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Los
negocios
de la
boliburguesía
por José Guerra
jueves, 22
junio
2006
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La
burguesía de Venezuela es hija del petróleo. Después de la
independencia, las casas comerciales instaladas en este país
durante la colonia, forjaron nexos con los países europeos y
los Estados Unidos para vender las mercaderías importadas en
un país que salido de una guerra fraticida, había quedado
postrado por la destrucción de su agricultura, las
incipientes industrias y su población. Se conformaron
entonces los grupos que luego constituirían la incipiente
burguesía comercial de Venezuela durante mediados del siglo
XIX, consolidada posteriormente con el auge del comercio de
exportación e importación, hasta que irrumpió el petróleo a
comienzo del siglo XX.
Burgueses de verdad
Este mineral aceitoso cambió radicalmente la fisionomía de
Venezuela. Al ser el Estado el propietario del recurso
natural, las principales actividades económicas girarían a
su alrededor. El primer destino de esos recursos fue la
realización de obras públicas y con ello se originaron
agrupaciones empresariales de constructores y en la
actividad bancaria para facilitar la movilización de tan
jugosos presupuestos. En la medida en que El Estado
aumentaba su gasto surgió una demanda vigorosa que requería
la instalación de algunas industrias para abastecer un
mercado en expansión y apareció así una incipiente clase
empresarial nacional de perfil manufacturero.
Con el comienzo de las hostilidades en Europa con motivo de
la segunda guerra mundial, se cortó parcialmente el
suministro de bienes y materias primas importadas. A cesar
las hostilidades con el triunfo aliado en 1945, Venezuela se
enrumbó con paso firme a la consolidación de la
modernización, se pudo resolver el problema del
abastecimiento de maquinarias y equipos provenientes desde
los Estados Unidos y Europa, interrumpido transitoriamente
por el temor que infundían en el océano Atlántico y en el
Mar Caribe los submarinos nazis. Empieza entonces una
política de Estado para favorecer la industrialización de
Venezuela, mediante la protección arancelaria y los
subsidios, principalmente. Se establecieron así asociaciones
de industriales con visión emprendedora que veía en el largo
plazo el futuro de sus negocios y sus empresas. Las
negociaciones obligadas con el Estado eran sobre las tasas
arancelarias, las listas de bienes de importación prohibida
y los subsidios otorgados por las entidades gubernamentales.
El petróleo permitía el financiamiento de ese plantel
industrial mientras se aceleraba el ritmo de las
construcciones del sector público con lo cual los
contratistas del Estado pasaron a jugar un rol relevante, en
particular durante la dictadura de Pérez Jiménez, a lo que
Rómulo Betancourt llamó “la política del concreto armado”.
Otros industriales, banqueros, comerciantes y constructores
tuvieron menos relación con el Estrado, pero prosperaron con
su esfuerzo y con base en las políticas públicas y la
estabilidad económica e institucional de Venezuela, hasta
mediados de los setenta cuando se asomaron los signos de la
crisis que vendría. Estaban cobijados bajo la sombra del
Estado pero eran hombres de empresas que miraban al futuro y
pensaban en más de una generación. Carlos Andrés Pérez en su
primer gobierno intentó estructurar nuevos grupos
económicos, apoyado en los extraordinarios ingresos
petroleros, los denominados “los doce apóstoles”, para
desplazar a los tradicionales pero ese empeño fracasó cuando
dejó el poder y los empresarios recién llegados no pudieron
mantener el paso.
Los nuevos negocios
Con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 se produce un
cambio sin precedentes en la historia de Venezuela y con él
se trasformaron también las relaciones de poder. Con la
crisis provocada por el cambio vinieron igualmente las
oportunidades, la cual ha sido aprovechada por quienes se
han acercado al centro de las decisiones y a los nuevos
actores. Chávez ha tratado de liquidar a la burguesía de
antaño pero no ha podido completar la faena. Pero como el
Estado en Venezuela disfruta de los ingresos fiscales más
elevados de su historia, capturar rápidamente parte de esos
recursos cuando se transforman en gasto ha sido el objetivo
de una especie de nueva oligarquía del dinero.
El corto sustituyó al largo plazo como perspectiva de
quienes ahora son favorecidos por las acciones del gobierno.
Ya no se trata de montar industria y arriesgarse, ni tampoco
comenzar desde abajo, sino de comprar industrias existentes
para legalizar otras transacciones y adquirir negocios
establecidos con los ingresos obtenidos en transacciones
relampagueantes. La fuente de la riqueza, por consiguiente,
está entonces vinculada a la acción del Estado en la
economía, en particular, en el mercadeo internacional de los
despachos petroleros, las colocaciones bancarias, el manejo
de la deuda pública y las compras gubernamentales, entre
otras.
