a nadie y como dice Enrique Krauze, escritor mexicano, ha hecho de la propiedad pública su propiedad privada, al regalar, donar o transferir a terceros países dineros a raudales que pertenecen a todos los venezolanos. Quizás una de las peores acciones de Chávez ha sido haber llevado la política partidista a la Fuerza Armada Nacional. Es vergonzante ver a facciones de oficiales en actos proselitistas y a los cuarteles convertidos en casas de beneficencia o sede del PSUV, ello porque para Chávez la fuerza armada es su verdadero partido, en una especie de simbiosis que sigue la máxima del ideólogo fascista Norberto Ceresole, muy admirado por Chávez: Caudillo-Pueblo-Ejército. Estos elementos fascistas han calado hondo en la estructura del Estado-gobierno en Venezuela al punto que cuando se le junta con el marxismo-leninismo importado desde Cuba, ello no puede resultar sino en una mezcla indigesta. La conformación de bandas armadas vestidas con franelas rojas con el objeto de atemorizar y agredir a quienes considera el enemigo, son prueba de ello. Esas bandas armadas, camisas rojas, imitan muy bien a las camisas pardas de Hitler que sembraron el miedo y el terror en la Alemania nazi, las tristemente recordadas Sturmabteilung (SA), las tropas de asalto.

En Venezuela se acabó la sana distinción entre gobierno y partido de gobierno, las dos son la mismo entidad, como lo hizo el nazismo. Hitler lo dijo en 1939 en un mitin en Hamburgo. "El partido es el líder y el líder es el partido". El partido oficial de Chávez es una estructura militarizada, organizada en batallones, escuadras y patrullas, como si se tratara de una formación militar, donde él manda y los demás obedecen.

Derrotado de manera contundente en el campo de las ideas y ya en retirada vergonzante, a los panfletarios del socialismo del siglo XXI, no le ha quedado otra que refugiarse arrinconados en la reelección de quien ellos dicen es su único líder, porque sin Chávez son nadie.


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