El
anuncio parcial del paquete de medidas para contener la
presión inflacionaria hecho por Rodrigo Cabeza, Jorge
Rodríguez y María Cristina Iglesias, lo completó el
presidente Hugo Chávez con la disminución de la alícuota del
IVA, la propuesta de una reforma monetaria, la emisión de
bonos de la deuda y una ley para penalizar el acaparamiento
y la especulación. De esta manera, el programa para intentar
abatir la inflación, aparte de las medidas anteriormente
mencionadas, contiene además la reducción del IVA a la
carne, el queso blanco, la avena, entre otros productos, el
aumento del cupo de divisas a quienes realicen transacciones
en el exterior y el otorgamiento de subsidios a los
productores de maíz, algodón, caña de azúcar, arroz y sorgo.
Para que una política antiinflacionario tenga éxito debe
atacar las causas que provocaron el alza de los precios y no
su manifestación. Actualmente la economía venezolana
mantiene un exceso de demanda que, frente a una producción
insuficiente que se ha complementado con importaciones
masivas, está generando una influencia sostenida sobre el
nivel de precios. Por ello, las acciones contra la inflación
deben atacar tanto el lado de la demanda como el de la
oferta y ese principio está ausente en lo que ha presentado
el gobierno. El caso del IVA llama poderosamente la
atención. Nadie puede poner en duda que con su disminución
el nivel de precios va a bajar. Lo que no se puede asegurar
es que se evite que los precios puedan seguir aumentando
posteriormente si la fuerza de la demanda los impulsa de
nuevo hacia arriba. Al reducirse el IVA ello equivale a
darle más dinero a los consumidores para que adquieran más
bienes y demanden más servicios con lo cual el gasto
agregado de la economía adquiere un nuevo empuje que podría
traducirse en una aumento de los precios aunque éstos, como
reacción a la rebaja de la tasa del IVA, hayan disminuido
transitoriamente. De esta manera, en lugar de contribuir a
aliviar las presiones sobre los precios la reducción del IVA
puede exacerbar la tendencia inflacionaria de la economía.
Debe destacarse que el sacrificio fiscal por la disminución
del IVA equivale a Bs. 12.800 millardos, aproximadamente
5,0% del PIB, cifra esta que el gobierno no va a poder
compensar a corto plazo con el impuesto a la renta y con el
impuesto al lujo, por la sencilla razón de que el porcentaje
de trabajadores en la economía informal hace difícil el
cobro de ese tributo y además porque los ingresos de quienes
están ocupados no es suficiente para incrementar la
recaudación de forma significativa. Ello sugiere que el
déficit fiscal se ampliará con lo cual el gobierno tendría
que recurrir al endeudamiento público para poder mantener el
gasto público. Lo absurdo ha llegado a niveles tales que
hasta se ha propuesto la eliminación del IVA, el tributo de
más fácil recaudación aunque no sea el más equitativo de los
impuestos. Por tanto, este es un plan antiinflacionario que
profundiza la vulnerabilidad fiscal de la economía
venezolana. A ese perfil deficitario hay que agregar el
costo de los subsidios agrícolas que se traducirá en mayores
erogaciones en momentos en que disminuyen los ingresos del
gobierno. El cuadro es, entonces, de un potencial déficit de
las cuentas públicas que va continuar ejerciendo influencia
sobre los tipos de cambio y los precios.
En lo relativo al aumento del cupo en divisas, ello es
parecido a un subsidio cambiario otorgado a quienes tienen
tarjeta de créditos y la utilizan para financiar viajes y
compras en el exterior. En otras palabras, el gobierno está
invitando a los venezolanos para que saquen las divisas y
para que hagan turismo fuera de Venezuela. Más allá de esta
consideración, la magnitud del gasto involucrado no es
significativa para que pueda considerarse seriamente como un
instrumento de absorción de liquidez.
