Ante
el naufragio del sistema de control de cambios aplicado
desde febrero de 2003, dos eventos han venido a complicar el
manejo de la política cambiaria en Venezuela. Por una parte
la decisión de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi)
de restringir la entrega de divisas y por la otra la
aprobación de la reforma de la Ley de Ilícitos cambiarios
promovida por la diputada Hiroshima Bravo. El coronel Manuel
Barroso, jefe de Cadivi, está aplicando las primeras medidas
con el objeto de acentuar el racionamiento en la entrega de
la moneda extranjera para lo cual las restricciones a los
viajeros es apenas el comienzo. En efecto, el coronel
Barroso es un hombre muy poderoso, toda vez que tiene en sus
manos nada más y nada menos que la asignación de los
dólares, esenciales para que las empresas y las personas
realicen sus transacciones externas. Todo ha surgido porque
los viajeros e importadores mantienen un permanente exceso
de demanda de divisas, lo que en la visión del jefe de
Cadivi se aprecia como una irregularidad, por cuanto se
usarían los cupos de quienes viajan para luego ser transados
en el mercado de permuta. La solución que ha ideado el
coronel Barroso es limitar la entrega de dólares a quienes
procuran viajar a destinos tales como Aruba, Curazao y
Panamá, porque de acuerdo con su criterio nadie puede usar
en esos países la cantidad de US$ 5.000 en menos de una
semana. De esta manera, el coronel Barroso pasa a determinar
lo que una persona de manera libre puede hacer con su
dinero.
Es importante recordar a quienes lo han olvidado que medidas
de ese tenor fueron adoptadas en la época del control de
cambio que estuvo vigente entre febrero de 1983 y febrero de
1989 cuando los administradores de la entonces Oficina de
Cambios Diferenciales (Recadi) razonaban igual que el
coronel Barroso, sin ir a la causa del problema. El fondo
del asunto no es muy difícil de explicar. Debido al esquema
de control de cambio, como era de esperarse, se ha abierto
una brecha entre la tasa de cambio oficial y la no oficial,
situación que motiva todo tipo de actividades de arbitraje,
es decir, la compra de la divisa a un precio y su venta a
otro diferente. El tipo de cambio oficial está abiertamente
sobrevaluado, lo que quiere decir que el poder de compra del
bolívar es mayor en el exterior que en Venezuela por la
obvia razón que la inflación en Venezuela es cuatro veces
mayor que la inflación internacional, lo que se expresa en
el hecho que a los venezolanos los productos importados nos
lucen muy baratos. En consecuencia, el bien más asequible
para quienes pueden acceder a él es el dólar del mercado
oficial y de allí el exceso de importaciones y la vorágine
de viajeros ansiosos de usar intensivamente su cupo de
divisas, toda vez que hacer turismo en cualquier lugar del
mundo es más económico que hacerlo en Venezuela. Se viaja,
se traen las divisas que sobran y con ellas, en vista del
diferencial cambiario, se cancela el gasto y todavía queda
una ganancia.
Ese diferencial cambiario lo formó el mismo gobierno cuando
posibilitó que se negociaran las acciones de la CANTV en el
mercado externo con lo cual resultaba un tipo de cambio
implícito de la operación que se tomaba como referencia para
la cotización de un mercado paralelo incipiente. Esa
conformación del mercado paralelo se oficializó con la
reciente colocación de los Bonos El Venezolano por parte del
Ministerio de Finanzas, de lo cual resultó una tasa de
cambio cercana a Bs/US$ 5.800 lo que implicó el
reconocimiento de la devaluación del bolívar. De esta
manera, el mercado paralelo o de permuta existe como una
creación del gobierno porque además ha sido el Ministerio de
Finanzas, primero bajo la conducción de Nelson Merente y
luego de Rodrigo Cabeza, quien ha colocado bonos argentinos
a la tasa de cambio oficial para posteriormente ser
negociados a la tasa de cambio paralela.
La solución a la brecha cambiaria no pudo ser peor y provino
de la misma diputada que hace unos meses propuso sancionar
con cárcel a quienes se atrevieran a decir que la meta de
inflación de 12% establecida por el gobierno para este año,
no se cumpliría. Ella planteaba que la manera en que no
hubiese inflación consistiría en que no se mencionara una
cifra distinta a la que había anunciado el gobierno. Resulta
que ahora la diputada Hiroshima Bravo ha propuesto que se
prohíba y sancione con una multa elevada, la mención, por
cualquier medio, de la cotización del valor del dólar en el
mercado de permuta cuando éste es una realidad tal como la
existencia de la ley de la gravedad, con la cual uno puede
estar en desacuerdo pero con ello no niega su vigencia.
Todas estas restricciones lo único que van a producir es un
ensanchamiento entre los tipos de cambio al introducirse una
prima de riesgo que será cargada al precio de la divisa.
Sería aconsejable que la primera actividad de la Asamblea
Nacional en sus sesiones del próximo año sea el dictado de
un curso elemental de economía para sus integrantes.