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La crisis financiera y nosotros (I)
por José Guerra
miércoles, 1 octubre 2008


El presidente Hugo Chávez hizo una cadena de radio y televisión el sábado 20 de septiembre preocupado porque los medios de comunicación no le habían prestado la debida atención a la crisis que enfrenta el sistema capitalista y que él se encargaría de revelar lo que nadie había explicado para que se entendiera lo que estaba sucediendo. Afirmó el presidente Chávez sobre esta crisis "que es mucho más grave que la de 1929 y que estamos antes derrumbe del capitalismo". Actuaba el presidente Chávez como si emulara a John Maynard Keynes, el famoso economista inglés que durante la depresión del año 1929 acertó en el diagnóstico y con la salida al problema que enfrentaba la economía mundial. Ni remotamente esta crisis localizada actualmente en Estados Unidos se parece a aquella, entre otras razones porque en aquel tiempo la economía enfrentaba un flagelo terrible: la deflación, con caídas del nivel de actividad económica de 20% anual,  mientras que actualmente se observa una inflación baja y crecimiento económico moderado, lo que permite a los bancos centrales actuar sin mayores costos en términos de alzas de precios. La verdad del caso es que ciertamente ahora hay una crisis aguda en el sistema financiero de los Estados Unidos que puede propagarse hacia el resto de las actividades económicas y desde el gobierno de Venezuela no se oculta la satisfacción por ese hecho, sin darse cuenta que una eventual un hundimiento de la economía mundial igualmente golpearía a Venezuela, cuyas exportaciones petroleras en más de un 70% están destinadas a naciones propensas a acusar el impacto de un frenazo de la producción.

Entre quienes escriben del tema existe una imprecisión cuando se habla de recesión de la economía. No toda caída de la actividad económica medida a través del Producto Interno Bruto (PIB) implica que el país donde ello ocurra está en una recesión. Para que ésta se verifique debe el PIB contraerse durante dos trimestres consecutivos, según la definición ampliamente aceptada que emplea la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NBER, por sus siglas en inglés), entidad que agrupa a reputados economistas. Con la última información disponible correspondiente al segundo trimestre de 2008 no es correcto hablar de recesión en Estados Unidos en vista de que la economía creció 3,3%, durante el segundo trimestre de este año, cifra superior a la del trimestre previo (0,9%).  Está por verse lo que va a suceder en los meses por venir, sin embargo lo que si pareciera ser cierto es que hay una restricción crediticia importante y ello afectará al crecimiento.

Existen muchas visiones sobre las crisis de las economías de mercado, pero destacan dos. La primera fue la que sustentó Carlos Marx y que esencialmente asevera que el sistema capitalista lleva consigo una contradicción que tarde o temprano provocará su extinción. Ella se refiere a que el  capitalismo en su desarrollo excluye a las masas populares del consumo situación que crea una crisis de exceso de producción debido a la insuficiencia de la demanda. Marx predijo este curso de la economía y el derrumbe del sistema con toda claridad en el tercer volumen de su obra magna, El Capital, publicado en 1885 aunque escrito unos años antes. No hay que hacer muy entendido en temas económicos para darse cuenta que Marx se equivocó completamente. No solamente erró sino que subestimó las fuerzas internas de la economía de mercado para salir fortalecida después de cada turbulencia. Además, las crisis se han espaciado en el tiempo, siendo la más notoria la de 1929, hace casi ochenta años.

Quien si parece haber acertado sobre la naturaleza de la economía de mercado fue el economista austriaco Joseph Alois Schumpeter en su libro Capitalismo, Socialismo y Democracia, editado en 1943, al establecer que el capitalismo convive con lo que él llamó la "creación destructiva", esto es, que para seguir su avance indetenible, la economía va dejando atrás un conjunto de actividades que en un tiempo fueron líderes pero que en cada nueva circunstancia ceden su lugar a otras. El caso del acero ilustra este postulado. Hasta mediados de los años sesenta del siglo XX las empresas siderúrgicas ocupaban los primeros lugares de las economías del mundo desarrollado, en particular en los Estados Unidos, hoy las posiciones de vanguardia las tienen la tecnología de la información  y las telecomunicaciones, entre otras. En su proceso de crecimiento, el capitalismo necesita innovar constantemente a riesgo de perecer en el estancamiento y es allí donde vienen los riesgos en la medida en que al procurar cautivar al consumidor con productos nuevos y más sofisticados tiene que hacer inversiones cada vez más cuantiosas con tasas de ganancias cada vez más pequeñas, debido a la competencia que ello genera. De esta búsqueda inagotable no escapa el sistema financiero y basta observar su evolución desde las simples cuentas de ahorro hasta los productos  financieros altamente complejos donde hoy se puede invertir, con elevado riesgo, para darse cuenta de la extraordinaria  trayectoria de las finanzas y de los medios de pagos, donde el uso del efectivo cede lugar cada vez con más énfasis a los medios electrónicos. Es a partir de este salto como puede explicarse la actual crisis financiera en Estados Unidos.


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