La
presentación del proyecto de reforma constitucional por
parte del presidente Hugo Chávez representa un paso adelante
en su propuesta de establecer en Venezuela un régimen
socialista muy semejante a lo que fueron los episodios del
socialismo real, cuyo cadáver insepulto lo representa el
Gobierno de Cuba. No se trata de un socialismo moderno,
acorde a estos tiempos, sino una combinación fatídica de las
aberraciones más prominentes que caracterizaron a la
concepción soviética, marcada por tres elementos: el
estatismo, la concentración del poder y el culto a la
personalidad.
Al analizar el texto sugerido se puede concluir que el mismo
representaría un golpe de Estado legalizado por cuanto se
intenta presentar como una reforma lo que en realidad es una
modificación radical de la estructura política y económica
de Venezuela, asunto que debería ser materia de una Asamblea
Nacional Constituyente. En efecto, en los principios
fundamentales de la Constitución Nacional se establece en su
artículo sexto, lo siguiente: “El gobierno de la República
Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la
componen es y será siempre democrático, participativo,
electivo, descentralizado, alternativo, responsable,
pluralista y de mandatos revocables”. La incorporación de
una ideología política, en este caso el socialismo, como
doctrina del Estado y religión política, contraviene el
postulado según el cual “el gobierno será siempre
democrático”. De igual manera, la intención de reelección
continua atenta contra la premisa de forma de gobierno
alternativo, igual consideración puede hacerse del empeño en
volver a centralizar la toma se decisiones en manos del
gobierno central, mediante especies de comisionados de la
Presidencia de la República que suplantarían a los actuales
alcaldes y gobernadores. Por todas estas y otras
consideraciones no se está frente a una reforma
constitucional sino más bien ante viraje en el
establecimiento socio político de Venezuela.
En lo relativo al modelo económico en el artículo 112 del
proyecto de Reforma, su signo es la ambigüedad al pautarse
que: “El Estado promoverá el desarrollo de un modelo
económico productivo, intermedio, diversificado e
independiente, fundado en los valores humanísticos de la
cooperación y la preponderancia de los intereses comunes
sobre los individuales…”, todo ello con el objeto de crear
“las mejores condiciones para la construcción de una
economía socialista”. Acá de desconoce el significado de de
un modelo “productivo, intermedio”. Productivo no ha sido el
signo de la política económica que se ha aplicado en
Venezuela, sino más bien todo lo contrario al privilegiarse
las importaciones con el propósito de desplazar la
producción nacional y forzar la quiebra de los empresarios
nacionales y con ello abrir espacios a capitales extranjeros
tanto estatales como privados de gobiernos afines al de
Venezuela. En cuanto a lo concerniente a “modelo
intermedio”, solamente el Presidente Chávez está en
condiciones de explicar su significado. ¿Intermedio entre
qué?, ¿Cuál es el comienzo y el final en este galimatías
económico? Por otra parte, lo que se llama economía
socialista, no es tal en el sentido de la propiedad social,
toda vez que lo que se ansía es que el Estado sea en gran
propietario de los medios de producción y los trabajadores
simples empleados a sueldo de un gobierno que se convertiría
en el gran patrono de Venezuela. Esto no tiene diferencias
sustanciales con los experimentos de socialismo que
existieron hasta comienzo de los noventa cuando de derrumbó
la antigua Unión Soviética.
La prohibición de los monopolios ha sido una constante de
las normas constitucionales de Venezuela, al menos desde
1961. Sin embargo, en la proposición del Presidente Chávez
se desestima la promoción de la competencia como antídoto
esencial para que prosperen prácticas de cartelización de
los precios que al final acaban perjudicando a los
consumidores e incentivando la concentración del capital.
Por ello, en lugar de legislar mediante artículos
excesivamente largos y enrevesados, debería dejarse
claramente asentado que si bien el Estado combatirá los
monopolios lo hará con el auge de la competencia y los
estímulos al surgimiento de nuevas empresas y no a través de
regulaciones que conspiran contra el crecimiento de la
actividad económica privada, sea esta pequeña, mediana o
grande. Por lo antes expuestos no debe albergarse dudas
acerca de los peligros que para Venezuela significa la
aprobación de este disfraz de reforma constitucional.