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Venezuela: una economía de puerto
por José Guerra
miércoles, 30 mayo 2007


Las cifras del BCV, referidas al comportamiento de la economía nacional durante el primer trimestre de 2007, reflejan la acumulación de importantes desequilibrios tanto en la balanza de pagos como el área fiscal que van a conducir a un ajuste del tipo de cambio oficial, más temprano que tarde. La balanza de pagos registra el movimiento de divisas entre los residentes de Venezuela y los del resto del mundo y está conformada por dos cuentas, la corriente que contabiliza principalmente el movimiento de las exportaciones y las importaciones y la cuenta financiera que considera los flujos de capital. Cuando la balanza de pagos registra un déficit es porque se gastó más recursos en moneda extranjera de lo que le ingresó al país y ello se expresa en una caída de las reservas internacionales. La información del BCV sugiere que la balanza de pagos acumuló un déficit de US$ 5.606 millones entre enero y marzo de 2007, el mayor, al menos, de los últimos diez años, todo ello en medio de un auge sin precedentes de los precios del petróleo.

La cuenta corriente de la balanza de pagos tradicionalmente ha sido superavitaria debido a los elevados ingresos petroleros que recibe Venezuela. Sin embargo, los datos de los primeros tres meses de 2007 indican que el superávit se redujo a la mitad con relación al observado en igual lapso de 2006, al pasar de US$ 7.004 millones a US$ 3.662 millones. Este deterioro de la cuenta corriente se explica, por una parte, por la disminución de las exportaciones petroleras y por la otra por el desproporcionado incremento de 46,8% de las importaciones. De mantenerse el ritmo importador, en 2007 las compras de bienes al exterior batirá el record alcanzado en 2006, al totalizar aproximadamente US$ 40.000 millones. De confirmarse esta tendencia, el ingreso petrolero se agotará paulatinamente y será insuficiente para financiar otros gastos externos tales como el pago de la deuda pública, las divisas de los viajeros, las remesas a familiares, la remisión de utilidades de las empresas, entre otros. En ese frenesí de importaciones que ahora vive Venezuela se está destruyendo la limitada capacidad industrial y agropecuaria que ha sobrevivido para dar paso a un consumo de artículos fabricados en el exterior, que con una política agroindustrial adecuada y un clima favorable a la inversión privada, se pudiesen elaborar en el país. Pero en su lugar, el gobierno optó por favorecer las adquisiciones foráneas y con ello golpear a los sectores productivos internos. De cada viaje al exterior o visita que hace un jefe de Estado a Venezuela, el presidente Chávez se compromete a comprar mercaderías en el exterior o realizar inversiones en esos países. De esta manera, la proporción de los bienes importados en la dieta nacional no deja de aumentar al ser los puertos del país los substitutos de las fábricas, las fincas y las haciendas de Venezuela. Gracias a la actividad portuaria comemos, nos vestimos y manejamos los vehículos que transitan las calles y carreteras de Venezuela.

Paralelamente con el ascenso de las importaciones destaca la disminución de las exportaciones no petroleras no obstante los mayores precios de esos productos que Venezuela negocia en el exterior, como el acero, mineral de hierro y aluminio. Ello refleja que la base exportadora se ha debilitado porque en realidad se factura menos bienes no obstante el aumento de las cotizaciones internacionales de esas materias primas. Así, el mejor negocio en Venezuela es transformarse es importar, obtener los dólares preferenciales y venderles a consumidores insaciables, que aprovechando las bajas tasas de interés y la disponibilidad de liquidez, mantienen una demanda que a mediano plazo no se podrá sostener.

Al unísono, con la baja de las exportaciones y el alza de las importaciones, se registró salidas de capital al expresar la cuenta financiera de la balanza de pagos un déficit de US$ 8.296 millones. Esto significa que se invirtió y financió más en el exterior que lo que los recursos que el resto del mundo dedicó a Venezuela. De ese monto, más de US$ 7.000 millones correspondieron a actividades del gobierno, entre las que se cuentan el financiamiento a otros Estados, los créditos comerciales concedidos, sin incluir las donaciones. En otras palabras, ha sido el mismísimo gobierno el responsable de la posición deficitaria de la cuenta financiera. El déficit de la balanza de pagos presagia un ajuste del tipo de cambio y como dice la canción de la guerra federal: “El cielo encapotado anuncia tempestad”.


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