La revolución mexicana
comprendió el lapso entre 1910 y 1920 en un proceso que se
inició con el alzamiento contra el régimen continuista de
Porfirio Díaz que ya tenía treinta años en el poder. La
revolución la inició Francisco Madero con una consigna muy
simple pero directa, que fue al corazón del pueblo de
México: "sufragio efectivo, no a la reelección". Consolidada
la revolución y luego de disputas intestinas entre sus
dirigentes, Pancho Villa, uno de sus líderes más populares,
cuyo verdadero nombre era Doroteo Arango acuñó una frase
extraordinaria; "Ahora que la revolución ha degenerado en
gobierno", para referirse a la traición a los ideales que
originaron la insurrección social en México.
Eso mismo es lo que le está pasando a lo que Hugo Chávez
llama una revolución o también socialismo el siglo XXI: está
degenerando. Lo que comenzó como un basto movimiento de
masas por un cambio en Venezuela, que Hugo Chávez supo
encarnar y utilizar para sus fines personales, es hoy una
caricatura de revolución cuyo único y exclusivo móvil es su
reelección por seculum seculoron. Chávez quiere ser
presidente vitalicio y punto. Para ello cuenta con una
camada de segundones, alienados políticamente cuya razón de
existencia es el culto a su persona. Nada motiva al proyecto
sino la figura de Chávez, no hay ideología sino aquella que
sirve para reverenciarlo. La adoración destilada. Hasta
dónde habrá llegado la decadencia del proyecto socialista
del siglo XXI que dos de sus voceros más calificados son el
general Alberto Muller Rojas, quien fue gobernador en la
época del presidente Lusinchi y prominente militar de ese
régimen y Lina Ron con un repertorio político que se inicia
y concluye con la frase "ordene mi comandante". No hay
figura, a parte de Chávez, que elabore una idea coherente
sobre cualquier tema por simple que éste parezca. Sin
embargo, lo que se llama el chavismo dista mucho de ser una
doctrina o ideología, no pasa de ser un sentimiento como lo
fue en Venezuela la fuerza representada por algunos
presidentes. ¿Quién se acuerda en Venezuela del medinismo,
en honor a Isaías Medina Angarita o del perejimenismo? Más
allá de un evento aluvional, para calzar los puntos y
convertirse en ideología, le falta mucho al chavismo y es
difícil que pueda lograrlo porque allí ha sobrado el dinero
y faltado las ideas.
Una fuerza política que durante las recientes elecciones del
23 de noviembre apeló a la compra de votos a punta de
divisas petroleras, no tiene futuro aunque hoy luzca como
mayoritaria. Mucho menos una que coacciona a los empleados
públicos para pretender sus votos. El reparto de artefactos
eléctricos y monedas jamás no puede sustituir a la ideología
como motivación política. Esa fuerza chavista sin dinero no
tiene impulso moral porque está corrompida en sus cimientos.
Es una fuerza corrompida y corruptora.
Pero el régimen de Chávez tiene otros problemas. Está minado
por el peculado y el nepotismo y ello es contrario a una
revolución, porque ésta se inspira siempre en la honestidad
y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos. PDVSA,
la principal empresa del Estado está castigada por el
porcentaje corruptor y el tráfico de influencias. Hugo
Chávez ha hecho de la administración pública una especie de
hacienda personal, que invocando buenos propósitos, maneja a
su antojo sin rendirle cuenta a nadie y como dice Enrique
Krauze, escritor mexicano, ha hecho de la propiedad pública
su propiedad privada, al regalar, donar o transferir a
terceros países dineros a raudales que pertenecen a todos
los venezolanos. Quizás una de las peores acciones de Chávez
ha sido haber llevado la política partidista a la Fuerza
Armada Nacional. Es vergonzante ver a facciones de oficiales
en actos proselitistas y a los cuarteles convertidos en
casas de beneficencia o sede del PSUV, ello porque para
Chávez la fuerza armada es su verdadero partido, en una
especie de simbiosis que sigue la máxima del ideólogo
fascista Norberto Ceresole, muy admirado por Chávez:
Caudillo-Pueblo-Ejército. Estos elementos fascistas han
calado hondo en la estructura del Estado-gobierno en
Venezuela al punto que cuando se le junta con el
marxismo-leninismo importado desde Cuba, ello no puede
resultar sino en una mezcla indigesta. La conformación de
bandas armadas vestidas con franelas rojas con el objeto de
atemorizar y agredir a quienes considera el enemigo, son
prueba de ello. Esas bandas armadas, camisas rojas, imitan
muy bien a las camisas pardas de Hitler que sembraron el
miedo y el terror en la Alemania nazi, las tristemente
recordadas Sturmabteilung (SA), las tropas de asalto.
En Venezuela se acabó la sana distinción entre gobierno y
partido de gobierno, las dos son la mismo entidad, como lo
hizo el nazismo. Hitler lo dijo en 1939 en un mitin en
Hamburgo. "El partido es el líder y el líder es el partido".
El partido oficial de Chávez es una estructura militarizada,
organizada en batallones, escuadras y patrullas, como si se
tratara de una formación militar, donde él manda y los demás
obedecen.
Derrotado de manera contundente en el campo de las ideas y
ya en retirada vergonzante, a los panfletarios del
socialismo del siglo XXI, no le ha quedado otra que
refugiarse arrinconados en la reelección de quien ellos
dicen es su único líder, porque sin Chávez son nadie.