Ya
habíamos anticipado un par de semanas atrás desde estas
mismas páginas que con información muy preliminar se podía
inferir que la economía venezolana durante el primer
trimestre de 2008 presentaría un ritmo de crecimiento de la
actividad económica, es decir, del Producto Interno Bruto
(PIB), significativamente menor que su período análogo de
2007. En efecto, así ha ocurrido, toda vez que la
información publicada por el BCV refleja un verdadero
frenazo en el dinamismo que ha mostrado la economía desde
mediados de 2003. Resulta increíble confusión del ministro
de Planificación y Desarrollo, Haimad el Troudi, quien de
forma errónea argumenta que en los primeros meses del año la
economía tiene a desacelerarse. Tal vez lo que no sabe el
ministro es que alguien que conozca de estadística elemental
debe comparar período homólogos, en este caso primer
trimestre de 2008 versus primer trimestre de 2007,
justamente para evitar el componente estacional de la
producción. En otras palabras, no es admisible cotejar, por
ejemplo, el primer trimestre de 2008 contra el cuarto
trimestre de 2007.
Los datos del BCV hablan por si solo. Actividades
fundamentales como la industria manufacturera, el comercio y
la construcción, muestran importantes reducciones en sus
tasas de crecimiento. Ello obedece entre otras razones, a la
política que ha venido aplicando el gobierno. En particular
en lo relativo a la industria, la tasa de variación
porcentual del PIB manufacturero pasó de 6,8% en el primer
trimestre de 2007 a a penas 1,4% en los tres primeros meses
de este año. Venezuela es un país que se está quedando sin
industrias por una política deliberada del gobierno de
favorecer las importaciones para golpear al sector
productivo nacional. Piensa el gobierno equivocadamente que
manteniendo el precio del dólar barato puede contener las
tensiones inflacionarias, ignorando el hecho de que la
economía mundial ahora refleja altas tasas de inflación y
que Venezuela está importando la inflación internacional.
Con costos de producción internos aumentando aproximadamente
30% anual mientras que los costos de los países con los
cuales Venezuela comercia crecen 10%, es obvio que la
industria local está condenada a la quiebra. Similarmente,
la política de control de precios está creando un serio
problema de rentabilidad del sector productivo nacional que
está inhibiendo la inversión y desestimulando la producción
de bienes, lo que ha llevado a que grupos tradicionalmente
industriales se estén convirtiendo en importadores. No debe
dejar de mencionarse el caso de las expropiaciones y
nacionalizaciones que representan una barrera infranqueable
para la producción y la ampliación de la capacidad
productiva. En una economía donde no se respeten los
derechos de propiedad, la inversión disminuye y se paraliza
el crecimiento y esto pareciera que empieza a observarse en
Venezuela.
Pero lo que llama poderosamente la atención es la depresión
del PIB del sector privado de la economía. De un crecimiento
de 10,2% en el primer trimestre de 2007, el mismo se
derrumbó hasta registrar una contracción de 2,3% en el
primer trimestre de este año, como se aprecia en el gráfico.
No se podía esperar otra cosa de una política económica que
hostiliza a los empresarios y que no crea los incentivos
para producir internamente. Estos datos también muestran que
esas empresas de maletín que se han constituido por parte de
seudo empresarios han sido un verdadero fiasco y que no son
otra cosa que un mecanismo para saborear el manjar de los
créditos baratos que otorga el gobierno a supuestos hombres
de empresas, de otra forma no se explica la caída de la
actividad económica privada. De igual manera, todo ese
amasijo deforme que ha conformado el gobierno con empresas
etiquetadas de socialistas ha sido un fracaso porque nada
han aportado a la producción manufacturera nacional. De esta
manera, contempla Venezuela un proceso de deterioro
económico en un momento de precios petroleros estelares y
esa oportunidad la estamos desperdiciando miserablemente,
por culpa de un planteamiento ideológico que estima que el
Estado hace más próspera a la sociedad, cuando es todo lo
contrario, el Estado es próspero porque la sociedad genera
riqueza. Este principio tan básico resulta incomprensible
para un gobierno cuyo concepto de socialismo busca imitar,
en estos tiempos, lo que fue el fracaso del modelo
soviético, ya fenecido, y del cubano en fase de extinción.