Al PDVSA desmantelar su departamento de comercialización,
negociaciones importantes de ventas de petróleo han quedado
en manos de mercaderes quienes transar libremente en el
mercado internacional de crudos y derivados, con jugosas
ganancias para los nuevos ricos que se asientan en Caracas,
Miami o Londres. Similarmente, en una economía donde la
expansión monetaria ha sido espectacular, debido al empuje
del gasto público, la disposición de fondos del gobierno en
bancos comerciales se ha transformado en una presa exquisita
para agentes cercanos a los ministerios y ministros en busca
del porcentaje que permiten esos depósitos en ciertos
bancos. La caza de esas comisiones se transformó en una
carrera de velocistas. Nadie puede conocer los criterios que
utiliza el Ministerio de Finanzas para invertir el
equivalente a más de US$ 4.000 millones que mantiene el
gobierno central en el sistema bancario.
Con el mismo tenor se opera en el mercado de la deuda
pública, en una gestión donde los niveles del endeudamiento
público del gobierno saltaron de US$ 27.484 millones en 1998
a US$ 46.884 millones, parte del cual se adjudicó en el
mercado interno sin licitación y otra parte se otorgó como
dación en pago. De esta forma, cuando a un instituto o
universidad nacional el Ministerio de Finanzas les asignaba
parte de su presupuesto en bonos de la deuda pública, la
necesidad de caja obligaba a los administradores a concurrir
a bancos específicos donde lo esperaba el descuento
respectivo, cargado a esos títulos para enjugar las
necesidades de dinero líquido. Estas operaciones y otras con
el manejo de información de privilegiada en subastas de
bonos y las condiciones de mercado y la emisión de deuda
cuando había superávit fiscal, permitió realizar ganancias
súbitas de cifras inimaginables.
Como negocio rápido, bajo riesgo y alta rentabilidad, la
provisión de bienes y servicios al Estado se ha trocado en
una especie de mina situada en los ministerios y los entes
descentralizados. Las compras de alimentos por parte de
Mercal, la dotación de bienes y equipos a los organismos
públicos, entre otros, han permitido que al abrigo de
importaciones en cifras siderales, los nuevos comerciantes
disfruten de ganancias que en condiciones normales hubiese
llevado años de alcanzar. Y lo mismo ocurre con la
construcción de las obras públicas que desde 2003 adelanta
el Estado.
En esta arena movediza que es Venezuela, donde el largo
plazo no existe como referente para una actividad económica,
la captura rápida de un contrato con el Estado es la razón
de ser de la incipiente burguesía de Venezuela, de la cual
son partícipes también, en sociedad de comandita, parte de
la nueva elite política hoy en el poder. Aquí no hay
espacios para los Juan Bimbas.
Los grupos económicos
Juan Vicente Gómez manejó a Venezuela como una hacienda
personal y se hizo el hombre más rico de Venezuela. López
Contreras y Medina no fueron hombres de ambiciones
crematísticas, lo mismo que Betancourt. Pérez Jiménez
favoreció a los constructores y a ciertos banqueros. Un
cambio fundamental se produjo con Carlos Andrés Pérez, quien
forzó el establecimiento de grupos económicos en todas las
áreas de la economía, sin que tales agrupaciones lograran
sobrevivir a las crisis económicas que experimentó Venezuela
desde comienzo de los ochenta. Lusinchi procuró fusionar a
políticos y empresarios, llevando hasta la dirección de su
partido a gente del mundo de los negocios. Con Chávez ha
emergido un nuevo tipo de nuevoriquismo, cuyo móvil es la
riqueza rápida, porque no están seguro del rumbo que el
comandante en jefe le imprimirá al país por ello el muy
corto plazo es su razón de ser.
Los felicitadotes
A comienzos del siglo XX, Pedro María Morantes (Pío Gil)
escribió un libro memorable donde narró las miserias del
poder en tiempos de Cipriano Castro, donde escritores,
funcionarios bajos y ministros elogiaban los bacanales
castristas y ensalzaban al jefe. Sus nombres quedaron
registrados en el libro Los Felicitadotes. Antes, con Guzmán
Blanco estuvieron los aclamadores del líder liberal. Ahora,
bajo la presidencia de Chávez, existen los aplaudidores,
algo así como una brigada móvil que asiste a actos oficiales
y a programas televisivos y cuyo objeto es aplaudir las
ocurrencias del presidente. Disfrutan aplaudiendo hasta el
cansancio. Lo conforman ministros, alcaldes, militares,
periodistas y diputados. Afortunadamente existe la
televisión y sus caras están retratadas en las cintas
cinematográficas de la ignominia y del “jalamecatismo”, que
es el nombre de los aduladores de oficio en Venezuela.
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