La emisión de deuda pública por US$ 1.500 millones en el
llamado Bono del Sur II, si representa un mecanismo
instantáneo para contraer parte de la liquidez excesiva de
la economía toda vez que al comprar los dólares hay que
deshacerse de los bolívares. Lo que también es cierto es que
para los excedentes monetarios que actualmente registra la
economía venezolana, el monto de la colocación luce muy
modesta lo que hace presumir que el gobierno tendrá que
recurrir a nuevas colocaciones de deuda.
Lo concerniente a la realización de una reforma monetaria
para controlar la inflación no debería suscitar mayores
comentarios si no fuese por la importancia que los voceros
de la política económica le asignaron al tema. Quitarle tres
ceros a la moneda lo único que puede provocar es un efecto
psicológico al crear la sensación de que los bienes son más
baratos. De ahí no va a pasar porque el ingreso nominal
también se va a reducir en forma proporcional. Detrás de esa
reforma puede esconderse la intención de devaluar el bolívar
para enjugar el déficit fiscal. Las reformas monetarias sin
el debido soporte fiscal y monetario fracasaron en América
Latina y Venezuela no será la excepción. Al respecto es
alucinante la falta de conocimiento de ministros y
directores del BCV que opinan sobre el tema sin haber
revisado la literatura respectiva. Si fuese tan fácil hacer
una reforma monetaria ya todos los países que sufren de
inflación la hubiesen puesto en marcha. Los casos exitosos
como el Plan Real de Brasil así lo sostienen.
Si de leyes se tratara para detener la inflación en el mundo
no existiría este flagelo económico. La Ley Especial de
Defensa Popular contra el Acaparamiento, la Especulación y
el Boicot es similar al caso de una autoridad gubernamental
que no está de acuerdo con la Ley de la Gravedad y dicta un
decreto prohibiendo que los cuerpos caigan libremente según
su peso. A parte de no definir con precisión, qué se
entiende por acaparamiento, especulación y boicot, la ley en
referencia es punitiva e intenta sancionar a quienes venden
a precios elevados sin resolver el problema de porqué los
comerciantes hacen sus transacciones a esos precios. Las
penas impuestas, las cuales van desde multas, expropiaciones
y cárcel, puede traducirse en una inhibición de la actividad
comercial lo que privaría a Venezuela de canales de
comercialización del sector privado que han demostrado ser
eficientes para llevar y colocar mercancías a lo largo del
territorio nacional al tiempo que abriría las puertas para
acentuar el rol del Estado en la economía.
Así, las medidas anunciadas son una caricatura de un plan
económico contra el actual enemigo principal de la economía
venezolana y que va a naufragar en una combinación de
precios más elevados, escasez y depreciación del bolívar,
todo ello en el contexto de una expansión fiscal y monetaria
insostenible.
La visita de Kirchner
El presidente argentino en su viaje a Venezuela se lleva a
su país un conjunto de arreglos que significan una enorme
ventaja para la nación gaucha. Ha asegurado la colocación de
al menos US$ 750 millones en bonos de la deuda en el mercado
venezolano también ha logrado el financiamiento venezolano
por US$ 135 millones para la cooperativa láctea Sancor, que
está en situación de quiebra. El monto otorgado será
cancelado en especie. Igualmente, alcanzó Kirchner que
Venezuela le comprara a su país carne, tractores y vehículos
de pasajeros. Venezuela se está convirtiendo en gran almacén
de los productos argentinos. La verdadera intención de la
relación de Chávez es ir desplazando a Colombia como
principal socio comercial no petrolero de Venezuela y
sustituirlo con su aliado transitorio, utilizando para ello
la prerrogativa que implica el poder de compra del Estado
venezolano. Con la gran desventaja de que es muy poco lo que
Venezuela puede exportar a Argentina a diferencia de
Colombia en cuyo mercado existen claras ventajas
comparativas para los productos venezolanos. En esa jugada
estratégica se golpea también a los sectores productores de
Venezuela, especialmente el agrícola, el cual ha sido una de
las víctimas más notorias de las políticas de control de
precios y las invasiones.