En
su discurso de salida como ministro de la Defensa, el
General Raúl Isaías Baduel advirtió sobre una situación que
este cronista ha venido planteando desde 2005: la
conformación y fortalecimiento en Venezuela de un sistema de
capitalismo de Estado que en el nombre del socialismo se
está apoderándose de los principales medios de producción y
distribución de bienes y servicios del país. Alertó también
el general Baduel acerca del peligro que significa la
insistencia en repetir los experimentos del llamado
socialismo real acerca del cual el presidente Hugo Chávez
siente especial nostalgia y admiración al alabar lo que fue
la desaparecida Unión Soviética y su constante elogio del
régimen cubano. En esos episodios, soviéticos y cubanos, el
tono lo marcó un Estado omnipresente que fue copando todos
los espacios de la vida ciudadana con una estructura estatal
que asfixiaba la propiedad privada en sus diversas
modalidades, pequeñas, medianas y grandes y donde los
trabajadores eran simples empleados del Estado y jamás
propietarios de las empresas fundamentales de la sociedad.
Tal vez el antecedentes más cercano del capitalismo de
Estado en Venezuela ocurrió durante el frenesí que
representó la Gran Venezuela, entre 1974 y 1978, cuando el
rol del Estado en la economía se expandió hasta alcanzar
dimensiones desconocidas, todo lo cual resultó en un fracaso
monumental que dejo a Venezuela con cementerio de empresas
públicas en bancarrota y con una deuda externa que
conspiraba contra la viabilidad de las finanzas públicas. En
la medida en que ha transcurrido la implementación de la
política económica y las regulaciones, se ha clarificado el
rumbo estratégico estatista que está tomando la economía
venezolana, el cual apunta hacia la redefinición del papel
del Estado no solamente como diseñador de las políticas
públicas, distribuidor de la renta y promotor de las
actividades económicas sino también como capitalista
propiamente, es decir, vendiendo mercancías para obtener
ganancia. Un indicador refleja claramente el peso que ahora
tiene el Estado en la economía venezolana: en 1998 el gasto
público representaba el 21% del PIB mientras que en 2006 ese
índice alcanzó 36%, si se incluye el gasto del Fondo de
Desarrollo Nacional (Fonden).
En el centro de este sistema de capitalismo de Estado se
ubica un conglomerado de cinco estamentos fundamentales a
cuya cabeza está PDVSA, una vez redefinido su rol no
solamente como empresa productora y comercializadora de
petróleo sino también como bisagra para la ejecución de la
política social y sus nuevas funciones como propietaria de
la CANTV y la Electricidad de Caracas. El segundo tramo lo
ocupa una redimensionada Corporación Venezolana de Guayana (CVG)
junto a empresas manufactureras, con su ámbito accionario en
empresas propias y mixtas que abarca desde la producción de
aluminio y hierro hasta la fabricación de viviendas, pasando
por el manejo y explotación de bosques, a través de empresas
como Alcasa, Venalum, Bauxilum, Ferrominera, Alunassa,
Ferrocasa y Proforca y Veneiran para la fabricación de
vehículos y tractores, entre otras. El tercer componente lo
representa la cadena de comercialización de productos
alimenticios Mercal, que al cierre de 2006 contaba con
aproximadamente 13.000 establecimientos con una cuota de
mercado superior al 15%. El cuarto elemento lo representa la
red de plantas de televisión, radios y medios impresos,
agrupada a partir de Venezolana de Televisión, Vive TV, ANTV,
TEVES y Telesur, la Radio Nacional de Venezuela y demás
cadenas comerciales públicas y emisoras comunitarias.
También se incluyen los diarios oficiales y oficiosos
existentes en el país cuyo financiamiento corre a cargo del
erario público, de una forma u otra. El quinto sector es el
financiero y está constituido por el Banco Industrial de
Venezuela, el Banco del Tesoro, el Banco de Desarrollo
(Bandes), el Fonden, Banfoandes, el Banco de la Vivienda y
Hábitat, el Banco del Pueblo Soberano, el Banco de la Mujer
y el Banco Agrícola y demás entes financieros del Estado. La
ampliación del papel del Estado está envolviendo también la
prestación de servicios mediante líneas áreas propiedad del
Estado como lo es Conviasa, la empresa de turismo Venetur,
cadenas de hoteles, la creación de compañías de transporte
interurbano y el proyecto para que el Estado se haga con el
control de Ávila Mágica, ente a cargo de la administración
del Teleférico de Caracas. Ya se verá de nuevo el enorme
costo económico y social que esta aventura estatista le
infligirá a la economía y a la sociedad venezolana, al
distraer recursos que bien han debido dedicarse a las
actividades fundamentales de un Estado: la salud, la
educación, la infraestructura y la seguridad social y
pública. Aquí Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez se dan la
mano.