La semana pasada, más de 180 ciudadanos
murieron y más de 1000 resultaron heridos por la represión
de las autoridades chinas. Esta situación ocurrió en la
provincia de Xinjang, que posee el mismo estatus jurídico
del Tibet. Los muertos provienen de la minoría étnica uigur,
con fuertes raíces musulmanas y con profundos sentimientos
separatistas.
Sin embargo, la noticia ya está olvidada
en las páginas internacionales, aunque las zonas permanecen
militarizadas y el Gobierno chino prohíbe todo acceso a la
información, además de presionar en diversas partes del
mundo para silenciar activistas exilados. Las ideas de
autodeterminación o libertad quedan casi olvidadas en este
caso.
Y es que con China todo es diferente, no
importa lo que suceda dentro del territorio de ese estado,
siempre hay un tratamiento diferente en lo que tiene que ver
con ese país por parte de la prensa o las grandes cadenas de
televisión del mundo.
En Caracas, por ejemplo, en ocasión del
relanzamiento de las relaciones entre Venezuela y ese país
al inicio del Gobierno del Presidente Chávez, el Ministerio
de Relaciones Exteriores sirvió de sede para una muestra
fotográfica de China. En una de las fotos se mostraba una
hermosa vista del Palacio Potala, sede de la monarquía
tibetana y quintaesencia de la religión budista tibetana.
Pregunté a uno de los Embajadores sobre las consecuencias
para Venezuela de reconocer con esa acción la anexión del
Tíbet por parte de China. Su respuesta fue para mí
inolvidable: “no preguntes pendejadas”.
Esa parece ser la política global en
relación con China. Varias de las zonas más volátiles del
mundo, están bajo control político de ese país. Corea del
Norte, con un programa nuclear que tiene en jaque al mundo,
recibe de la potencia China gran parte del combustible, el
comercio y todo el apoyo necesario. Sudan, donde se
desarrolla una guerra civil interminable con más de 400.000
muertos, recibe la protección del gobierno chino. Por sólo
nombrar dos casos.
En el mundo económico la historia no
parece ser diferente. China es el mayor acreedor del
gobierno de EEUU a través de la compra de bonos del Tesoro
de ese país y; aunque se supone que son sólo una forma de
inversión segura, para muchos representa una amenaza para la
seguridad de la potencia americana.
Por eso, cuando se habla de imperialismo
se debe tener cuidado, no sea que se ofenda a algunos
socios.
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Artículo
publicado originalmente
en el diario El Nuevo
País |